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¿Qué pasó el lunes? La tormenta invisible que nos dejó a oscuras

Conviene recordar un principio fundamental de la física que seguro conoces: la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma.

El lunes, millones de personas en la Península Ibérica experimentamos un gran apagón que afectó a toda la red eléctrica. Para comprender lo ocurrido, conviene recordar un principio fundamental de la física que seguro conoces: la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. En el caso de la electricidad, cuando no puede circular desde las centrales hasta los consumidores, esa energía se transforma en calor. Y si no se controla a tiempo, ese calor se almacena en los elementos de la red puede hacer arder la propia infraestructura. Por eso existen mecanismos de protección que apagan las centrales, de forma parecida a cuando salta el diferencial de casa.

Este incidente ha puesto en evidencia la fragilidad de un sistema eléctrico cada vez más complejo, fruto de una liberalización del sector energético promovida por Bruselas que, en vez de centrarse en el ciudadano o el usuario, como ocurre en otros sectores como las telecomunicaciones, decidió girar en torno a los proveedores, por razones que nada tienen que ver con cuestiones técnicas.

Por este motivo, para gobernar este complejo entramado de proveedores, distribuidores, balanceadores, agregardores y muchas empresas más (todo renombrado con siglas que dificultan su comprensión al profano en la materia), fue esencial desplegar una red informática paralela a la red eléctrica, que regula su funcionamiento. Así, a diferencia de lo que muchos ciudadanos pueden creer, empresas como Endesa o Iberdrola no son las únicas responsables de llevarte la energía desde la central a tu casa. Desde la liberalización del sector, la estructura del sistema se compone de una extensísima y frágil cadena de intermediarios, cada uno añadiendo puntos de vulnerabilidad al sistema.

Caída del 60% en 5 segundos

Uno de los hechos más alarmantes del suceso es que, según los informes preliminares, la red informática detectó una supuesta caída del 60% en la producción eléctrica en tan solo cinco segundos. Físicamente, esto no es posible. Las centrales tradicionales tardan bastante tiempo en apagarse o encenderse, algunas varias horas, como las nucleares. Por otra parte, ni la energía solar ni la eólica se desvanecen de forma tan brusca, ni la meteorología cambia a esa velocidad sin previo aviso. Y el lunes no fue precisamente un día inestable o impredecible en cuanto al tiempo. Tampoco los españoles hicimos nada fuera de lo común para variar tanto el consumo y volver loca a la red. Otros fenómenos, como una tormenta solar, nos habría dejado sin radios y sin móviles antes que sin luz. Y eso no ocurrió. No.

La única forma de explicar un comportamiento de tal magnitud en tan poco tiempo es a través de un error en la red informática de gobierno, no en la red eléctrica. Sin embargo, resulta inquietante que una anomalía digital pueda desencadenar un colapso casi total en un país. En este punto, cabe destacar que los ingenieros suelen ser gente despabilada y han previsto ya este tipo de fallos, implantando sus medidas de protección y mitigación. Por eso, un error en la parte digital puede corregirse a tiempo y afectar, por ejemplo, a una ciudad entera o incluso a una región amplia. Pero, incluso en esos casos, los sistemas están programados para autorrecuperarse. En definitiva, la red funciona prácticamente en piloto automático, gobernada por la IA desde hace varios años. De otra forma sería imposible gestionarla. Sí, el sistema eléctrico español, y europeo, está diseñado para resistir fallos aislados. Sin embargo, para maximizar beneficios, trabaja cerca del límite operativo, lo que lo hace vulnerable.

Como medida de emergencia, se activó un protocolo de desconexión preventiva para evitar daños mayores. De ahí los apagones escalonados y la reactivación gradual, similar a la gestión que se hace de un embotellamiento en una autopista tras un accidente serio.

Curiosamente, la escasa interconexión eléctrica entre España y el resto de Europa (cuatro cables, literalmente), a menudo criticada por su ineficiencia, actuó esta vez como un dique de contención. Se desconectaron esos cuatro cables y esto nos dejó a los españoles (y portugueses) con nuestro problema, sin impactar al resto de Europa. Lo que nos podía proteger de los problemas de alemanes y austríacos hace unos años ha servido para protegerlos a ellos de nosotros. Paradójico pero real.

La pregunta clave

Sin embargo, la pregunta clave sigue sin respuesta: ¿por qué el sistema informático indicó una caída de producción tan drástica sin que existiera causa física alguna? La explicación más probable, por eliminación, apunta a una inserción de datos erróneos en un punto neurálgico. Si esto se confirma, estaríamos ante un sabotaje mediante ciberataque, una amenaza real en un mundo donde lo digital gobierna lo material.

El Gobierno ha prometido investigar. Mientras tanto, aunque haya vuelto la electricidad, los españoles permanecemos a oscuras, confiando en que el día menos pensado no regrese una nueva tormenta invisible.

Antonio Flores Galea tiene dos ingenierías superiores de Telecomunicación y en Electrónica por la Universidad de Sevilla y es MBA por la escuela de negocios IESE. Es profesor de Inteligencia Artificial y Big Data en la Universidad Francisco de Vitoria.

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