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Pedro de Tena

La tribu caníbal: matar no debe ser rentable en una democracia

La nación española no puede existir ni prosperar éticamente si no se aborda la aberración democrática que supone la presencia de ETA y sus herederos en las instituciones.

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La tribu caníbal es el título de un libro recién publicado por el profesor de Filosofía sevillano, Carlos R. Estacio, en la Editorial Alegoría. Aborda la trayectoria de ETA, del nacionalismo vasco y de España desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco, "al que le debemos una vida" y a cuyo sacrificio dedica sus páginas. El trigésimo aniversario de la muerte de otro gran vasco y español, al que le debemos otras vidas, Gregorio Ordóñez, hace más necesaria aún la lectura de este libro[i].

Aunque asume como eje vertebral el espantoso asesinato, por lo anunciado y por lo cruel, del concejal del PP de Ermua, el autor se refiere amplia y detalladamente a todos los procesos anteriores de la banda y de los gobiernos, para afirmar, desde un espíritu ciudadano cabal, que la nación española no puede existir ni prosperar éticamente si no se aborda la aberración democrática que supuso y supone la existencia y presencia de ETA y sus herederos en las instituciones.

Precisamente, uno de los grandes méritos de este libro, que son muchos y apasionantes, es haber sido escrito desde la lejanía geográfica, que no sentimental ni patriótica, de quien siente que lo vasco le concierne como español. Pero lo siente sin la circunstancia, a veces distorsionadora, de la vecindad, de la cercanía, de la proximidad. Es desde la distancia vital –"la distancia revela", decía Julio Cortázar—, como se ve con claridad cuál es el daño que ETA ha hecho y hace a la convivencia democrática vasca, española y occidental.

La tesis oficial del social-comunismo-separatismo imperante es que ETA ha dejado de matar, por lo que de hecho está muerta y derrotada. Todas sus 853 víctimas mortales, sus más de 7.000 víctimas y sus familias y los 180.000 desterrados del País Vasco (gran ventaja electoral para el separatismo), han de aceptar que, sencillamente, por dejar de asesinar y aterrorizar, sus expistoleros y simpatizantes ya pueden y merecen ser parte de un orden legal que les permite obtener representación política.

De hecho, condicionan hasta extremos vergonzosos la política nacional, sin reconocer sus crímenes, sin arrepentirse de nada, sin afrontar un juicio político, intelectual y ético ni dejar de existir como proyecto. Esto es, ETA no ha sido vencida. Pudo consumarse su derrota, pero se le ha facilitado un camino menos arriesgado para lograr sus objetivos.

Este infame discurso, inaceptable en cualquier democracia moral que se precie, es asumido o silenciado hoy por casi todos los partidos políticos. Que el nuevo e indecente PSOE de Pedro Sánchez –bien lejano en este punto del PSOE de la Transición– haya convertido el blanqueo de Herri Batasuna-ETA iniciado por José Luis Rodríguez Zapatero en un emblanquecimiento reluciente de Bildu-ETA en plena cara de sus víctimas, no extraña ni indigna salvo a muy pocos.

Tampoco asombra a tantos que los separatistas vascos –los " valientes" pistoleros del tiro en la nuca y los pistoleros políticos, ideológicos y clericales que los ampararon—, promuevan e impulsen esta patraña. Que el separatismo catalán en su conjunto con una parte mollar de la Iglesia de fondo, y otros, entre ellos alguno insólito andaluz, la prediquen, es ultrajante para todos, para sus víctimas y para las que se dicen democracias en España y Europa.

Más extraño es que partidos como el PP (con la antigua UCD en su seno) y el sector digno del PSOE, que fueron objeto preferente de exterminio por parte de ETA y durante años resistieron con la ley en la mano y con un valor ejemplar a los asesinos, estén doblegados por esta abominación, con las excepciones conocidas de sus ex, Jaime Mayor Oreja, María San Gil, Nicolás Redondo, Rosa Díez, Maite Pagazaurtundúa y algunos más.

