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Pedro de Tena

La reacción de "la puta España"

La corrupción principal no es la económica, que sí, que es importante, que es asquerosa y miserable. La corrupción esencial que no se ha afrontado es la moral, la legal, la constitucional, la felonía antipatriótica que se está perpetrando.

Europa Press

La reacción de "la puta España"

"La puta España" fue la única expresión famosa de un "chistoso" gallego ("español" en Iberoamérica) abducido por el separatismo catalán. No sabíamos que su proclama iba a formar parte de la realidad, pero así ha sido. Ya se sabe que una puta, o puto, es alguien que vende su cuerpo por dinero, voluntaria o forzadamente. Si es por necesidad, no diré nada. Otra cosa es que se sea tiranizada por un chulo que la gobierna prostitucionalmente[i].

Sí, España, la España heredada de los siglos, y singularmente la democrática derivada de la Transición, está siendo prostituida a la fuerza por un rufián (lo dice así el Diccionario) que vende el cuerpo y el alma de la nación común a quienes están dispuestos a pagarle en moneda política para satisfacer sus instintos antiespañoles y sus placenteros delirios aldeanos, al tiempo que salvan de los tribunales al amoral proxeneta. No es que España sea puta, sino que la están puteando, esto es, que la obligan a ser tal y no hay reacción suficiente ante esta felonía.

La izquierda al uso entre nosotros suele utilizar el concepto físico de "reacción" política para referirse a la oposición que sufren sus acciones "progresistas" y "solidarias". Estas actividades suelen resumirse en ataques a la libertad, al desprecio del patriotismo (salvo de aquellos patrioterismos que les interesan por algo) y al despojo de la propiedad de los demás para engrosar la del Estado (que ellos intentan acaparar para hacer depender a los más de su "generosa" beneficencia), cuando conviene por la ley y cuando no, contra la ley[ii].

Sobre todo, el "reaccionario", propagan, es quien detiene, frena o da marcha atrás a una historia inteligible sólo para el progresista. El gran pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila, en su ensayo sobre el reaccionario auténtico, lo explica con suma claridad:

"Convencido de la racionalidad de la historia, el progresista radical se asigna el deber de colaborar a su éxito. La raíz de la obligación ética yace, para él, en nuestra posibilidad de impulsar la historia hacia sus propios fines. El progresista radical se inclina sobre el hecho inminente para favorecer su advenimiento, porque al actuar en el sentido de la historia la razón individual coincide con la razón del mundo. Para el progresista radical, pues, condenar la historia no es, tan solo, una empresa vana, sino también una empresa estulta. Empresa vana porque la historia es necesidad; empresa estulta porque la historia es razón."

Psicológicamente, la "reacción" se pretende interpretar como el mal concebido como una vuelta atrás, como un regreso al pasado, como el desandar un camino iluminado, como la obstrucción de un futuro prometedor. En el uso del español, "reaccionario" significa desde "apostólico, carca, carlista, cavernícola o franquista" a conservador o moderado, pasando por "momio, neo (religioso en demasía), retardatario, retrógrado y ultramontano." Sin embargo, progresista es un término bien tratado, hasta en los Diccionarios.[iii]

Es sabido que la izquierda, desde su seducción por el bolchevismo, siempre valoró superlativamente la propaganda afectiva y efectiva muy por encima de la racionalidad, la filosofía y la teoría políticas. En realidad, no se trata de que su electorado o público piense, aprenda y mejore sino de que obedezca ciegamente las consignas de los "revolucionarios profesionales", los únicos que conocen la "ciencia de la historia", la definición de sus contradicciones y la estrategia y la táctica adecuadas para conquistar el poder del Estado, que de eso se trata.

Hay quien puede pensar que la reacción española es la derecha, en su conjunto o en cada una de sus partes. Pero no es así. Para esta misma izquierda que nos gobierna los nacionalismos regionales siempre han sido lo más reaccionario existente en España, no sólo por el egoísmo insolidario de sus pretensiones, sino por su proximidad al carlismo religioso del que proceden. Si ahora "han dejado de serlo" publicitariamente es porque le adeudan la ayuda prestada para gobernar. "Nicolás, no te equivoques. Nuestro amigo es el PNV", sentenció Felipe González a Redondo Terreros, ahora convertidos en reaccionarios.

