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Pedro de Tena

Oriana Fallaci, la izquierda y el antisemitismo

Fallaci, que simpatizó inicialmente con la causa palestina, dedujo de su experiencia la peligrosidad del antisemitismo.

La periodista Oriana Fallaci en 1981 | Cordon Press

¿Cómo ha podido resurgir el odio del antisemitismo tras el exterminio nazi de judíos durante la II Guerra Mundial? Todo parecía que iba a ser diferente después de Auschwitz. Incluso esta España nuestra, que estableció relaciones diplomáticas con Israel en 1986 en tiempos de Felipe González, pareció librarse de la epidemia antisemita que se había sembrado, no sólo en los regímenes fascista y nazi de la primera mitad del pasado siglo, sino en una izquierda social comunista, e incluso cristiana (a pesar de la petición de perdón de algunos Papas).

Las relaciones de la izquierda europea con el antisemitismo ha sufrido numerosos vaivenes, fruto de su confusión acerca de la esencia de "lo judío" y víctima de las simplificaciones más extendidas y aceptadas: "Los judíos mataron a Cristo", "los judíos son adoradores del dinero", "los judíos son la trama oscura del capitalismo", "el sionismo es el padre de todas las conspiraciones internacionales", "los judíos aplican un genocidio a los palestinos" (recuérdese la inmensa popularidad del libro Los protocolos de los Sabios de Sión, demostradamente falso) y otras sentencia semejantes.

Aunque desde el propio Marx, judío de origen, se vinculó a los israelitas con el dinero y el capitalismo, Lenin, de lejana ascendencia judía, fue políticamente enemigo del antisemitismo zarista, como lo fue la socialdemocracia europea. Fue Stalin[i] quien dio el giro antisemita en la izquierda comunista anatematizando a los judíos, tolerados, e incluso premiados por sus contribuciones a la defensa nacional durante la Segunda Guerra Mundial.

Hasta 1948, fundación del Estado de Israel (recuérdese la poco conocida cantata de Rafael Alberti por su creación), el comunismo, siempre modelo estratégico de las izquierdas europeas, defendió los derechos del pueblo de Israel a existir. "Pradera del reposo, panal del corazón, pañuelo de los largos lamentos de Sión. /Joven escudo al brazo de los verdes varones. /Israel, primavera de las nuevas naciones." Así cantaba el de El Puerto de Santa María en aquel momento histórico.

El meollo de la propaganda soviética comenzó a destacar el sionismo como algo muy malo y peligroso que convertía a todo israelita en enemigo potencial a causa de su presunta lealtad oculta al Estado de Israel, por encima de la debida a las patrias de nacimiento y sus Estados. De hecho, se les calificó sin distinción como "cosmopolitas sin raíces", que fue la consigna emanada de los servicios secretos.

Sólo dos ejemplos de ello. Uno, la acusación a los doctores judíos de conspiración contra la URSS en 1952-1953, conocido como el complot de los médicos, tras la cual facultativos judíos fueron detenidos y torturados para arrancarles confesiones de sionismo y demostrar que trataban de envenenar a los dirigentes soviéticos. Posteriormente se demostró su falsedad.

Otro, la noche de los poetas asesinados (12 de agosto de 1952) durante la cual trece escritores y artistas judíos, algunos de ellos miembros el Comité Judío Antifascista, fueron liquidados en la prisión moscovita de la Lubianka. Entre las víctimas destaquemos al poeta Peretz Markish, condecorado con la Orden de Lenin y agraciado con el Premio Stalin, encarcelado en una purga en 1949 y asesinado tres años después. Tras la muerte de Stalin fue rehabilitado. Esa narrativa fue exportada a los partidos comunistas europeos durante el resto de la Guerra Fría.

Ciertamente, la URSS estalinista pasó de cantar la aparición del Estado de Israel a considerarlo un diablo político en la década siguiente y, desde entonces, en las sucesivas. Israel fue considerado el instrumento del imperialismo internacional norteamericano. ¿Es éste el origen de antisemitismo actual de la izquierda social-comunista? Eso parece, si bien hay que sumar raíces tradicionales derivadas de viejas creencias y nuevos factores coyunturales, como la simpatía "progresista" inexplicable o calculada hacia el islamismo.