Lo que sorprende sobre todo es que tan pocos en España se hayan planteado en serio el problema para la democracia que significa la presencia de ETA, inspirando a sus herederos y tal vez algo más, en las instituciones españolas. Como desconcierta que, con 3.500 atentados, la inmensa mayoría cometidos después de la Transición a la democracia, jamás se declarara el Estado de Excepción[ii], herramienta constitucional, a pesar de la oposición nacionalista. PP y PSOE, con mayorías conjuntas abrumadoras, nunca se pusieron de acuerdo en medida tan necesaria para defensa de la legalidad y de la vida de los ciudadanos.

Acabamos de saber, gracias al comunicado emitido por un grupo de etarras encarcelados y encabezado por Txapote, asesino de Gregorio Ordóñez, Miguel Ángel Blanco y Fernando Múgica entre otros crímenes, que ETA no está muerta, que hay quien la quiere reconstruir y que los que dicen que el problema del terrorismo ha desaparecido o están ciegos o no quieren ver la realidad. ETA sigue viva. Por ello, lo más extraño de todo es que muy pocos hayan pensado en cómo acabar de una vez por todas con la violencia política, su rentabilidad y su prestigio, que es la seña de identidad de ETA. Por eso, este libro es imprescindible.

La tribu caníbal y propuestas para combatirla

"Este libro plantea tres tesis básicas: a) En un sentido lato, ETA sigue existiendo; b) Los gobiernos de España no han actuado con la firmeza democrática que se requería; c) La sociedad vasca ha desempeñado un papel determinante en la pervivencia de ETA. El triste desenlace es que una región con un protagonismo extraordinario en la historia de España y uno de sus focos principales durante la época ilustrada, ha experimentado una brutal regresión histórica. En lugar de la sociedad civilizada y avanzada, solidaria y próspera, que podría haber sido, emergió la tribu, una tribu caníbal, en tanto que conformada sobre el engullimiento de los mejores", resume Carlos Rodríguez Estacio.

La tribu caníbal es ETA, que devora a otros humanos por no ser de su tribu. Pero no es sólo ETA: también lo es el nacionalismo vasco y todos aquellos que son cómplices por acción u omisión del sufrimiento causado.

Este libro mete el dedo en esta llaga de la nación española. Pero es algo más que un libro de "historia" de la ETA y de España. Es una enciclopedia minuciosa, crítica e intelectualmente muy bien ilustrada, sobre los acontecimientos relevantes que han tenido lugar antes y desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco y sobre sus protagonistas, ya sean personas o partidos. Bueno será repetir que su conclusión decisiva es que España no se merece un futuro en que ETA siga viva, en sentido estricto o lato.

Como no lo fue la invocación antiterrorista y antitotalitaria de George Orwell, 1984, este libro no es sólo un "inventario de una situación de tiranía (caracterizada por la propaganda, la vigilancia, el neolenguaje y la negación de la verdad)". También, como en tal caso, es el reconocimiento de que "la resistencia humana a esos terrores es irreprimible" porque forma parte "de la moral intuitiva de la gente normal", de la mínima decencia común, democrática y ciudadana.

Sin embargo, la novedad más importante de este libro es que, lejos de quedarse en la retórica de la descripción y la crítica, por valiosa que sea, da un paso más y se atreve a ensayar (en el sentido de Montaigne) formas y caminos para hacer posible lo que es necesario: el fin real de ETA y, especialmente, de la anómala y perversa operación que convierte sus asesinatos en un relato políticamente rentable y civilmente olvidable. Que matar sea útil es la peor degeneración de una democracia.

Por ello, centremos nuestra atención en las medidas que propone contra la persistencia de los efectos del terror de ETA y para nuestra regeneración ética y cultural.

Contra los asesinos y sus cómplices y en favor de las víctimas y de la democracia

Carlos R. Estacio propone, ya de entrada, que la fecha del asesinato de Miguel Ángel Blanco, 13 de julio de 1997, sea considerada Momento Constitucional[iii]celebrable con una manifestación nacional por simbolizar, su muerte y la reacción cívica que produjo en los ciudadanos españoles, "la defensa apasionada e los derechos y libertades" de la nación española.

