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Agapito Maestre

Mafia, audacia y elecciones

Sólo hay una salida: convocatoria de elecciones generales. Pocos españoles decentes están dispuestos a defender que esta legislatura dure hasta 2027.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez. | EFE

El miércoles había llegado la lluvia a Madrid; el jueves, 12 de junio, la lluvia volvió a marcharse; y el sol se alzó sobre su trono como un rey absoluto en toda España. El sol salió iracundo pero estaba moderado por las normas constitucionales. Esa mañana el calor estimulaba sin quemar, en los alrededores del Congreso de los Diputados; la luz era violenta, pero no mataba los colores; inciertas esperanzas se reflejaban en los rostros del sanchismo, desaparecieron en torno a las once de la mañana. La luz se hizo intensa. Cegaba. El auto del Tribunal Supremo se hizo público: el informe de la UCO de la Guardia Civil sitúa a Santos Cerdán, secretario de organización del PSOE, en la cúspide de la pirámide de una trama criminal de cobro de comisiones de constructoras. El Tribunal Supremo le ha propuesto declarar voluntariamente el próximo 25 de junio. Está al borde de la imputación judicial.

Otra vez, las esperanzas ciudadanas están puestas en que la Justicia ponga en su sitio y siente en el banquillo de los acusados al presidente del Gobierno. La Justicia está esforzándose para demostrar que todos los vericuetos de la corrupción conducen a Moncloa. La Justicia acaba con esta Presidencia del Gobierno o la democracia desaparece. El problema es saber si la justicia española está preparada o no para resistir al ejército gubernamental y mediático que Sánchez ha lanzado contra ella. Hay razones para el optimismo, sobre todo si tenemos en cuenta el trabajo concienzudo, limpio y transparente de los jueces que llevan a cabo las causas de la trama de Ábalos-Koldo-Cerdán, del fiscal general del Estado, del hermano de Sánchez y su esposa, sin olvidar del éxito que ha tenido el paro simbólico de la Administración de Justicia del día 11 de junio.

Pero el "partido", el proceso de actuación de la Justicia, no ha terminado. El escollo principal que deberá vencer la justicia para terminar con el sanchismo es el tiempo. Sí, el de la justicia siempre es más lento que el tiempo del totalitarismo sanchista. Sin embargo, la más que posible imputación de Santos Cerdán, puede acompasar el tiempo del gobierno y de la justicia. Ahí está el toque. Nadie descarte elecciones bajo el sol otoñal de septiembre. Este sería el diagnóstico más optimista que uno puede suponer. Es arriesgado. Pero no queda otra para sobrevivir con dignidad. Entre la mafia y un Estado sin columna vertebral, entre el jefe la mafia, que no se va y el otro, el jefe de la Oposición, que no presenta la moción de censura, escribimos para entender qué pasa. Entre la sociedad española, que no pasa de ser una masa gelatinosa, y un Estado sin autoridad, que impone en todos los ámbitos reglamentos sin sentido, la vida de los españoles se ha convertido en un infierno.

La compulsión política provocada por la corrupción socialista ha penetrado en la vida cotidiana de los españoles. Nadie sabe qué puede pasar mañana. He ahí el primer rasgo de un régimen totalitario. Necesitamos arriesgar, pues, una predicción para saber a qué atenernos, para quitarnos, en fin, el miedo de encima. ¡Arriesgar! Todos tenemos que arriesgar una predicción. Pero no es la audacia, ni su forma defectuosa la insolencia, virtudes "irracionales" que brillen en la sociedad española y mucho menos entre las elites intelectuales de nuestro país. La audacia no se limita al ámbito de la vida guerrera o de la acción humana en general. La audacia es necesaria también para el investigador, para el estudioso de todo tipo de ciencia, incluida la ciencia política. Hoy más que nunca se necesitan periodistas audaces. Sin hipótesis y razonamientos audaces nada se entiende de la situación política actual. No es un juego irreflexivo; al contrario, la audacia es una propuesta, un avance, fundamentado en la confianza en nuestro propio razonamiento.

La audacia exige llevar hasta sus últimas consecuencias una suposición. Mi conjetura es modesta, sencilla, común a la de la mayoría de los españoles. Sólo hay una salida: convocatoria de elecciones generales. Pocos españoles decentes están dispuestos a defender que esta legislatura dure hasta 2027. Pocos españoles dudan de que Sánchez no estuviera informado de la corrupción de su entorno. Pocos españoles creen que el Parlamento y el gobierno de Sánchez sean independientes. Todos dependen de la corrupción. La única esperanza razonable: es el adelanto de elecciones. Sí, tenemos que reconocer los principios más elementales para hacer viable la vida política: sin "elecciones ya" no hay vida democrática.

