¿Quién es Graham Linehan y por qué debería importarnos?
Quienes se burlan del concepto de "cultura de la cancelación" deberían leer este libro de cabo a rabo.
Hace bien poco hizo su aparición en titulares la detención en el aeropuerto de Heathrow de un peligroso cómico irlandés. Lo estaban esperando cinco policías armados para arrestarlo por "incitación a la violencia" por tres publicaciones que había hecho en X en abril. Para muchos es un gran desconocido porque nunca ha estado en primer plano; es el creador y guionista de muchas series británicas cómicas, siendo Father Ted y The IT Crowd las dos más conocidas y de mayor éxito.
El suceso habrá pasado desapercibido para muchos, y quienes se hayan enterado del caso es posible que hayan leído el nombre de Graham Linehan por primera vez. Pero para quienes estamos atentos al debate sobre lo trans y la cultura de la cancelación es una figura especialmente conocida. En primer lugar, porque habló en contra de los intentos de hombres que dicen sentirse mujeres de invadir los espacios exclusivamente femeninos mucho antes que, por ejemplo, J.K. Rowling. Pero sobre todo porque, al contrario que la escritora escocesa, que tiene demasiada fama y dinero como para poder ser cancelada, el cómico sufrió una respuesta brutal que acabó con su carrera y su matrimonio.
Esta es la historia que nos cuenta Tough Crowd (que podría traducirse como "Un público difícil"), la autobiografía que publicó a finales de 2023 y que fue en parte un intento de ganar algo de dinero para sobrevivir después de quedarse sin ninguna forma de ganarse la vida. Un libro que refleja perfectamente cómo ha sido su paso por este mundo hasta la fecha: dividido en dos partes bien diferenciadas, tanto en el tono como en la historia que cuenta. El comienzo, en el que cuenta cómo empezó a interesarse por las artes, a escribir, sus inicios como periodista musical en Dublín y su posterior carrera como guionista de series cómicas es muy entretenido, entrañable y divertido; para quien no haya visto ninguna de sus obras, deja bien claro que su talento humorístico sigue ahí. Pero luego llega la segunda parte. Y esa segunda parte es un relato de terror.
El pecado de Linehan fue creer que estaba permitido mostrarse pública y vehementemente en contra de que hombres que dicen ser mujeres invadieran los baños, los vestuarios, las competiciones deportivas y hasta las prisiones femeninas. Nunca pidió perdón, nunca se echó atrás y nunca dejó de insistir en defender lo que, como feminista tradicional de izquierdas, creía justo. Los activistas no sólo destruyeron su imagen pública, sino que lo acosaron a él y su familia en su domicilio, convirtiendo su vida privada en un infierno tal que su mujer acabó divorciándose para poder huir del mismo. En aquellos días tuvo que superar un cáncer de testículos, y lo recuerda como lo menos grave que le pasó durante todos esos años de acoso.
También, naturalmente, lograron que nadie volviera a trabajar con él, lo cual acabó con su carrera. Nadie de su pasado quiso defenderlo y, en muchos casos, lo apuñalaron por la espalda. Lo que nunca hicieron fue rebatir sus argumentos, probablemente porque no pueden. Ese es el motivo detrás de prohibiciones como las de nuestra propia ley trans: como tratan de defender una idea falsa, tienen forzosamente que prohibir decir la verdad.
Especialmente doloroso para Linehan es el episodio en que explica cómo el proyecto de estrenar un musical con los personajes de Father Ted fue cancelado por el productor después de intentar sobornarlo para que desapareciera de la producción y de los créditos tras cinco años de trabajo y haber sido el impulsor y la fuerza creativa que le dio forma. Finalmente ha tenido que marcharse a Arizona para poder trabajar en una nueva sitcom, porque en el Reino Unido, pese a haber creado y escrito algunas de las comedias que rutinariamente se consideran entre las mejores de la historia televisiva del país, sabe que nunca podrá hacer lo que más le gusta y mejor se le da. Ni siquiera pudo intentarlo como cómico de standup; cuando lo intentó en el festival de Edimburgo, el pub donde iba a actuar canceló su representación.
Quienes se burlan del concepto de "cultura de la cancelación" deberían leer este libro de cabo a rabo para entender hasta qué punto su posición es ofensiva para las víctimas y la mera realidad. Es cierto que nada en España, ni siquiera el vergonzoso reportaje de El País para acabar con la carrera de Carlos Vermut, ha llegado a las cotas del tormento que Linehan describe en estas páginas, y que se ha convertido tristemente en habitual entre quienes discrepan de los principales dogmas de la ideología de las élites británicas, esencialmente la ideología de género y la inmigración.
Aunque su autobiografía se cierra con un esfuerzo deliberado por ser positivo, centrándose en las nuevas amistades que ha adquirido durante su lucha y en que Elon Musk acabó con la censura progre en Twitter, nada garantiza que vaya a tener un final feliz. Los linchadores modernos no se diferencian mucho de los antiguos; también cuentan con las autoridades locales para hacer el trabajo sucio. A nadie le sorprendería ver cómo el cómico acaba en la cárcel por ofensas inventadas por la mafia trans de su país, por más que tras su detención haya recibido el apoyo de todo el establishment republicano en Estados Unidos y de muchos parlamentarios tories. Por mucho que en la batalla de las ideas esté agonizando, el poder del activismo tóxico sigue siendo muy real. Y Graham Linehan podría perder incluso lo poco que le queda.
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