Hoy lo que observamos son "reacciones" diversas y variadas ante las agresiones que una gran parte de la población española (incluso alguna que se define como "progresista") padece. Pero las siente tan débilmente como la rana advierte el aumento paulatino del calor del agua en la que va a hervir sin remedio. O lo percibe intermitente o incompletamente en su magnitud. O sea, no reacciona porque no se percata suficientemente del daño inminente.

Sin embargo, desde hace unos años, la sensación de que el velo de la historia está destapando la porquería de sus pretendidos intérpretes, la reacción nacional se está fortaleciendo sin que, hasta el momento, haya cuajado como alternativa cultural eficaz y global a la idea del mundo de los que se autocalifican de portadores del secreto de la realidad histórica y de su marcha.

El debate parlamentario de esta semana sobre la corrupción, manejado con habilidad por la izquierda y los separatismos, se ha centrado en la perfidia amoral de un puñado de socialistas, con socios separatistas y comunistas, que parecen haberse enriquecido de forma repugnante (incluso, putera) con los dineros de los ciudadanos, también cuando centenas de miles de ellos morían dócilmente en una terrible pandemia no investigada. El gran éxito del debate para la izquierda y el separatismo ha sido hacer desaparecer del escenario la corrupción mayor, la que se inició en 2004, se vive angustiosamente desde 2018 y se evidenció decisivamente en 2023.

Hasta Rafael Vera, recuérdese su entrada en la cárcel de Guadalajara tras el juicio sobre los GAL, se ha percatado de la gran mentira que ha rodeado al debate. La corrupción principal no es la económica-administrativa, que sí, que es importante, que es asquerosa y miserable. La corrupción esencial que no se ha afrontado es la moral, la legal, la constitucional, la felonía antipatriótica que se está perpetrando.

Cuenta Vera en un artículo que "en agosto de 2015, en el pequeño tanatorio del Hospital Clínico de Madrid, en el fallecimiento de ese gran hombre que fue Txiki Benegas -quien hoy se espantaría al ver en qué se han convertido algunos de sus compañeros vascos-. Yo estaba allí porque era amigo de Benegas y quería dar el pésame a su familia. Llegó Pedro Sánchez, que llevaba un año como secretario general del PSOE, se me acercó, me saludó, y muy amable me dijo: "Te llamaré, quiero hablar contigo, porque yo fui uno de los muchos que estuvimos apoyándoos en la puerta de la cárcel la entrada tuya y de Barrionuevo en la prisión de Guadalajara. Quiero que me cuentes todo lo que os hicieron".

Si, sí. Es el mismo Pedro Sánchez. Antes jaleando a los GAL y ahora haciéndose fotos con los bilduetarras de Arnaldo Otegui, nutridos con cada vez más desparpajo amenazante[iv] con los asesinos de ETA en libertad o en prisión mitigada. Pone los pelos de punta que el mismo que se ufanaba de haber aplaudido a los que impulsaron los asesinatos de los GAL, sea el que se sienta con los epígonos de los caníbales de ETA. Da una idea muy clara de su anomia moral, de su desprecio por cualquier víctima, de su obsesión por lograr y usar el poder como sea y para lo que sea.

La representación ha sido muy sencilla y su transmisión a la Nación muy directa y precisa. Ciertamente, ha habido y hay corrupción y prostíbulos en el gobierno, en el PSOE y en sus socios, pero, aunque define esencialmente el carácter del monstruo frankensteiniano, no se presenta como política general, sino que se ciñe a la avaricia y la mezquindad de unos pocos. Eso es lo que se ha escenificado con gran acierto. Naturalmente, el que haya garbanzos negros no obliga a desperdiciar todo el puchero. Además, como no se ha votado si tirarlo o no tirarlo, la olla sigue hirviendo.

