
Coincidiendo con el Día Mundial contra la Tuberculosis, el pasado lunes 24 de marzo, dos noticias saltaron a la opinión pública: la confirmación de un caso de tuberculosis activa en el futbolista gallego del PSV Eindhoven, Lucas Pérez. Y, el triunfalista anuncio del Ministerio de Sanidad, encabezado por Mónica García, celebrando una disminución del 22% en los casos de tuberculosis desde 2015.
Mientras un deportista profesional se ve obligado a dejar el campo por una enfermedad que muchos creían erradicada en Europa occidental, nuestra ministra de Sanidad, Mónica García, se cuelga la medalla de la victoria sanitaria. El problema, claro está, es que los datos reales no acompañan el entusiasmo.
Cuando los números no cuadran... se recortan
Según la nota oficial del Ministerio de Sanidad, España registró una tasa de notificación de 8,2 casos por cada 100.000 habitantes en 2023, y eso justificaría, dicen, una reducción del 22,5% respecto a 2015. Sin embargo, el informe publicado por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) el mismo día indica otra cosa: 4208 casos notificados, lo que sitúa a España con una tasa de 8,8, lo que la sitúa por encima de la media europea (8,6).
La ministra Mónica García, quizá en un arranque de creatividad epidemiológica, ha decidido centrarse únicamente en los llamados "casos autóctonos", eliminando de la ecuación a más de 260 personas que enfermaron de tuberculosis en suelo español, pero no nacieron aquí. Si la realidad no te favorece, hazle un filtro selectivo.
Del descenso milagroso al repunte silenciado
Es cierto que en 2015 la tasa era de 10,8 y hoy es de 8,8. Pero no es menos cierto —y mucho más relevante— que desde 2020 la tuberculosis ha vuelto a crecer. En plena era post-COVID, España ha pasado de una tasa de 7,7 en 2020 a 8,8 en 2023, de 3655 casos notificados en 2020 a 4208 en 2023. Eso representa un repunte del 15%. Pero esta evolución ascendente queda disimulada en el relato ministerial gracias a la vieja táctica del "desde hace diez años…".
Cuando en 2023 se observa un aumento respecto a 2022, que ya había subido respecto a 2021 y 2020, lo que tenemos no es una anomalía, sino una tendencia. Y lo que necesita la tuberculosis es vigilancia y control, no eufemismos.
Una enfermedad global... y localmente ignorada
La tuberculosis sigue siendo la principal causa de muerte por un solo agente infeccioso en el mundo, según la OMS. En 2023, un total de 1,25 millones de personas murieron de tuberculosis (TB), muchas de ellas con VIH. Más de 10 millones enfermaron, y solo el 40% de los pacientes con tuberculosis multirresistente accedieron al tratamiento.
Mientras tanto, en España, Mónica García y el Ministerio que dirige, celebran el descenso de casos… eliminando los que no nos interesan. En 2023, casi el 50% de los casos notificados correspondían a personas nacidas fuera del país, según el último informe de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE). Pero si no se incluyen en los análisis, entonces todo va bien. ¿Control epidemiológico? ¿Estrategia de salud pública adaptada a la realidad migratoria?
CCAA: la tuberculosis no se distribuye democráticamente
Por comunidades autónomas, las diferencias son significativas. Ceuta (28,9), Melilla (14,0), Cataluña (12,3), Galicia (11,2) y País Vasco (10,9) superan ampliamente la media nacional. Aunque se habla de baja endemicidad, los datos muestran una realidad desigual.
En contraste, Navarra (5,1), Canarias (5,3), Extremadura (5,7), Comunidad Valenciana (5,9) y Murcia (6,2) se mantienen por debajo del primer cuartil. Castilla-La Mancha no aportó datos en 2023, lo que deja una preocupante laguna en la vigilancia epidemiológica.
Entre el espejismo y la ceguera
Según el informe del ECDC, España ocupa el puesto 24 en incidencia de tuberculosis dentro de la UE/EEE, solo superado por naciones como Rumanía, Lituania o Bulgaria. No es exactamente el podio que uno desea.
No se trata de generar alarma, sino de exigir transparencia. Minimizar la relevancia de los casos importados o excluirlos del análisis no contribuye a una comprensión rigurosa del problema. La tuberculosis sigue presente, con una tendencia creciente en los últimos años, y requiere atención, vigilancia activa y medidas ajustadas a la realidad epidemiológica.
Resulta preocupante que, desde el Ministerio de Sanidad, se insista en una narrativa triunfalista que no se corresponde con los datos disponibles. Porque, si bien la tuberculosis se transmite por vía aérea, la desinformación también lo hace. Y en este caso, el problema no parece estar en el aparato respiratorio, sino en el sistema de comunicación institucional.
Ana Hernández es Doctora en Química Orgánica, especializada en Química Médica y Biología, con más de veinte años de experiencia como investigadora tanto en España como en el extranjero. Es autora de múltiples publicaciones científicas y patentes.

