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¿Por qué nos besamos? La posible explicación evolutiva tras esta señal universal de afecto

El beso en los labios podría tener origen en el proceso de acicalamiento de los monos.

El beso en los labios podría tener origen en el proceso de acicalamiento de los monos.
Pareja joven dándose un beso. | Pixabay/CC/jmesquitaau

Desde tiempos inmemoriales, los besos han sido un gesto de cariño y afecto que los seres humanos usan en el día a día. Quizás es complejo recordar la primera vez que diste un abrazo o que estrechaste la mano de alguien, sin embargo, todo el mundo recuerda el momento de su primer beso en los labios.

Besar es un acto universalmente normalizado, puesto que en la mayoría de partes del mundo la gente expresa el amor y la atracción sexual con este gesto. Desde el punto de vista biológico, los besos permiten intercambiar feromonas, sustancias que juegan un papel fundamental en la atracción. También se libera oxitocina, mayormente conocida como la hormona del amor. Gracias a esta sustancia se fomenta el vínculo y la conexión entre las personas.

¿Desde cuándo nos besamos?

Los besos en los labios tienen su origen hace miles de años. Los primeros están documentados en la antigua Mesopotamia (actual Siria e Irak) desde al menos el año 2.500 a. C.

Concretamente, el primer beso de la historia está registrado en el Cilindro de Barton, un artefacto de arcilla con escritura cuneiforme que cuenta con un texto mitológico escrito en sumerio hace unos 4.500 años. En este texto, se dice que dos deidades tienen relaciones sexuales y se besan: "Con la diosa Ninhursag, tuvo relaciones sexuales. Él la besó. Él impregnó su útero con el semen de siete gemelos".

La explicación evolutiva que esconden los besos

A pesar de conocer los beneficios biológicos de los besos, realmente no se conoce muy bien de dónde proceden estos gestos. Sin embargo, un estudio de la Universidad de Warwick (Reino Unido), publicado en la revista Evolutionary Anthropology, plantea una nueva hipótesis que relaciona los besos en los labios con la práctica de acicalamiento de los simios.

Los científicos han buscado respuestas a esta práctica en los animales, concretamente en los chimpancés y bonobos. Han investigado el acicalamiento, uno de los momentos sociales más importantes entre los grandes primates. Esta práctica sirve para eliminar los parásitos del pelaje del compañero, pero también para forjar y reforzar vínculos y mantener la cohesión social del grupo.

El estudio revela que después del aseo, "el peluquero tocaba al acicalado con los labios protuberantes y succionaba la acción para agarrarse y eliminar un parásito o desechos".

Se sabe que los seres humanos no practican el acicalamiento, puesto que su necesidad disminuyó debido a la evolución. Según el estudio, a medida que los antecesores iban perdiendo el pelaje, el acicalamiento era menos necesario, hasta el punto de que despareció por completo.

Sin embargo, el beso como forma de fortalecer los vínculos afectivos sí ha permanecido hasta ahora. Este contacto de las bocas que servía para consolidar las relaciones sociales tras el proceso de higiene muestra un parecido evidente con el beso humano actual. Por ello, los científicos de este estudio han determinado que "los besos están imbuidos de un significado biológico universal subyacente que atraviesa culturas, insinuando esta base evolutiva más antigua que las propias convenciones culturales".

En definitiva, los besos tienen un origen aún más antiguo del que se pensaba. Han servido durante generaciones para mostar afecto, consolidar las relaciones interpersonales y fortalecer los vínculos sociales. Más allá de las normas culturales, el beso trascendió en la evolución humana.

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