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Rosa Belmonte

Las cabezas

Elizabeth Loftus estudió la fiabilidad de los testigos en juicios basándose en lo que llama el paradigma de la información engañosa.

Elizabeth Loftus estudió la fiabilidad de los testigos en juicios basándose en lo que llama el paradigma de la información engañosa.
Ronan Farrow. | HBO

Si Inocentes, la telenovela turca, se basa en una novela de la psiquiatra Gülseren Budaicioglu, Los testigos (Filmin) se basa en La ilusión de la memoria, libro de la psicóloga Julia Shaw donde habla sobre la maleabilidad de la mente y cómo podemos crear recuerdos falsos. La serie alemana de los productores de la trilogía Deutshland es un thriller que parte de la desaparición de una niña de diez años hija de un importante político en un museo abarrotado. Luego entra en juego una psicóloga forense (la doctora Jasmin Braun) que interroga a los testigos para evaluar sus recuerdos. Como no hay petición de rescate ni nada de eso, la clave parece estar en los recuerdos de los que estaban allí cuando se produjo el secuestro (en el Museo de Historia Natural de Berlín). Capítulo a capítulo, testigo a testigo (cada capítulo es para un testigo), la brillante doctora, se ve atrapada en una red de engaños y traiciones. También acaba implicada en la trama su propia memoria. Ocho episodios de sólo 25 minutos que se ven enseguida con la urgencia de encontrar a la niña viva.

Más allá de la calidad de la serie (que tampoco es para lanzar cohetes), lo interesante es lo de la memoria. La plastilina de la memoria. Quizá la mayor especialista en recuerdos falsos sea Elizabeth Loftus. Estudió lo que decían los testigos en juicios basándose en lo que llama el paradigma de la información engañosa. Su fiabilidad. Ha estudiado de manera especial cómo las experiencias pueden verse alteradas en recuerdos de abuso sexual infantil que se recuperan más adelante. Más allá del asunto científico estaba la confianza en los testigos y víctimas durante las investigaciones policiales y los juicios. Y no sólo está el hecho de que los recuerdos puedan ser falsos, sino que otras personas los hayan introducido de manera intencionada. Esto, claro, lleva al testimonio de la hija de Woody Allen y Mia Farrow y los presuntos abusos de Allen (cuando hasta el hijo psiquiatra, Moses Farrow, ha contado lo chiflada que está su madre y que eso del abuso no ocurrió). Lo de Allen lleva a personas inteligentes a perder la cabeza. A Kate Winslet, por ejemplo. Y menos mal que Allen ya había escrito sus memorias (donde se rió un poco de Timothée Chalamet, que donó el salario de Un día en Nueva York para tener más posibilidades de ganar el Oscar). De pronto, Winslet se arrepintió de haber trabajado con Polanski y con Allen. Winslet, que parecía más equilibrada, equiparando a Polanski y Allen. Dijo que no sabía qué "cojones" estaba haciendo al rodar con ellos. Tragándose las patrañas sobre Allen. Menos mal que a Allen le da igual ser recordado como un pederasta que como un director de cine.

Han estrenado en HBO, Depredadores: el podcast, documental basado en el podcast de Ronan Farrow con las víctimas de Weinstein (bueno, es el podcast filmado, con sus micrófonos de peluche y auriculares, más alguna cosa más). Da que pensar que un chico tan inteligente y superdotado pueda estar tan equivocado con lo de Woody Allen y su hermana, que no es tan lista como él (sí, claro, podría ser yo la equivocada, pero hay demasiadas pruebas de lo contrario). Porque él no deja de estar del lado de Mia Farrow y la pobre Dylan.

Una de las cosas más fascinantes de la memoria es la posibilidad de confesar un crimen que nunca cometiste. Peor que creerse Napoleón. Julia Shaw escribe que es perfectamente posible. Y no hacen falta las torturas tipo CIA con los acusados de tener algo que ver con el 11-S (esas torturas diseñadas por unos psicólogos cantamañanas y cobradinerales). Hubo un momento en los interminables e inaguantables interrogatorios de Dolores Vázquez por el asesinato de Rocío Wanninkhof en que ella se llegó a plantear: "A lo mejor la he matado y no me acuerdo". Cómo pueden llegar a estar las cabezas. Cómo te la pueden llegar a poner.

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