
El taxista que me lleva desde el aeropuerto Leonardo Da Vinci a mi hotel me comenta la actualidad. Es decir, que Totti ha empatado el derby contra el Lazio con dos goles, uno de ellos un capolavoro. También me da una definición perfecta de la ciudad eterna: "È la mondanità".
Según Lutero, esta ciudad está construida sobre el infierno. Quizás por eso los italianos comen helados a todas horas y en todas las estaciones. No son tan fríos como los españoles, son más cremosos y suelen venir coronados por una nube de nata recién hecha. Los de Giolitti (Via degli Uffici del Vicario, 40) son míticos. También el Tartufo, una bomba de chocolate, de Tre Scalini (Piazza Navona). Audrey Hepburn lo primero que hacía en Vacaciones en Roma es disfrutar de un helado y cortarse el pelo. Yo hago igual. Massimo Necci es un extraordinario peluquero (Via Frattina, junto a Piazza di Spagna) que me cuenta anécdotas de cuando peinó a Kate Moss. Mi helado favorito es de el de zuppa inglese.
La "mondanitá" se manifiesta en los romanos en dos pasiones: la belleza y la política. La una compensa a la otra porque la política es realmente brutta: traidora, mentirosa, ineficaz. Herederos de Leonardo y de Maquiavelo, las que pierden son la verdad y el bien que ocupan un lugar secundario en su jerarquía de valores.
El martes 13 visito el Vaticano al tiempo que se anuncia que la Meca de los católicos es el primer objetivo terrorista para los yihadistas de Alá. La capilla Sixtina es el centro gravitatorio del orbe judeo-cristiano de raíces griegas. Concretamente el punto medio entre la mano derecha alzada de Platón en el fresco sobre la Academia de Rafael, señalando la Verdad, y la mano derecha de Jesús en el Juicio Final de Miguel Ángel, impartiendo Justicia. El gran éxito de Occidente desde Platón y Jesús ha sido llegar a escribir esos dos valores supremos con minúscula. Mientras tanto, la gran aportación del nuevo Papa a los museos Vaticanos es una vitrina con camisetas de las selecciones argentina e italiana de fútbol junto a las de su equipo favorito: San Lorenzo de Almagro.
He comido una pizza alucinante en el Trastevere, en Bir&Fud (Via Benedetta, 23) y he visto Hungry Hearts, una película asombrosa de Saverio Costanzo (Cinema Quattro Fontane), cuya acción transcurre en el Nueva York menos cliché que he visto jamás. Además he empezado un libro que se me antoja imprescindible: Heidegger e gli ebrei de Donatella di Cesare (solo he visto un libro español en la Feltrinelli... ¡¡¡Pero qué libro!!! la biografía de Juan Belmonte que escribió Manuel Chaves Nogales) Y hay quien se atreve, Il Fatto Quotidiano, a regalar el número tras la tragedia de Charlie Hebdo, cosa a lo que ningún periódico español se dignó.
Bella y decadente
Prolifera el Made in Italia (ni se crea ni se destruye, se transforma) con un sentido de la estética único. En fin, La Grande Bellezza, un filme que "denuncia" a la Italia bella aunque decadente de Berlusconi pero que fue distribuida por la empresa del mismísimo Berlusconi.
En italia ha dimitido el Jefe del Estado. El presidente de la República italiana está a medio camino del faraónico francés y del casi inexistente alemán. Giorgio Napolitano, un fascista luego comunista que ha devenido una especie de abuelito transalpino de Heidi (severo pero entrañable), se va en olor de multitudes: lo llaman "il Re d'Italia" (bueno, esto no estoy seguro de que lo digan como un piropo). Entre Matteo Renzi y Silvio Berlusconi (este hombre es incombustible) están repartiéndose las cartas de la sucesión. Parece que otro presidente de izquierdas será imposible (van tres seguidos). Tampoco otro con un gran perfil político (adiós Prodi y Draghi). Queda un tal Mattarella, el clásico demócrata cristiano que no sudaría en lo más profundo del caluroso infierno. En definitiva, viendo este "casino" (follón) en el que están embarcados los italianos (con Renzi y Berlusca sorteando los despojos de la Jefatura del Estado) me sigue pareciendo una buena idea lo de la monarquía constitucional.