Como medida jurídica esencial contra el totalitarismo etarra, propone la celebración de un "Nuremberg", un proceso con jueces internacionales de reconocida imparcialidad que instruyan y procesen a los autores y al mundo abertzale en su conjunto por unos crímenes graves, persistentes y crueles, semejantes a los juzgados y condenados en la ciudad alemana tras 1945.

Entre las medidas políticas de firmeza democrática que sugiere están:

En la acción internacional:


En la acción cultural, hay que desactivar ideas nocivas tales como:

En la acción social:

Además, Carlos Rodríguez Estacio, desciende sin miedo a las ciénaga del bucle melancólico vasco –añoranza por lo que nunca existió, que diría Jon Juaristi—, y se enfrenta a la banalidad de banalizar el mal del terror proponiendo el desmontaje pieza a pieza del "relato nacionalista", sus mitos y sus patrañas, de los se atreve a hacer una relación sucinta dejando claras sus tergiversaciones , inexactitudes e imposturas.

Se trata de desarmar la narración terrorista organizando y extendiendo equipos de trabajos de investigadores independientes, no activistas ideológicos cargados de prejuicios, que respeten la verdad sobre todas las cosas sin excepciones. Tampoco que callen sobre los nombres y responsabilidades que deben ser dichos y asumidas, respectivamente. Ese debe ser el imperativo moral sustancial y vertebrador.

Esto es, se trata de emprender una singular batalla cultural, social, política y moral contra el descrédito que la democracia liberal tiene en el País Vasco, causada, sobre todo, por el desprecio a la vida y a la legalidad por parte de los etarras desde hace décadas. Este desmerecimiento, unido a los que está perpetrando la coalición "monstruosa" de gobierno, convierte en peligrosa la situación de la democracia en España en favor de quienes no creen en ella, han matado para derribarla o dan golpes de Estado contra su Constitución.

Decir que se ha derrotado al terrorismo etarra cuando no se ha desmontado su discurso criminal y cuando se oxigenan sus motores por la vía de la alianza parlamentaria que incluye la amnesia sobre sus asesinatos, no es más que la evidencia de que ETA y lo que representa sigue viva.

El libro de Carlos R. Estacio, un libro valeroso, invita a no dar por perdido el valor de la sangre derramada por tantas víctimas que dieron altura moral a la democracia española, que pudiendo responder con el ojo por ojo, no quisieron hacerlo. Por ello, sus propuestas deben ser incluidas como mimbres preciosos que ayuden a la elaboración de una estrategia nacional de todos aquellos que prefieren la democracia liberal, con sus defectos, a todo tipo de dictaduras criminales, que todas, ya se sabe, lo terminan siendo.

"Mientras haya un español que conserve la dignidad ciudadana o disponga de un corazón bien informado seguirá viva la historia de Miguel Ángel Blanco, martilleando con ella la cobardía del olvido". Es lo que dice el autor al final de este libro que llama a las puertas de toda conciencia moral y democrática.


[i] Dentro de unos días, se cumplirán 21 años del asesinato del socialista Joseba Pagazaurtundúa.

[ii] El Estado de Excepción en nuestra Constitución de 1978 está referido, expresamente, a la "actuación de bandas armadas o elementos terroristas". Véase el artículo 55, del Capítulo Quinto sobre Derechos y Libertades.

[iii] Un segundo Momento sería el 8 de octubre de 2017, cuando un millón de personas salieron a manifestarse en Barcelona a favor de la unidad de España y en contra del golpe de Estado separatista en Cataluña.

[iv] De gran interés fueron las de Omar Jerez, que se encerró en un zulo en Valencia para rememorar el secuestro de José Antonio Ortega Lara o sus paseos por los lugares donde ETA asesinó a sus víctimas. "Cojones duros" hay que tener para hacerlo en el País Vasco, subraya el autor, citando a Cesare Pavese.

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