No todos sus entonces representantes aceptaron tal deriva en la que veían el suicidio de Europa. Jorge Semprún escribió en un famoso prólogo al cuarto tomo de la Historia del antisemitismo de León Poliakov: "Para nosotros, el antisemitismo no es una mera aberración intelectual, sin duda abyecta, pero que pueda ponerse entre paréntesis, considerarse como un fenómeno histórico secundario. Para nosotros, el antisemitismo es el síntoma esencial del Mal absoluto y como tal hay que tratarlo, extirpándolo de la sociedad sin miramientos, radicalmente, y cualquiera que sea el ropaje ideológico que lo encubra."

Y añadía una reflexión decisiva que hoy nuestra izquierda, cada vez más antisemita, desdeña: "Hoy por hoy, y aunque no nos gustaran los dirigentes de dicho Estado (¡cuántos dirigentes de tantos Estados nos disgustan, sin que pongamos por ello en entredicho el derecho de estos últimos a coexistir con nosotros!), aunque criticáramos tal o cual aspecto de su política, la afirmación del derecho de Israel a mantenerse en paz en un territorio garantizado por la comunidad de las naciones es el punto primero de cualquier toma de posición sobre la cuestión judía."

Si uno repara en las declaraciones y actitudes del socialcomunismo español actual desde el propio Pedro Sánchez alentando el antisemitismo por su ambigüedad deliberada en la distinción entre el gobierno y el pueblo o el Estado israelí; de la vicepresidenta Yolanda Díaz, de Izquierda Unida, Podemos y, eficientemente, las izquierdas separatistas vasca y catalana boicoteando a un equipo ciclista vinculado a israelitas, el caldo de cultivo ya se ha servido.

Por ahí está recomenzando la tragedia, como antes. Contaba el historiador y filósofo Golo Mann, hijo de Thomas Mann: "Cuando aún era niño, descubrí la existencia del fenómeno antisemita a través del caso de un estudiante judío que, al volver de la guerra, se vio excluido de la asociación patriótica, pese a que era uno de sus fundadores. El estudiante a raíz de una fiesta conmemorativa, se suicidó en una habitación contigua". Ahora, se intenta excluir a un equipo ciclista y a todo lo que se relacione con Israel. Luego, ya se verá.

El filósofo estadounidense Richard Rorty se refería a la "gran cosa mala" que se dibuja ante la mente de los incautos o indefensos ciudadanos como el agente diabólico que causa todos nuestros sufrimientos. Los islamistas lo llaman el gran Satán para significar el capitalismo y a Estados Unidos siendo Israel el pequeño Satán, el demonio regional de Oriente Medio. La izquierda española lleva años sugiriendo en su propaganda que la actual gran cosa mala es Israel, con Estados Unidos al fondo, claro.

La defensa de Israel en Oriana Fallaci

Nada de esto es nuevo. A veces, hay personas como Semprún o Fallaci que se anticipan al devenir de los tiempos. Ambos pronosticaron, cada uno por su cuenta, que el nuevo antisemitismo tendría un ropaje de izquierdas, de todas las izquierdas, incluso la cristiana. A pesar de que se condena de salón el antisemitismo, lo que se promueve realmente es un nuevo antisemitismo con una cierta admiración o embeleso por la teocracia islámica, un modelo que podría convenir por su concordancia esencial con el totalitarismo anhelado desde siempre por el comunismo. Está por analizar la confluencia estratégica islamo-comunista.

Oriana Fallaci, una de las periodistas más incisivas de todos los tiempos, se destacó por sus famosas entrevistas a personajes llamados a ser históricos y por la defensa de la civilización occidental, de la que lo hebreo o israelita o judío es actor fundante. Conocedora de primera mano de la realidad palestina, la conclusión de sus análisis fue contundente: defender a Israel.

Cuando entrevistó a Yasser Arafat, o quizá mejor, Abu Ammar, el padre "constructor" de las guerrillas terroristas islamo-palestinas (hay otros árabes palestinos, cristianos entre ellos), supo por su boca lo siguiente: "¡No! ¡No queremos la paz! Queremos la guerra, la victoria. La paz para nosotros significa la destrucción de Israel y no otra cosa. Lo que ustedes llaman paz, es paz para Israel y los imperialistas. Para nosotros es injusticia y vergüenza. Lucharemos hasta la victoria. Durante decenas de años, si es necesario. Durante generaciones."

