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Una propuesta de paz para Gaza que no va a gustar a nadie

El único proyecto de genocidio en la zona es el que se cierne como una espada de Damocles sobre Israel.

El único proyecto de genocidio en la zona es el que se cierne como una espada de Damocles sobre Israel.
Ayuda humanitaria lanzada desde el aire por un avión militar sobre el norte de la Franja de Gaza. | EFE

La semana pasada discutí la acusación contra Israel de estar cometiendo un genocidio en Gaza, lo que se ha convertido en un cliché acomodaticio para el habitual antisemitismo occidental. En estos días, periódicos como The New York Times han acusado a Israel de estar matando de hambre a los niños gazatíes, una versión contemporánea de los libelos de sangre lanzados contra los judíos en la Europa medieval y renacentista, cuando se propagaba que usaban la sangre de niños cristianos para sus ritos. La mayor parte de los medios de izquierda no han dudado en instrumentalizar a un par de niños con enfermedades genéticas para mostrar fotos de supuestos niños demacrados. Un caso más en que la estética —iluminación sedosa, composición emocional— lucha contra la ética —haciendo que una imagen valga todavía menos que mil mentiras—.

Pero ahora me quiero centrar en una propuesta para arreglar, dentro de lo posible (repito: dentro de lo posible), el problema enquistado del conflicto entre israelíes y gazatíes, que pasa necesariamente, como explicaré, por ir más allá de israelíes y palestinos para involucrar al resto de agentes internacionales, empezando por los que crearon el problema con su pasiva parsimonia, la cual solo puede resolverse ahora con una activa política de pacificación y reconstrucción, tanto física como política y, sobre todo, espiritual.

Empecemos por lo obvio, pero que, sin embargo, es olvidado y negado por todos aquellos que, como Macron y Sánchez, se lanzan a brindis al sol y declaraciones tan enfáticas y empáticas como falsas y malintencionadas. Y lo obvio es que las condiciones de Israel para poner fin a la guerra en Gaza, articuladas principalmente por Benjamin Netanyahu y centradas en objetivos estratégicos y de seguridad, son de obligado cumplimiento. En primer lugar, destrucción de las capacidades militares de Hamás. Israel ha enfatizado que la guerra no terminará hasta que Hamás sea eliminada como una amenaza militar. Primera trivialidad, pero que alguien como Sánchez, que prefiere pactar con golpistas y terroristas a derrotarlos en todos los frentes, no puede entender. Esto incluye desmantelar su infraestructura militar y prevenir su capacidad para llevar a cabo ataques futuros contra Israel. Netanyahu ha declarado que cualquier alto el fuego sería temporal y que Israel no detendrá la guerra hasta que este objetivo se cumpla. Elemental, querido Watson.

Por otra parte, liberación de todos los rehenes. Aquellos que claman por un supuesto genocidio "olvidan" sistemáticamente que todavía hay decenas de secuestrados israelíes en Palestina. Si hubiesen empleado una millonésima parte de la energía que han usado en gritar Free Palestine para exigir la liberación de los rehenes, a lo mejor a estas horas no habría guerra. Israel ha indicado que está dispuesto a negociar intercambios de rehenes por prisioneros palestinos (presos políticos para populistas de extrema izquierda como Otegi y Pablo Iglesias, terroristas para cualquiera con sentido liberal de la democracia desvinculado de la violencia), pero no aceptará un alto el fuego permanente sin la liberación de todos los rehenes. Quod erat demostrandum.

Una vez eliminada Hamás y recuperados los rehenes, Netanyahu ha establecido un plan para el control de seguridad sobre Gaza, algo fundamental para garantizar que no vuelva a representar una amenaza. Esto incluye la oposición a que la Autoridad Palestina o cualquier entidad que apoye el terrorismo gobierne Gaza, así como el establecimiento de una zona de amortiguamiento dentro de Gaza para separar a Israel de la población de la Franja. Netanyahu ha dejado claro que cualquier alto el fuego será temporal y condicionado a los avances hacia los objetivos de Israel. Ha rechazado propuestas de alto el fuego que incluyan una retirada total de las fuerzas israelíes de Gaza o un fin permanente de las hostilidades sin la derrota de Hamás. Hay que tener siempre en cuenta que el único proyecto de genocidio en la zona es el que se cierne como una espada de Damocles sobre Israel, lo que sería aplaudido y vitoreado en todo el mundo islámico y por buena parte de los herederos en Occidente de los pogromos, las expulsiones y, contra los negacionistas como David Irving, el genocidio, este sí real, contra los judíos.

Estas condiciones reflejan la postura de Israel de priorizar la seguridad y la eliminación de la amenaza de Hamás sobre un alto el fuego permanente. Por su parte, los terroristas palestinos han exigido un fin completo de la guerra, la retirada total de las fuerzas israelíes y la entrada de ayuda humanitaria sin restricciones para, esto lo añado yo, poder seguir extorsionando a los palestinos y usándola para sus proyectos terroristas, claro, mientras la ONU y la UE miran hacia otro lado cuando el dinero que donan se convierte en armas y túneles bajo hospitales y escuelas.