En la Fontana di Trevi no hay agua sino andamios. Están restaurando las inmensas estatuas de la pequeña plaza y aparece un cartel dándole el adiós a Anita Ekberg. Ahora es Marcello Mastroianni el que le dirá "¡Anita, come here!". Que se bañen los dos en paz.
El miércoles 14 me doy un paseo por el Coliseo, justo donde se ha desplazado la alarma roja por posible atentado terrorista. Empiezo a pensar que el terrorista soy yo. Roma es mondanità y también monumentalità. La gente mira hacia lo alto; yo, hacia abajo: por ahí pisaron Julio César y Cicerón, Tito Pullo y Lucio Voreno, Sordi y Totti. En el Circo Máximo, hoy un descampado elíptico presidido por un solitario ciprés, un día compitieron los émulos de Ben Hur ante la vociferante mirada de cerca de 200.000 personas. No se ven pero se sienten.
Hay toreo en Roma. Rafael Alberti vivió el exilio aquí y se sentaba en el Caffè di Marzio delante de una de las iglesias decorada más bellamente, con mosaicos da moriré, Santa María en el Trastevere. Le dejó un bellísimo dibujo taurómaco a sus dueños. Alberti en Roma como Goya en su exilio Burdeos pensaba en España y, por tanto, en los toros. Quizás en esa misma cafetería escribió "Las campanas del Trastever / van y vienen por mis sueños".
El mejor café de Roma
El mejor café de Roma (ellos dicen que del mundo, en español) es el de Tazza d'Oro (Via degli Orfani, junto al Panteón). El más caro, el del lujoso Antico Caffè Grecco (Via Condotti, junto a Piazza di Spagna). Enric González apostaba por el de Sant'Eustachio (Piazza Sant’Eustachio, también cercano al Panteón), no tan puro pero con una crema inimitable. Los españoles quedan para tomar un café malo mientras charlan durante una hora; los italianos trasiegan un café sublime en apenas dos segundos y siguen a lo suyo, incandescentes pero tranquilos. Mientras que los españoles somos hedonistas, los italianos son epicúreos: buscan el placer de un modo más inteligente y menos visceral, más atentos a la calidad que a la cantidad.
Con Il Fatto Quotidiano me han regalado el número de Charlie Hebdo posterior al atentado. ¿Qué periódico lo ha hecho en España? Entre la ingenuidad solidaria de #YosoyCharlie y el cinismo resentido de #YonosoyCharlie caben los pedantes retorcidos de #TúnoeresCharlie.
En Roma se come estupendamente en cualquier sitio. Callejeando basta con fijarse en alguna osteria en la que no haya españoles o coreanos. Por ejemplo, tras comprarme unos calcetines de cardenal (rojos encendidos) en la tienda donde le hacen la ropa al Papa (Sartoria Gammarelli, via S. Chiara, 34) me topo con la Enoteca Corsi (Via de Gesú, 87), un restaurante familiar dirigido por mujeres. En el país de la mamma hay que encomendarse a la hora de comer al sexo femenino. También dirige una mujer con mano de hierro en guante de seda La Matricianella (Via del Leone, 4), otra osteria en la que no hay ni un turista, salvo yo, y en la que se puede comer uno de esos platos que harían las delicias de Hannibal Lecter: Rigatoni alla Pagliata, una deliciosa pasta adornada con intestinos de ternero en los que queda el quimo. Gracias Enric González por la recomendación.
Los chinos
El taxista que me lleva de vuelta al aeropuerto me comenta que su mujer tendrá que cerrar próximamente su negocio de ropa interior axfisiada por las tasas e impuestos. La deuda pública italiana es del 120% del PIB, mejor que Grecia (170%) pero peor que España (97%).
La energía de la sociedad civil lastrada por la corrupción moral y la desmesura estatal. En ¿Por qué manda Occidente por ahora? el historiador Ian Morris imagina a la reina Victoria rindiendo pleitesía ante el enviado del Gran, Ejemplar y Culto Emperador Daoguang. Lo que no sucedió en el siglo XIX parece estar pasando en el XXI: los chinos, tras comprar el Pireo y el Atlético de Madrid. ¿Llegarán como los hunos a las puertas de Roma? En este caso, no creo que se den la vuelta.