¿Qué puchero es ese? El que está precisamente dentro de la olla podrida que remueve Pedro Sánchez. El mismo Vera percibe dos líneas esenciales de cochambre en el guiso:

"En primer lugar, han conseguido blanquear lo que parecía imposible: toda la actividad terrorista que, con un soporte político y social dirigido por Bildu y con parte de la sociedad vasca como comparsa, han logrado, desde las propias estructuras del Estado, que los terroristas ganen por fin "el relato". Homenajes populares, ayudas económicas y sociales para los criminales que salen de las cárceles sin haber cumplido en su totalidad las penas son las medallas que ahora los distinguen. Ha desaparecido prácticamente el reproche mediático y social y se presenta a esos mismos matones de antaño, siempre chulescos y altaneros y nunca arrepentidos de sus crímenes, como unos auténticos héroes frente al Estado opresor. Enhorabuena al sanchismo: ayer, ETA nos asesinaba en masa; hoy, Bildu dirige la voladura del Estado democrático y de derecho."

Este fin de semana se cumplen los 28 años del asesinato vil de Miguel Ángel Blanco en los montes de Ermua. Pocos recuerdan que pasó decenas de horas llorando en un maletero[v] y cómo el canalla Chapote le disparó dos tiros por el mero hecho de ser concejal del PP y para vengar la liberación de José Antonio Ortega Lara por la Guardia Civil. ¿Qué poetas cantan su nombre y lo qué llegó a simbolizar? Pocos saben que significó y significa aquella primera reacción nacional contra el terror que los nacionalistas, ayudados luego por la izquierda, se apresuraron a silenciar. Y lo lograron.

Y la segunda: "El referéndum catalán ilegal, la Declaración Unilateral de Independencia, la famosa DUI y el posicionamiento inicial de todos los partidos políticos, denunciando por unanimidad la inconstitucionalidad de lo acaecido en Cataluña perpetrado por una banda de golpistas. El Estado funcionó, como no podía ser de otra manera, y se dictó prisión para los promotores y colaboradores. Hubo luego un juicio justo, con todas las garantías del Estado de Derecho y con la mirada vigilante de la Justicia europea.

Sin embargo, por motivos tan espurios como llegar y conservar el poder a toda costa, el proceso llevó a posteriores indultos que acabaron en una amnistía soportada en dos razones exclusivas: seguir teniendo mayoría para gobernar y 'pacificar a la sociedad catalana'. Pero los condenados y amnistiados siguen en sus trece: "Lo volveremos a hacer", dicen. No hay pacificación, sólo compra de votos. Pese a todo, un Tribunal Constitucional acusado ahora de prevaricador ha dictado una sentencia dramática, anulando delitos que incitaban a un golpe de Estado. La prensa del sanchismo, salvo raras excepciones, calla y otorga. Parte de la sociedad catalana acoge y arropa a los "golpistas". La sociedad española se convulsiona."

Pero hemos picado el anzuelo corruptor. Una vez más. La corrupción exhibida y debatida en el Congreso de los Diputados daña y mucho, pero no es la que destruye de raíz la nación española. Incluso el PP y Vox han aceptado mayormente ese marco de referencia, ese centrarse en los dineros, el sexo y las grabaciones. ¿Qué ocurre?

Que los ciudadanos españoles apenas castigan, asqueados ya por parecerles común a todos los partidos, ese tipo de degeneración. Se ve luminosamente en todas las encuestas cuando se pregunta por los problemas nacionales. Sí, esa corrupción está mal, es chunga, pero no es la trascendente, ni será capaz de provocar un cataclismo electoral decidido, una reacción nacional contra ella.