De hecho, tras llegarse a los acuerdos que dieron paso a dos Estados, uno israelita y otro palestino, sólo se instituyó uno de ellos, Israel. El otro, el palestino, fue boicoteado desde el principio por sus propios dirigentes animados por sus socios políticos y religiosos. Cuando ahora se habla de "reconocer el Estado palestino" se simula que no se conoce que el Estado palestino pudo haberse constituido formalmente en 1948 y que, en vez de ello, se optó por la destrucción de Israel, al que se le declararon guerras sucesivas y al que se hostigó con métodos terroristas hasta el día de hoy.

Como hay quien no lo cree todavía, téngase la prueba: "3. Los Estados independientes árabe y judío y el Régimen Internacional especial para la Ciudad de Jerusalén, establecido en la Parte III de este Plan, empezarán a existir en Palestina dos meses después de concluido el retiro de las fuerzas armadas de la Potencia Mandataria, pero en ningún caso después del 1° de octubre de 1948." (El documento completo de la resolución de la ONU de 29 de noviembre de 1947, puede leerse aquí).

Fallaci, que simpatizó inicialmente con la causa palestina, dedujo de su experiencia la peligrosidad del antisemitismo. En todos sus libros, hace mención de su defensa de Israel, pero, sobre todo, lo expresó ardorosamente en un famoso artículo titulado precisamente Sobre el antisemitismo. Fue publicado en la revista italiana Panorama el 18 de abril de 2002. Fue reproducido parcialmente por El Mundo poco después y Libertad Digital se hizo eco de su contenido esencial. Se titulaba "Sull'antisemitismo".

Reproduciré algunos de sus párrafos más estremecedores y lúcidos:

"Me parece vergonzoso que en Italia se haga una manifestación de individuos que vestidos de kamikazes berrean infames injurias contra Israel… e incitan al pueblo a odiar a los hebreos. Y que, por volver a ver a los hebreos en los campos de exterminio, en las cámaras de gas, en los hornos crematorios de Dachau, Mauthausen, Buchenwald, Bergen-Belsen, etc., estarían dispuestos a vender a un harén a su propia madre."

"Me parece vergonzoso que la Iglesia católica permita a un obispo[ii], para más inri alojado en el Vaticano, un señor que no procede precisamente de la casta de los santos y que fue pillado, en Jerusalén, con un arsenal de armas y explosivos escondidos en compartimentos camuflados de su sagrado Mercedes participar en dicha manifestación y colocarse ante un micrófono para dar gracias, en nombre de Dios, a los kamikazes que masacran a los hebreos en las pizzerías y en los supermercados, amén de llamarles «mártires que van a la muerte como a una fiesta».

"Me parece vergonzoso…que, en Suiza, hayan pedido que se le retire el Premio Nobel de la Paz a Simón Peres, concedido en 1994, y que se reivindique el símbolo de la paloma con el ramo de olivo en el pico, que se identifica con Arafat. Me parece vergonzoso que los eximios miembros del Comité, un Comité que (por lo que parece) premia más el color político que el mérito, haya tomado en consideración tal petición. Al infierno el Premio Nobel y gloria a quien no lo reciba."

"Me parece vergonzoso…que las televisiones estatales contribuyan al resurgimiento del antisemitismo llorando sólo los muertos palestinos, mientras ningunean a los muertos israelíes, hablan de ellos de pasada y, a menudo, de una forma negligente. Me parece vergonzoso que acojan en sus debates con tanta deferencia a los bellacos que ayer celebraban la masacre de Nueva York y hoy celebran las matanzas de Jerusalén, Haifa, Netanya o Tel Aviv."

"Me parece vergonzoso que la prensa escrita…se indigne porque en Belén los tanques israelíes rodeen la Iglesia de la Natividad y que no se indigne porque en esa misma iglesia 200 terroristas palestinos, bien pertrechados de ametralladoras, municiones y explosivos (entre ellos varios jefes de Hamás y de Al Aqsa), sean huéspedes bienvenidos de los frailes (que, sin embargo, aceptan de los militares de los tanques las botellas de agua mineral y las cestas de miel)."

