
Con un leve retraso, nos hemos enterado por conducto de su ya viuda, que el pasado día 4 de diciembre fallecía Dominique Lapierre en su residencia del sur de Francia, en la costa Azul, el autor de una serie de "best-sellers", algunos de los cuáles se llevaron al cine, entre los más vendidos El quinto jinete, Oh Jerusalén, ¿Arde París?, … o llevarás luto por mí, La ciudad de la alegría…
Dominique Lapierre procedía de una familia acomodada. Dado que su padre era diplomático, tuvo una vida de adolescente y joven pródiga en desplazamiento por varios países americanos y de Oriente Medio, lo que le supuso conocer varios idiomas y vivir experiencias que de otro modo no se lo hubieran permitido. Cuando decidió dedicarse a escribir, lo hizo con reportajes y algún libro acerca de viajes en lugares exóticos. Y entre los años 1954 y 1967 fue reportero de "París Match", la influyente revista francesa, lo que le proporcionó la posibilidad de vivir de cerca conflictos bélicos y otros acontecimientos históricos o de tipo humano.
Al colaborar con el periodista norteamericano Larry Collins dieron en firmar algunos de esos "best-sellers" reseñados, uno de los cuáles los trajo a España porque el protagonista de la historia era nada menos que un matador de toros ungido ya de leyenda en vida llamado Manuel Benítez "El Cordobés". El libro era … O llevarás luto por mí, frase que el diestro, cuando empezaba a ir a las capeas, de pueblo en pueblo, soñando con la gloria y en sacar adelante a su humilde familia, se la dijo a su hermana Angelita, que había cuidado de él siendo niño, dándole a entender que, o salía por las puertas grandes de las plazas de toros y ganaba millones de pesetas, o bien terminaba su vida en una enfermería, con una cornada mortal.
Dominique Lapierre y Larry Collins no sólo supieron novelar la biografía del torero, para lo que invirtieron más de un año siguiéndole en algunos festejos y escuchándole referir sus peripecias, cuando robaba gallinas porque le asaltaba el hambre. "El Cordobés" era el símbolo perfecto de una España en gris, con millones de ciudadanos combatiendo las penurias de la postguerra. Su propio padre era un rojo, del que heredó el apodo de "El Renco". Analfabeto como el propio torero de sus comienzos con traje de luces; el que deslumbró al general Franco por el valor que tenía ante aquellas reses preparadas, que aún así lo volteaban dada su impericia con capote y muleta. Don Paco, como Manolo llamaba al Jefe del Estado, escuchaba atento a su peculiar invitado en una cacería,, consiguiendo arrancarle sonrisas y alguna carcajada, lo que en el dictador era algo inusual. Y hasta fue invitado a una fiesta de fin de año en el cortijo jienense de los padres del marqués de Villaverde, los condes de Argillo, en presencia de Franco y doña Carmen, su esposa.
Dominique Lapierre escribió otros volúmenes sobre los sucesos del ejército nazi invadiendo la capital francesa durante la II Guerra Mundial cuando el capitoste que estaba al frente de las huestes germanas recibió la orden desde el centro de operaciones de Hitler de que, en caso de resistencia del pueblo francés, ordenara que París ardiera por los cuatro costados, lo que afortunadamente no llegó a producirse; sí desde luego hubo expolio de muchas obras de arte propiedad de particulares y de museos.
La curiosidad siempre despierta en Dominique Lapierre unida a un exhaustivo sentido de la investigación lo llevó a contarnos capítulos del inacabable drama de judíos y palestinos. Y quizás en el que puede considerarse su mejor libro, el último, puede que sea "La ciudad de la alegría". Fue a la India, la recorrió entera durante más de dos años y describió las miserias y la humanidad de sus gentes. Especial encuentro fue el que tuvo con Teresa de Calcuta. Como Dominique había ganado mucho dinero por sus derechos de autor, empleó parte de sus haberes en paliar el hambre, la falta de viviendas y sanatorios para tantos pobres como pisan las calles de aquel inmenso país, cuya demografía supera la de cualquier otro y la hambruna se da la mano con las enfermedades causadas por tanto parásitos, aguas insalubres, y un sinfín de desgracias. Esas labores humanitarias convirtieron al escritor francés en un personaje muy querido, en la India, y en otras latitudes donde prestó su incondicional ayuda y atención por sus escritos.
A Madrid solía venir con cierta frecuencia porque tenía familia. Un sobrino suyo es Javier Moro, también escritor. Dominique Lapierre era un hombre cosmopolita, cortés, de conversación grata, sobre todo para un periodista como yo que tuve el placer de tratarlo durante la hora que duró nuestra entrevista. Nada jactancioso, a pesar de su reconocida fama literaria. Se había casado en 1952 con Aliette Spitzer y eran padres de una hija, Alexandra.
Después de tantos viajes por medio mundo arrostrando peligros y dificultades, el destino le preparó una dramática trampa, aquel día de junio de 2012 (fecha que su sobrino antes citado cifra un año antes, pese a que aquella figura en varias publicaciones) cuando sufrió una caída, que le produjo traumatismo craneal. Sometido a una severa rehabilitación, padecería graves trastornos cerebrales. Nunca se recuparía del todo, y ello significó que ya no volviera a escribir, que sepamos. Al menos ya no se publicó ningún otro libro fascinante como los que hemos referido.