Evidentemente, Israel insiste en la destrucción de las capacidades militares de Hamás y el control de seguridad sobre Gaza, mientras que Hamás exige una retirada total de Israel y el fin de las hostilidades. No es de extrañar que las posiciones estén estancadas. Pero cualquier equidistancia entre terroristas y un Estado de Derecho, entre los agresores de Hamás y sus víctimas israelíes, sería complicidad con los culpables. Para los que llaman "paz" al sometimiento a los dictadores, no hay problema en asumir posicionamientos tan ilusorios como convenientes (para ellos), al estilo de los dos estados.

Pero seamos osados e imaginativos saliéndonos de la caja mental en la están encerrados hunos y hotros: una propuesta de paz que fuese tan justa como eficiente pasa por el control de Gaza por una fuerza militar independiente, no por la ONU, claro, una institución totalmente desprestigiada por gente como António Guterres o Francesca Albanese, sino por una coalición multinacional que actuaría como un amortiguador neutral para estabilizar Gaza, supervisar un alto el fuego, garantizar la entrega de ayuda humanitaria y prevenir la reanudación de hostilidades. Esto implicaría desarmar a Hamás, asegurar la frontera y supervisar la reconstrucción.

Esta fuerza internacional de intervención militar conjunta —no bajo el paraguas de la ONU, hoy desprestigiada como decía, sino bajo una coalición específica— estaría formada tanto por países occidentales como por naciones musulmanas clave. Este tipo de fuerza serviría como agente neutral que supervise la seguridad, gestione un alto el fuego efectivo, asegure la distribución de ayuda humanitaria y respalde la reconstrucción institucional y material de Gaza, todo bajo un mandato robusto y reglas de enfrentamiento nítidas, como han sugerido expertos en el terreno.

Las ventajas y funciones esenciales de este modelo serían múltiples. En primer lugar, se lograría una imparcialidad efectiva, ya que una misión codirigida por actores occidentales y musulmanes (por ejemplo, con participación de la UE, EE. UU., la UE, Egipto, Emiratos, Arabia Saudí y potencialmente Turquía) puede ofrecer las garantías de neutralidad necesarias tanto para Israel como para los propios palestinos, evitando que ninguna de las partes perciba la intervención como hostil o parcial.

Además, se sustentaría en la legitimidad y respaldo internacional. Sería deseable lograr un mandato, formal o informal, del Consejo de Seguridad, pero, en caso de bloqueo geopolítico, el precedente de otros despliegues multinacionales muestra que es factible operar por acuerdo directo de los interesados principales y actores externos relevantes. En cuanto al esencial desarme y control del territorio, la fuerza debe tener capacidad real de desarmar a grupos armados, asumir el control temporal de áreas sensibles y asegurar fronteras para impedir la infiltración de armas o la reanudación de hostilidades. Los ayatolás iraníes no estarían muy felices, pero sus lágrimas servirían para regar el jardín de una Gaza liberada.

Por último, pero crucial, sería la reconstrucción y transición política. La misión debe encargarse de restablecer servicios básicos, gestionar desplazados y facilitar —a medio plazo— la transición hacia una autoridad palestina legítima, estable y ajena al terrorismo. Si los batasunos fueron ilegalizados, imaginen lo que hay que hacer con los hamasunos. Como han demostrado los años previos, Hamás, Hezbolá y la Autoridad Palestina son enemigos de su propio pueblo, bien por estar sometidos a potencias ajenas, como Irán y Catar, bien por su propio fanatismo religioso y estupidez cognitiva.

Elevando el nivel del análisis hacia la abstracción sociológica y geoestratégica, sería un precedente para la superación de la "lucha de civilizaciones". Impulsar una coalición militar y política que incluya a potencias musulmanas y occidentales en pie de igualdad supondría un golpe concreto y simbólico a la tesis de Samuel Huntington sobre el inevitable choque de civilizaciones. Este "frente común", basado en principios de seguridad y derecho internacional, demostraría que la cooperación es posible y deseable frente a la narrativa de enfrentamiento entre Occidente e Islam.

Este tipo de misión, más que un simple parche temporal, podría sentar las bases para una cooperación geopolítica global que rebaje la polarización y abra vías serias para la paz en la región. Si Occidente y el mundo musulmán actúan juntos en la defensa de un modelo de seguridad compartida y reconstrucción, estarán no solo salvando vidas en Gaza sino también blandiendo una alternativa real frente a los augurios oscuros pero realistas del odio tribal y el fatalismo culturalista de Huntington. La historia juzgará si fuimos capaces de estar a la altura de ese reto. Mi apuesta es que no, pero que no se diga que no hubo quien planteó una solución heterodoxa pero, si de verdad hubiese voluntad y no solo gimoteo, factible.

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