
La Edad Media ha sido ampliamente representada en películas, libros y artículos y siempre se ha mostrado con unos peculiares hábitos de higiene. Incluso en los últimos años se ha mantenido el mito de que la gente no se bañaba y usaba alternativas para camuflar el mal olor. Esta idea a pesar de que hay numerosos estudios que desmienten en parte estas afirmaciones. También se ha dicho que la falta de higiene fue una de las principales causas de la expansión de la peste bubónica, que azotó a la población europea en el siglo XIV.
Por otra parte, a la mera mención de la Edad Media, a la imaginación comienzan inmediatamente a aparecer hermosas mujeres en trajes de lujo con sus nobles caballeros en los deliciosos banquetes y bailes de palacio, algunos incluso suspiran preguntándose por qué no nacieron en aquellos maravillosos momentos. Sin embargo, parece que no todo era tan bonito. Más concretamente, hasta el siglo XIX, estas costumbres brillaban, pero por sus condiciones insalubres, la más famosa es el vertido de fluidos a la calle.
Pero esto fue con la llegada de la Edad Media ya que en el mundo antiguo, el aseo constituía casi un culto, se tienen referencias de que en los tiempos de la Roma antigua, había bastantes baños públicos. Pero con el advenimiento del cristianismo, todos los baños fueron cerrados inmediatamente por los "justos", motivados por el hecho de que el desnudo era pecado y la leña en esos momento era cara.
Hay que destacar que en el pasado, existieron numerosos trucos y prácticas de higiene que hoy en día se podrían considerar dudosos o incluso peligrosos. Afortunadamente, con el avance del conocimiento científico y la conciencia sobre la importancia de una buena higiene, muchos de estos métodos han quedado en el olvido.
Si algo ha podido trazar las formas en que la humanidad se ha observado a sí misma es la higiene. Unos cuantos gestos que se repiten a diario, casi como si vinieran incrustados en el cerebro, recorren la historia social hasta sus comienzos, pero son tan mecánicos como mutantes: lavarse las manos es como un acto reflejo y ya lo era hace siglos, pero nada tiene que ver el lavado de manos de entonces al de ahora.
De lo personal a lo político, el aseo, con sus rutinas, es en sí mismo una narrativa que funciona como espejo, ese al que uno se mira para concretar que está listo para asomar al mundo, que el proceso de preparación para ello haya merecido la pena: cómo oler, cómo colocar el pelo, cómo presentar las uñas, o los dientes, o cualquier parte, en realidad, de un cuerpo que se entiende al fin y al cabo como escaparate de uno mismo.
En esa narrativa, algunos momentos de la historia se presentan con epitafios bastante desfavorables a su imagen. Se puede pensar entonces en la Edad Media en términos de una suciedad que parecía impregnarlo todo. Al siglo XIX, sin embargo, se entiende más bien desde la extrañeza de una pulcritud peligrosa. Los mitos funcionan también a través del concepto de higiene. Más allá de ellos, algunas formas de conseguir esa sensación de limpieza propia que alguna vez tuvieron nuestros antepasados y antepasadas son, cuanto menos, curiosas.
- Flores, flores… Que es lo único que tenemos
Hubo una vez en la que el desodorante no existía, pero sí buscaban las maneras para controlar el olor corporal. Por tanto, antes de que unos productos se fabricaran y se estandarizaran para esta tarea, las personas echaban mano de lo que tenían. ¿Y qué hay alrededor que huela bien de manera natural? Las flores, tanto es así que en ciertas épocas, llevar un ramito de flores encima, o un pequeño manojo hierbas disimulaba el olor corporal.
Lo cierto es que parece que tampoco funcionó tan mal si se revisa que ahora cada vez más productos para el sudor tienden a reducir los ingredientes químicos de su composición en busca de "lo natural". En su momento daba igual la mano, en el bolsillo, enganchados en la ropa con un alfiler… o simplemente atados a la muñeca, estos ramilletes eran un perfume agradable y gratis, que al menos durante un rato enmascaraban olores.
Poco a poco, las mujeres con mucho dinero podían comprar perfume o colonia, sin embargo, era más barato comprar un poco de polvo perfumado, que también funcionaba para absorber la humedad. Para el caso de los hombres, el aroma más común era el ron de laurel, un olor único que la mayoría de la gente nunca ha llegado a disfrutar. El ron infundido con especias y perfumes fue inventado exactamente con el propósito de enmascarar el olor corporal de los marineros en el siglo XVI.
- Bidé como método anticonceptivo
Durante la Edad Media las mujeres utilizaban un artefacto especial para sus órganos genitales. Se llamaba "Bidé" y era un mueble sobre el que se sentaban y enjuagaban sus partes íntimas. Más allá de la higiene, este dispositivo también pretendía funcionar como método anticonceptivo. Según se ha podido saber, las mujeres se lavaban allí después de tener relaciones sexuales con la creencia de que así evitarían quedar embarazadas. Este instrumento era utilizado por la nobleza, sobre todo en Francia e Italia.
- Perfume para espantar moscas
En la Edad Media también utilizaban gran cantidad de perfume, pues creían que el aire era el conducto de la transmisión de la enfermedad. En esa época, las personas creían que el perfume servía como un fumigador de las zonas con infección. La gente lo utilizaba para espantar las moscas y las pulgas, insectos abundantes durante la peste.
- De baños y letrinas
También se creía que los baños eran una zona que ayudaba a la propagación de la bacteria que azotaba a Europa. En la época, existía un mito singular: las enfermedades ingresaban al cuerpo por los poros, los cuales se expandían ante el contacto con el agua caliente.
