Cada vez que camino por las calles de Madrid y cruzo una de sus grandes avenidas, recuerdo aquel día en que, al volver de un programa de radio, dejaron de funcionar todos los semáforos. Entré en una farmacia con la intención de realizar una compra y me informaron de que no podían cobrarme, ni siquiera en metálico. Al llegar a casa, tuve que subir las ocho plantas a pie hasta el último piso. A los pocos minutos, Internet dejó de funcionar y me vi obligado a bajar al bazar de la esquina para adquirir un transistor a pilas, el último que quedaba, para enterarme de qué estaba pasando. ¿Usted también conserva recuerdos de ese día?
Las causas del apagón del 28 de abril continúan sin una respuesta oficial. El Gobierno rápidamente desvió el debate, de una manera que casi se podría sospechar premeditada, hacia una cuestión que nada tiene que ver con el origen del suceso: si la energía nuclear es buena o mala. Sin querer entrar en profundidad técnica sobre cómo funciona la producción energética y cómo se configura la red de distribución, que necesitaría mucho más espacio que estas páginas y que cualquiera puede consultar al detalle sin necesitar, como yo, cursar dos ingenierías superiores, se puede decir que es como si, tras un accidente múltiple grave en la M30, se desviara el debate a si el vehículo eléctrico es bueno o malo. Se aprovecha un acontecimiento para desviar la atención, una táctica en la que, según un servidor, nuestro presidente Pedro Sánchez es cinturón negro, y también muchos de sus "followers", no exclusivamente de su partido, también de otros que ni siquiera son conscientes de ello.
En cualquier caso, resulta curioso cómo ha desaparecido del debate público un dato esencial: la demanda eléctrica se desplomó de 25 GW a 12,5 GW (justo la mitad) en menos de cinco minutos. Aquello no fue un descenso real, sino un dato manipulado. Es absolutamente imposible que la mitad de España dejara de consumir en un instante tan corto. No habría ocurrido ni aunque se hubieran tirado bombas atómicas a la vez en todas las grandes ciudades del país. Sencillamente, no se puede hacer eso en el mundo real. Y además, es imposible. Así que falló el dato clave, un registro informático, no la red eléctrica.
Por otra parte, si uno consulta a buenos expertos en ciberseguridad, si se hubiera tratado de un ciberataque real, la recuperación del suministro no se habría logrado en tan pocas horas. Cuando tienes "el virus dentro", lo más probable es que haya réplicas y dificultades para restaurar el servicio a la primera. Solo hay que acordarse del ataque al SEPE, hace unos años.
Por tanto, todo apunta a que se trató de una manipulación. ¿Y quién llevó a cabo tal manipulación? Más aún, ¿por qué se personó el CNI en Red Eléctrica al instante y no intervino la Brigada de Delitos Informáticos de la Guardia Civil o de la Policía Nacional, como es habitual casos donde se necesita investigar un incidente?
Pero lo peor no es nada de esto. Si aceptamos la hipótesis de que se trató de una manipulación, debemos asumir que el responsable de la misma podría volver a hacerlo cuando lo considere oportuno. El apagón del 28 de abril, en ese caso, no sería más que un experimento. ¿Por qué y para qué realizar un experimento de ese calibre?
Si al lector le sueña extraña esta afirmación, solo hay que analizar el contexto: ocurrió un lunes a media mañana, unos diez días después de Semana Santa y pocos días antes del puente de mayo. Ello implicaba que la mayoría de los españoles estábamos en nuestros lugares de trabajo o en nuestros hogares. Un entorno controlado. Además, el clima era templado, sin necesidad de calefacción ni de aire acondicionado, que en otras épocas del año podrían haber hecho estragos. Por otro lado, al situarse en una semana de puente, muchas empresas operaban a medio rendimiento, lo cual reducía el impacto económico inmediato. También se eligió un horario de mediodía, evitando así riesgos de altercados o vandalismo nocturno, o un mega-caos a las horas punta de la mañana o de la tarde. ¿No resulta, al menos, sospechosa tal coincidencia de factores? ¿No es así como se diseñan los experimentos?
Todo apunta a un experimento perfectamente planificado. Y si algo enseña la historia es que nadie lleva a cabo un experimento de tal magnitud sin tener la intención de continuar con nuevas fases. Por ello, le invito a que se prepare para otro gran apagón, esta vez de mayor envergadura y duración. Quizás le sorprenda en Benidorm, en Torrevieja o a bordo de su yate en Puerto Banús. O tal vez, solo tal vez, durante la vuelta al colegio en septiembre. Y esta vez podría prolongarse durante días.
Le recomiendo, por tanto, que tenga en casa pilas, agua mineral y un transistor. Y que disponga de algo de dinero en efectivo, por lo que pueda pasar. Nadie sabe cuándo volverá a ocurrir ni cuánto tiempo durará. Lo único cierto es que la incertidumbre se ha instalado entre nosotros y que, más allá de debates estériles sobre energías renovables o nucleares, que en realidad solo interesan a unos pocos, lo que verdaderamente importa es estar preparado para lo que venga. Parece que ahora, más que nunca, esos matones de colegio que nunca valieron para nada y que ahora son ya adultos y ocupan sillas en las instituciones, tienen una misión clara: seguir sin dejarnos vivir en paz.
Antonio Flores Galea tiene dos ingenierías superiores de Telecomunicación y en Electrónica por la Universidad de Sevilla y es MBA por la escuela de negocios IESE. Es profesor de Inteligencia Artificial y Big Data en la Universidad Francisco de Vitoria.


