
Parece que la Ministra de Sanidad, Mónica García, ha encontrado la solución definitiva para los problemas sanitarios de España: los inhaladores sostenibles. Tras el inolvidable éxito de la "Anestesia Verde", llega esta flamante iniciativa que aspira a salvar el planeta, literalmente, bocanada a bocanada, mientras el MIR deja fuera a 6.000 médicos cuando faltan médicos en el Sistema Nacional de Salud (SNS), los usuarios de MUFACE siguen en la incertidumbre sobre su atención sanitaria y, los profesionales sanitarios están en pie de guerra por la reforma del Estatuto Marco. Pero claro, la prioridad para Mónica García, es que los asmáticos y enfermos de EPOC reduzcan su huella de carbono.
Un plan contra el cambio climático
Según el nuevo plan de inhaladores, los pacientes con asma o EPOC deberán optar por inhaladores con baja huella de carbono, siempre que "las características del paciente y su situación clínica lo permitan".
Todo, por supuesto, para luchar contra el cambio climático, esa amenaza que, al parecer, preocupa más al Ministerio de Sanidad que la saturación de urgencias o la falta de médicos de familia. ¿Qué importa si un paciente no logra inhalar su medicación correctamente, siempre que la huella de carbono se mantenga en límites aceptables?
Cuando la salud pasa a un segundo plano
Pero, cifras en mano, se calcula que los inhaladores presurizados emiten unas 400.000 toneladas de CO₂ al año, lo que representa aproximadamente el 0,001% de las emisiones globales. En el contexto nacional, estas emisiones suponen alrededor del 0,14% de las toneladas de CO₂ que España emitió en 2023.
Para ponerlo en perspectiva, estas emisiones equivalen al consumo eléctrico anual de 85.000 hogares según indica el ministerio de sanidad, lo que representa aproximadamente el 0,44% de los 19.425.559 hogares que hay en España.
Sin embargo, lo que no se menciona en la guía es que una crisis asmática no resuelta correctamente puede terminar con el paciente ingresado, aumentando la carga sobre un sistema sanitario ya colapsado y, generando un mayor consumo de recursos médicos y, hospitalarios que el uso continuado de su inhalador de confianza. Pero eso, claro, es un "daño colateral" en la cruzada climática.
El Ministerio de Sanidad defiende la medida
El propio Javier Padilla, secretario de Estado de Sanidad, ha defendido esta iniciativa como un paso clave hacia la "transición ecológica del sistema sanitario", insistiendo en que " el cambio climático es una de las principales amenazas para la salud de la población del siglo XXI".
Por su parte, Héctor Tejero, responsable de Salud y Cambio Climático en el gabinete de la ministra, ha subrayado que " el uso del medicamento supone cerca del 30% del impacto ambiental y los inhaladores casi el 10%.".
Esto, al parecer, convierte a los asmáticos y enfermos respiratorios en
responsables de un problema global.
Una guía que señala a los asmáticos
El Ministerio de Sanidad, en su guía sobre prescripción sostenible, propone que los médicos prioricen el uso de inhaladores de polvo seco (DPI) y de niebla fina (SMI), que tienen una menor huella de carbono, y desaconseja los inhaladores presurizados (pMDI) con hidrofluorocarbonos.
Además, se enfatiza la importancia del reciclaje de inhaladores caducados o no utilizados a través del sistema SIGRE, y se insiste en que la educación terapéutica es clave porque "no solo mejora la adherencia al tratamiento, sino que también optimiza la técnica de inhalación".
Es decir, después de años culpando a las vacas por sus flatulencias, ahora el cambio climático también es culpa de los asmáticos por no inhalar correctamente. No es la contaminación industrial, ni el tráfico aéreo, ni las toneladas de CO₂ del Falcón de Sánchez, sino los enfermos de EPOC que no reciclan su Ventolín. Lo siguiente será ¿una tasa climática por bocanada mal ejecutada o créditos de carbono por respirar menos?. A este paso, respirar profundo sin impacto ambiental va a requerir un máster en eficiencia pulmonar.
Y mientras tanto, muchos pacientes vulnerables no pueden usar inhaladores de polvo seco, porque requieren una capacidad inspiratoria suficiente para activar el mecanismo. Pero no importa: el paciente, como siempre, debe adaptarse a la nueva agenda ecológica.
Lo próximo: racionamiento de aire y bocanadas verdes
Si seguimos esta lógica delirante, no es difícil imaginar las futuras
innovaciones del Ministerio de Sanidad. ¿Qué tal un Ventolín Solar que solo funcione en días despejados? ¿O un sistema de cuotas de inhalaciones para que cada paciente tenga su límite mensual de CO₂ permitido?.
Tal vez se pueda lanzar una app gubernamental que registre cada bocanada y avise cuando el usuario esté excediendo su "impacto respiratorio sostenible".
Y si la cosa se pone seria, podríamos reciclar el aire exhalado con un Eco-Salbutamol, que devuelva cada soplo al ecosistema sin contaminar.
En un país donde la sanidad se enfrenta a retos reales y urgentes, parece que las prioridades del Gobierno de Sánchez van por otros derroteros. Pero tranquilos, que pronto, cuando los pacientes no puedan respirar, al menos podrán consolarse sabiendo que han salvado al planeta.
Respiren profundo... mientras puedan.

