
La anatomía de hombres y mujeres es muy diferente, especialmente en lo relacionado con los aparatos genitales y el final del aparato urinario y por ello también debe haber diferencia en las pautas educativas que se reciben desde la infancia y en los hábitos y cuidados que se adoptan en la edad adulta.
¿Cuáles son esas diferencias físicas entre hombres y mujeres? Mientras que el aparato urinario masculino termina en un largo conducto de cerca de 20 cm que atraviesa el pene y termina en su punta para poder expulsar la orina, en el caso de la mujer, este conducto mide tan sólo unos 4 cm, y termina en la zona genital, por delante del orificio de la vagina. Estas diferencias estructurales, condicionan la forma de orinar y los posibles trastornos asociados.
Además, hay que tener en cuenta que, con el envejecimiento, el cuerpo cambia y esos cambios pueden afectar a la función urinaria. De hecho, es común que se necesite orinar con más frecuencia, incluso por la noche, aunque no es normal hacerlo varias veces cada noche. Este tipo de cambios asociados a la vejez suelen ser un tema tabú y por ello puede descuidarse la salud urinaria, especialmente entre las mujeres. Como norma general, hay una serie de hábitos que deberían evitarse.
Algo que todas las mujeres conocen es que los cambios en el suelo pélvico, especialmente tras el embarazo y el parto, pueden debilitar los músculos y aumentar el riesgo de incontinencia urinaria y prolapso de órganos pélvicos. Pero no solo el parto sino que el envejecimiento también debilita estas estructuras, empeorando con la menopausia. Además la caída de los estrógenos en la menopausia puede causar atrofia vaginal, sequedad y otros problemas como urgencia urinaria, incontinencia y dolor al orinar.
Hábitos dañinos para la salud urinaria
- Aguantar mucho tiempo entre micciones: Desde la infancia, las mujeres se acostumbran a dejar pasar mucho tiempo entre micciones con tal de no utilizar baños públicos.... El motivo no es otro que el miedo a contraer alguna enfermedad infecciosa. Pero en realidad esta mala costumbre puede llegar a dificultar o incluso impedir una micción normal, dado que, cuando se aguanta, lo que se consigue es aumentar la fuerza de contracción del suelo pélvico en reposo, que luego costará relajar en el momento de realizar la micción. Además, al aguantar la orina durante mucho tiempo, poco a poco se puede ir dilatando la vejiga y aumentando su capacidad, y dicha dilatación empeora la contracción del músculo de la vejiga necesaria para expulsar la orina. Lo que se debe saber es que, cuando una persona tiene una ingesta normal de líquidos, unos 1,5 litros al día, debería orinar cada 2-3 horas.
- Ignorar síntomas urinarios molestos: Hay que tener en cuenta que las mujeres, especialmente las mayores de 50 años, no deben ignorar los síntomas urinarios molestos, ya que pueden agravarse. Además, no se debe asumir que todo síntoma urinario se debe a una infección del tracto urinario, ya que en la menopausia es común presentar síntomas similares. Obviamente, tomar antibióticos sin necesidad no solo es ineficaz, sino que puede causar resistencia bacteriana. En general, la hidratación adecuada es fundamental para prevenir infecciones urinarias.
- Orinar de pie en equilibrio en lugar de sentadas: En un intento de evitar el contacto con los inodoros de los aseos públicos y por tanto el contagio de enfermedades, cuando no queda más remedio, las mujeres suelen orinar de pie, y con las piernas flexionadas, sin sentarse en el inodoro. Antes de nada, hay que dejar claro que la posibilidad de contagiarse de una infección de transmisión sexual en un baño público al orinar es nula. De hecho, si uno se encuentra ante un baño público poco limpio, con pasar una toallita húmeda por la superficie con la que una va a a entrar en contacto al sentarse o aplicar antiséptico de manos con un pañuelo de papel, y, por supuesto, lavarnos las manos posteriormente a su uso sería suficiente. El problema de orinar de pie es que el aparato urinario femenino no está diseñado para orinar en esta posición. Al orinar haciendo fuerza para mantenerse en esa posición, no se permite la relajación adecuada del suelo pélvico, y, por tanto, que se produzca la salida sin problemas de la orina. A largo plazo, esta postura, sumada a la condición de aguantar mucho entre micciones, puede producir daños irreparables del funcionamiento de la vejiga, y facilitar la aparición de infecciones urinarias.
- Hacer fuerza con el abdomen para terminar de orinar antes: Muchas mujeres, en el intento de minimizar el tiempo invertido en el acto de orinar, ayudan a la micción empujando también con el abdomen. Dicha costumbre es perjudicial ya que, al contraer el abdomen, la presión que se produce en su interior se transmite a la parte inferior de la pelvis, donde se encuentra el suelo pélvico, y produce una contracción refleja del mismo. Además, en condiciones normales, para que se produzca una adecuada salida de la orina durante la micción, el suelo pélvico debe estar relajado. Al contraerse, se produce el efecto contrario, en lugar de abrir el grifo, lo que se hace es cerrarlo, y por tanto se dificulta el vaciado de la vejiga.
- Practicar una higiene genital exagerada: Otro asunto que suele producir preocupación es la cantidad, aspecto y olor del flujo vaginal. Toda mujer debe saber que las características de este flujo varían a lo largo del ciclo menstrual y a lo largo de la vida, por las diferentes etapas hormonales que se atraviesan como la menstruación, el embarazo, la lactancia o la menopausia. Los datos de alarma que deben hacer consultar al médico son los cambios bruscos en su apariencia o su asociación con un olor fuerte como "a pescado", así como la aparición de picor, irritación, sangrado no menstrual o lesiones en la zona vulvar. Hay que tener claro que las características del ambiente vaginal son diferentes a las de la piel, teniendo un pH ligeramente ácido, en torno a 4,5-5, que favorece el adecuado crecimiento de la flora vaginal normal. Por ello, la higiene genital excesiva así como el uso de duchas vaginales o desodorantes íntimos, no sólo no previenen las infecciones vaginales, sino que en muchas ocasiones las facilitan al alterar el pH vaginal y por tanto la flora que vive en dicho ambiente. Una ducha diaria, con la limpieza únicamente con gel de baño o íntimo en la zona externa genital sería suficiente para mantener una adecuada higiene íntima.
- Usar ropa muy ceñida y ropa interior sintética: La moda ha evolucionado con los años de forma que la mayor parte de la ropa que se utiliza está fabricada parcial o enteramente con componentes sintéticos, que impiden o dificultan la transpiración, y por tanto incrementan la humedad cutánea. En el caso de los genitales, esta humedad puede producir el cambio del pH habitual vaginal, y por tanto favorecer el desarrollo de infecciones vaginales por hongos y de infecciones urinarias de repetición. El uso de ropa holgada, así como la preferencia de componentes naturales como el algodón para la ropa interior, mejorará la transpiración y por tanto el microambiente vaginal y la aparición de infecciones secundarias a su alteración.