"Me parece vergonzoso que L'Osservatore Romano, es decir el periódico del Papa, un Papa que no hace mucho tiempo dejó en el Muro de las Lamentaciones una carta pidiendo perdón a los hebreos, acuse de exterminio a un pueblo exterminado a millones por los cristianos europeos. Me parece vergonzoso que a los supervivientes de aquel exterminio (gente que lleva todavía el número marcado en el brazo) el citado diario les niegue el derecho a reaccionar, a defenderse, a no dejarse exterminar de nuevo."

"Me parece vergonzoso que (los curas)… estén de parte de los mismos que inauguraron el terrorismo matándonos en los aviones, en los aeropuertos, en las Olimpiadas, y de los que hoy se siguen divirtiendo matando periodistas occidentales. Fusilándolos, secuestrándolos, degollándolos y decapitándolos. (Tras la publicación de La rabia y el orgullo alguno en Italia hubiera querido hacérmelo a mí."

"Me parece vergonzoso que casi toda la izquierda, la izquierda que hace veinte años permitió que su marcha sindical colocara un ataúd (como una advertencia mafiosa) frente a la sinagoga de Roma[iii], olvide la contribución de los judíos a la lucha antifascista."

"Me parece vergonzoso que también por culpa de la izquierda, o mejor dicho, especialmente por culpa de la izquierda (pensemos en la izquierda que inaugura sus congresos aplaudiendo al representante de la OLP, en Italia al líder de los palestinos que quieren la destrucción de Israel), los judíos de las ciudades italianas vuelvan a tener miedo. Y en las ciudades francesas, holandesas, danesas y alemanas, ocurre lo mismo."

"Me parece vergonzoso que, obedeciendo a los estúpidos, cobardes, deshonestos, y para su propia y ventajosa moda de la corrección política, los oportunistas de siempre, o, mejor dicho, los parásitos de siempre, exploten la palabra paz. Que en nombre de la palabra Paz, ahora más denigrada que las palabras Amor y Humanidad, absuelven el odio y la bestialidad de un solo bando."

"Me parece vergonzoso que tantos italianos y europeos hayan elegido al Sr. (por así decirlo) Arafat[iv] como su abanderado…Este falso guerrero que siempre viste uniforme como Pinochet, nunca viste de civil y, sin embargo, nunca ha combatido. Él provoca la guerra, siempre ha obligado a otros a hacerlo. Es decir, a los pobres desgraciados que creen en él. Este pomposo incompetente que, haciéndose pasar por Jefe de Estado, descarriló las negociaciones de Camp David y la mediación de Clinton. No, no, quiero toda Jerusalén para mí'(dijo). Este eterno mentiroso que sólo tiene un destello de sinceridad cuando (en privado) niega el derecho de Israel a existir, y que, como digo en mi libro, se contradice cada cinco segundos."

"A menudo he discutido mucho con los israelíes, y en el pasado he defendido mucho a los palestinos. Quizás más de lo que merecían. Pero estoy con Israel, estoy con los judíos. Soy la misma que era de niña, cuando luché con ellos y fusilaban a las Anne Marie[v]. Defiendo su derecho a existir, a defenderse, a no ser exterminados una segunda vez. Y asqueada por el antisemitismo de tantos italianos, tantos europeos, me avergüenzo de esta desgracia que deshonra a mi país y a Europa."

¿Hay más que decir? ¿Puede decirse mejor? Sí, es vergonzoso que el dolor de las víctimas de una guerra cruenta sea manipulado destacando a algunas de ellas y silenciando a otras. Es vergonzoso e insoportable. Como lo es ignorar la propia procedencia y la propia historia.


[i] Ya había perseguido y purgado a dirigentes judíos como Trotski, Zinóviev, Kámenev y Karl Rádek, entre otros

[ii] Alude a Hilarion Capucci, arzobispo católico greco-melquita que pasaba armas al terrorismo palestino.

[iii] La marcha fue el 25 de junio de 1982 y en octubre tuvo lugar un gran atentado.

[iv] Léase hoy Hamás, grupo dictatorial y terrorista que liquidó incluso a los miembros de la OLP de Arafat que tuvieron que refugiarse en Jordania.

[v] Se refiere a la judía convertida al catolicismo, Anna María Enriques Agnoletti, que fue ejecutada por el fascismo en Florencia el 12 de junio de 1944

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