Por este motivo, durante el siglo XVI se desincentivó el uso de baños calientes por parte de los médicos y las personas empezaron a optar por la limpieza del cuerpo por partes. Para ello utilizaban aguamaniles, que eran jarros con una manija grande usados para limpiarse las manos y que el agua cayera sobre un recipiente que los acompañaba. También se usaban jofainas y, a su vez, se adecuaron al uso de tinas y bañeras para lograr una limpieza completa.
Además, las famosas letrinas eran el método más común en la época para el desecho de excrementos. Estas simplemente eran huecos en el suelo que tenían tapetes a los lados. En ocasiones se usaban vasijas con un orificio interno. Hay que tener en cuenta que las letrinas existían en los castillos y la materia fecal llegaba, sin ninguna tubería, a los huertos que solían rodear las murallas de las ciudades. Otras letrinas estaban conectadas directamente a los sótanos y a las fosas de los castillos.
Para las viviendas de la gente del común se utilizaban los llamados "pozos negros" que eran huecos en los patios de las casas. Las excreciones terminaban en la calle o en algún punto incierto.
- Mejunjes para los dientes
Se cree que la primera pasta de dientes fue creada por los antiguos egipcios entre el 3.000 y el 5.000 a.n.e. Ya por entonces tenían en cuenta la higiene bucal, pero claro, aquella pasta era literalmente una pasta hecha de polvo de pezuñas de buey, cáscaras de huevo y otros ingredientes mezclados con agua.
Cabe destacar que las versiones griega y romana tampoco mejoraron mucho. Para la primera usaron conchas de ostra trituradas, y para la segunda se cree que usaron sesos de ratón en puré. Ya en la Edad Media, la pasta de dientes se hacía con hierbas y especias, es decir, al menos empezó a ser un poco más apetecible, pero la pasta de dientes con menta fresca, tal como se conoce en la actualidad, no apareció hasta mediados de la década de 1870.
- Gusanos de seda como hilo dental
El uso de hilo dental hecho de seda de gusanos de seda era común en el pasado. Sin embargo, hoy en día se sabe que el uso de hilo dental de seda puede ser un vector de transmisión de bacterias y otros patógenos. Por ello, se recomienda utilizar hilo dental de materiales sintéticos y desechables, que ofrecen una mayor seguridad e higiene.
- Detrás de los peinados imposibles
De aquellos años, también conocidos como la época victoriana, tampoco hace tanto, pero en términos de aseo el siglo XX y su aceleración de la industria lo sitúa lejos. Si de media hoy la gente se lava el pelo al menos un par de veces a la semana, hace poco más de un siglo lo hacían mucho menos. Y si hablamos del pelo hablamos, inevitablemente, de la construcción sistémica de la imagen femenina. El pelo era uno de los símbolos de la feminidad, cuanto más largo, mejor.
Los peinados de las mujeres eran entonces elaborados. Por supuesto, esos rodetes y esos volúmenes tenían truco: con un hábito de lavado solo semanal o, incluso, mensualmente. El pelo era uno de los símbolos de la feminidad escrita por los hombres, el encanto suprema. Por lo tanto, cuanto más largo, mejor. Pero en el día a día, cualquiera aguanta tanta melena, es por eso que ideaban todo tipo de recogidos que permitieran mantenerlo saludable.
Algunos libros sobre higiene y belleza de finales del siglo XIX sugerían que las personas con cabello graso debían lavarse el cabello cada dos semanas más o menos y las personas con cabello normal una vez al mes. Además, el champú tampoco era todavía común, así que la gente usaba jabón para todo. Otra fórmula era amoníaco primero y aceites después.
- Depilación con rayos X
Pero el de la cabeza no era el único pelo a tener en cuenta. El vello corporal, en general, parecía complicar la salud pública a principios del siglo XX. Eliminarlo ayudaba a evitar infectarse de piojos y otros parásitos, especialmente para aquellos que vivían en lugares cerrados y que tenían acceso limitado a un baño diario. Por ello, "afeitarse bien" se entendió como principio de higiene básica. De hecho, cuando fabricaron las primeras maquinillas, las comercializaron vinculándolas con un aumento en el atractivo, la masculinidad o la feminidad. No obstante, las preocupaciones sobre la apariencia personal también jugaban un papel fundamental para que esta práctica se normalizara. ¿Y si una maquinilla no era suficiente? Ya estaban los rayos X para eliminar el vello corporal del todo. El único problema de este tratamiento de depilación era que muchos pacientes acababan con cáncer.
- El betún, puro veneno
A principios del siglo XX, la mayoría de los betunes para zapatos se fabricaban con un ingrediente llamado nitrobenceno. Aquello permitía que los zapatos fueran más brillantes, señal de limpieza, pero resulta que también podía hacer que te desmayaras si inhalabas sus toxinas. Por si los desmayos frecuentes no fueran suficientemente peligrosos, también se mezclaba nitrobenceno con alcohol: la muerte asegurada.
- Mercurio como elemento de belleza
Durante siglos, el mercurio se utilizó en cremas y cosméticos para aclarar la piel y eliminar manchas. Sin embargo, el mercurio es un metal tóxico y su absorción a través de la piel puede tener efectos perjudiciales para la salud, incluyendo daños en los riñones y el sistema nervioso.
- Sanguijuelas para la sangre
El uso de sanguijuelas para purificar la sangre era una práctica común en la antigüedad. Se creía que al chupar la sangre, las sanguijuelas eliminaban las impurezas y mejoraban la salud. Sin embargo, en la actualidad sabemos que esta técnica carece de fundamentos científicos y puede llevar a infecciones y otros riesgos para la salud.