Y, sin embargo, y aquí está la tragedia, éramos millones los ciudadanos, entre los que me cuento, que nada esperábamos de la rueda de prensa de Sánchez. Ha repetido los pobres "argumentos" de Rajoy, en 2018, para atrincherarse en el poder. Ha pedido perdón por otros y ha eludido cualquier responsabilidad en la última corrupción. Y, por supuesto, ha ocultado que la corrupción fuera de su gobierno, desde el mismo momento que dio la rueda de prensa en las oficinas del PSOE y no en Moncloa, sede del gobierno. Todo era previsible en la comparecencia de Sánchez antes los periodistas. Nadie esperaba que presentase en público su dimisión y convocara elecciones generales. Nadie esperaba que hablase de la corrupción en su gobierno. Nadie esperaba que él se responsabilizara de nada. Su intervención ha sido una réplica perfecta de la que hiciera Rajoy en 2018, como demostró magistralmente el jueves por la noche el programa radiofónico de Dieter Brandau en esRadio.

Sánchez se hizo la víctima, personalizó y borró la objetividad de lo real; sí, cual psicópata de guardia, borró de un plumazo la objetividad de la investigación judicial, a saber, que existen cientos de indicios razonables que apuntan hacia él como responsable de toda la trama criminal. Durante su comparecencia, la intuición ciudadana, que está siendo corroborada por la Justicia y la Guardia Civil, fue objeto de un nuevo asesinato blanco; sí, cuando el mundo entero empieza a saber que el jefe de los verdugos de la democracia es él, nos dice que lo siente y que él no sabía nada. Victimización ridícula, o peor, acto bárbaro que reduce la política a mera personificación: "Yo no he sido". ¿Qué audacia podemos hallar en ese comportamiento? Ninguna. Tampoco demostraron mucha audacia las preguntas de los periodistas. Fueron correctas, pero timoratas, porque lejos de penetrar en el mundo de lo inseguro, prefirieron dejarse llevar por los caminos trillados de las costumbres más castizas… Ni siquiera uno de los allí presentes, ante tanta mentira, fue capaz de levantarse y abandonar la sala.

En este contexto dramático, sí, la predicción es un imperativo para quien escriba sobre el actual régimen político español. Decir, repito las veces que haga falta, es predecir Hay que arriesgarse. Tener valentía para equivocarse. ¿Habrá elecciones generales ya? Debería haberlas. Pero no es un problema ético que haya o no elecciones. Es una cuestión de necesidad. Tendremos elecciones. Si no las hubiera, entonces preparémonos para vivir definitivamente en un régimen de dictadura permanente. La reacción de los socios del gobierno de Sánchez no dan para mucho. Nadie espere nada de los separatistas y los comunistas. Las declaraciones de unos y otros tienden a proteger a Sánchez. Por ejemplo, las de Rufián no engaña ni a sus votantes, cuando mantiene que su partido tendrá que elegir entre la ideología y la decencia. Y lo que dicen los otros socios de Sánchez es pura faramalla. Nada. Tampoco nos dejemos engatusar por los cantos de Guerra y González para que haya nuevas elecciones. Está bien que siga cacareando contra Sánchez, pero seamos realistas, audaces, y digamos la verdad. Sólo los imputados, o a punto de ser imputados por la justicia, pueden acabar con Sánchez. Aldama, Koldo, Ábalos y Santos Cerdán seguirán, como suele decirse en el argot judicial y policiaco, cantando. Exactamente eso puede llevar al procesamiento de Sánchez. ¿Acaso es a eso lo que espera el señor Feijóo para no presentar la moción de censura que acabe con esta agonía? Es posible.

Se dice que las peleas de la mafia son, muchas veces, más crueles y sangrientas que cualquier otra batalla. Los políticos del PP en general, y Feijóo en particular, corren el peligro de esperar demasiado a que la mafia acabe con Sánchez. Aquí el tiempo vuelve a ser decisivo. Pueden estar equivocándose. Después de superar dificultades intelectuales y morales importantes, puedo hacerme cargo de los pobres argumentos de Feijóo para no "legitimar" a Sánchez presentándole una moción de censura que, sin duda alguna, pudiera perder. Pero no es menos importante que cada día que pasa Sánchez en el poder, España se consolida como la Venezuela de Europa. Los servicios públicos se degradan. La gente se acostumbra a convivir en el caos sanchista y traga con todo, incluso podría llegar a ser procesado y, después, indultado por su Tribunal Constitucional. El tiempo es oro. También para usted, señor Feijóo. Aprovéchelo.

El peligro más grande que corren hoy los españoles es caer en la apatía. Y a ella, según mi parecer, pudiera contribuir de modo decisivo el PP con su taimado, astuto y cazurro comportamiento para enfrentarse a Sánchez. Rechazar de entrada la moción de censura puede llevar a millones de españoles a la apatía. Es inmoral y atenta, sin duda alguna, contra la vida, como dijera Sandor Márai. "Estaba apático porque me aburrían la maldad constante y generalizada y la inmoralidad idiota y testarada. No hay nada más aburrido que el crimen. 'Satan es pur', decía Maritain. Sí. Satanás es puro porque no miente: no desea más que el Crimen. Pero el Crimen es estúpido y aburrido."

Contra la apatía, pues, no queda otra: movilización permanente contra el totalitarismo sanchista.

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