La verdadera corrupción prostitucional de la democracia española es que un partido que no ganó las elecciones, ayudado por otros, varios y también minoritarios, la mayoría antiespañoles, todos anticonstitucionales y alguno formado por los sucesores de ETA o ex miembros de la banda, está gobernando una nación y usando su Estado de Derecho para dinamitar su unidad, su existencia histórica y la Ley de Leyes, y las demás leyes, que le permitieron llegar al gobierno. Esto es, es el ejemplo de cómo desde la legalidad se puede dar un golpe de estado y no sólo en Cataluña, sino en toda España. ¿O qué si no ha sido la Ley de Amnistía? Extender el golpe de estado a todas las instituciones y a la Nación.

Esta es la verdadera prostitución corrupta que vive España y por lo que se nos viene a la cabeza el famoso insulto, "la puta España". Pero no, España no es puta por propia voluntad. Se la está sometiendo a prostitución continuada gracias a que sus enemigos han encontrado a un traficante sin escrúpulos capaz de venderla, en cuerpo y espíritu, una realidad de siglos con su democracia dentro, con tal de mantener su prostíbulo. De esta corrupción, la esencial, se habló poco y demasiado de las saunas y los "saunófilos".

Lo del Pleno del Congreso no fue más que la teatralización del puterío. Pedro Sánchez no dimite porque no puede. No dimite porque quienes le auparon al gobierno le exigen que remate la faena antinacional, una faena impropia para la que, desde los tiempos de Rodríguez Zapatero, han encontrado a un PSOE capaz de conseguirles lo que nunca podrían lograr sin él: una confederación plurinacional (¿putinacional?) que convierta a la mayoría de España en esclava del placer de unos putañeros que la penetrarán y desgarrarán sistemáticamente hasta su agotamiento total.

Pedro Sánchez no dimite porque quien lo ha puesto ahí no quiere que el encargado del garito deserte antes de haber apuntillado para siempre a la piel de toro española. Por ello, el propio Sánchez se refirió a que aún estaba pendiente "culminar ese proyecto que es el autonómico". Esto es, en traducción de Isabel Díaz Ayuso, "preparación de la anexión de Navarra al País Vasco y la ruta hacia el Estado plurinacional", acabando así con la igualdad ante la ley, la democracia y la nación.

Esta es la gran corrupción de la que no se habló lo suficiente. Y ya pronto, tendremos la financiación singular de Cataluña, otra traición social. O sea, el empeño en destruir a la "puta España" no cesa, sigue y seguirá para gozo de los álguienes en la sombra que inspiran esta locura, que los tiene que haber como los hubo en el pasado.

Pero la gran España de la mayoría real no reacciona más que a ratos ante esta ceremonia prostitucional. Hay indicios de que desde la izquierda socialdemócrata a la derecha puede zurcirse un nuevo marco de convivencia democrática, pero ello exige coger al toro por los cuernos. Es decir, hay que reconocer que fue la Transición la que nos ha traído hasta aquí y ello implica afrontar una gran reforma general para que lo que está ocurriendo deje de ocurrir y no vuelva a suceder jamás.

Dicho de otro modo, hay que ser capaces de que España sea gobernada y dirigida por su gran mayoría y no por una cuadrilla de minorías antiespañolas. De lo contrario, nunca dejaremos de ser "la puta España".


[i] La forma adjetiva, y su adverbial, es original, creo, de Federico Jiménez Losantos

[ii] Eso estuvo claro en el PSOE desde Pablo Iglesias Posse. Con la ley cuando beneficie y fuera de la ley, cuando sea menester. O sea, que la ley se cumplirá o no según interese.

[iii] Progresista es "el partidario del progreso" y progreso es "marcha hacia adelante", la "acción y efecto de crecer o mejorar en cualquier cosa, adelanto". "Se emplea particularmente con referencia al desarrollo cultural de la humanidad o de un país, en general, en una época o en un aspecto determinado. E incluso "civilización."

[iv] "Por Euskal Herria que no se les ocurra venir, aquí les vamos a parar como sea", le ha espetado Otegui al PP y a Feijoo. Como sea, es decir. Él sabe.

[v] Sus lágrimas dejaron canales en la piel de su cara, cuenta Carlos R. Estacio en su gran libro La tribu caníbal

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