
Les confieso que no conocía el trabajo de Erez Kaganovitz hasta que me ofrecieron entrevistarle por la exposición Del dolor a la esperanza, que está ahora en el Centro Sefarad Israel de Madrid pero ha pasado por otros lugares como el Instituto Cervantes de Tel Aviv. Una muestra pequeña, pero con mucha fuerza, en la que hay retratos e historias de españoles o hispanoamericanos y cómo superaron –o, mejor dicho, están luchando por superar– el 7 de octubre.
Periodistas, bomberos, habitantes de los kibutz atacados por Hamás, familiares de las víctimas, secuestrados… una selección pequeña pero muy variada de personas que usan nuestro mismo idioma y que viven o se relacionan muy intensamente con Israel.
Un trabajo muy en la línea de los anteriores proyectos de Kaganovitz, que lleva años mostrándole al mundo lo que hace de Israel un país tan especial: su gente. Primero fue con Humans of Tel Aviv, un proyecto para mostrar al mundo a las personas de esa ciudad "muy multicultural, muy diversa" que además "es muy pequeña, así que realmente sientes la diversidad".
Después el ámbito geográfico se amplió y nació Humans of Israel y más tarde llegaron proyectos más específicos como Humans of the Holocaust, con imágenes de supervivientes y Humans of October 7th tras la masacre perpetrada por Hamás.
Se trata siempre de retratos que suelen tener un componente emocional muy potente y que van acompañados de historias vitales que, en ocasiones son casi tan importantes como las propias imágenes.
Me reúno con Kaganovitz junto a sus fotografías en el Centro Sefarad Israel y, muy pronto hablando de fotografía o de su país –dos temas que me apasionan– la conversación se hace tan fluida que es casi imposible seguir el guión de preguntas previas que había preparado.
Por ejemplo, para empezar nos entretenemos hablando de Israel y de la enorme variedad de seres humanos que se encuentra en el pequeño territorio del país hebreo que, en el fondo, es el tema de la obra de Kaganovitz.

Pregunta: Siempre digo que Israel es el país más interesante del mundo porque es un lugar donde se encuentran personas muy diferentes y modos de vida muy distintos. Hay gente que parece que vive en el siglo XVIII y otra que vive en la vanguardia del XXI; personas religiosas y otros que no lo son dentro del judaísmo, pero también musulmanes... Y casi tan importante: no sólo hay judíos y árabes, es que los judíos han llegado de todos los puntos del mundo.
Respuesta: En los primeros años de Israel los padres fundadores como Ben-Gurion tuvieron esa visión de crear este crisol de razas, de que todo el mundo se uniría dando lugar a ese país completamente nuevo. Hoy en día podemos comprobar que, efectivamente, Israel es un crisol de culturas, pero cada una de ellas ha tenido la capacidad de mantener su propia identidad, lo que lo hace mucho más interesante.
Sin embargo, por lo general la gente cuando piensa en Israel piensa en los judíos que vinieron de Europa, los que llegaron de Europa del este. Y se sorprenden cuando ven a etíopes o a personas que vinieron de Irak o de Irán o de Marruecos y Argelia. Creo que prácticamente nadie fuera de Israel es consciente de que ese es el verdadero país.
P.: Por cierto, ¿de dónde viene tu familia?
R.: Yo nací en Haifa, en el norte Israel –que por cierto es una ciudad que se enorgullece de cómo ha logrado la convivencia entre comunidades muy distintas– pero mis abuelos del lado de mi padre vinieron de Bielorrusia. Mi abuelo, Abraham Kaganovitz, era un superviviente del Holocausto y era de un pequeño lugar llamado Hordak, y mi abuela de una zona que según el momento de la historia era Bielorrusia o Polonia. La otra parte de la familia, el lado de mi madre, vino de Rumania, así que sí, es una mezcla.
P.: En una TED Talk hace unos años decías que no sólo es importante la historia que quieres contar, sino cómo quieres contarla. Ver tu trabajo es como si estuvieras contando más o menos la misma gran historia y durante muchos años, ¿cómo dirías que lo estás haciendo?
R.: Estamos viviendo en una época en la que, por culpa de las redes sociales, la gente ya no tiene paciencia. Así que, si quieres publicar tu foto o historia, tiene que ser algo que la gente quiera ver y que llame la atención. Lo que yo estoy tratando de hacer es que haya una sinergia entre la imagen y la historia, de forma que una y otra se eleven mutuamente.
Como ejemplo nos cuenta la historia de una fotografía que tomó tras el 7 de octubre en uno de los kibutz arrasados por Hamás: un brazo con la fecha de la masacre tatuada que sostiene unas rosas rojas y blancas sobre el fondo negro quemado. Una imagen con mucha fuerza.

Lo bueno de la fotografía –sigue Kaganovitz– es que lo que tú pienses cuando tomas una foto no importa: luego la gente mirará la imagen y para ellos tendrán sus propias connotaciones y sus propios pensamientos. Cuando presento esa foto le pregunto a la gente qué piensa de ella, de qué cree que trata esperando que se trate de resiliencia y de renacimiento. ¿O en realidad se trata de la destrucción y de la tragedia? Y, por lo general, la mitad me dice que trata de esperanza y resiliencia, pero la otra mitad que se trata de la destrucción.
Es la misma imagen. Es la misma historia, pero diferentes personas tienen diferentes puntos de vista y eso está muy bien, porque a partir de ahí hay una conversación.
P.: Esa mezcla que consigues con tus fotografías y sus historias hablan fundamentalmente de Israel, que es otro desde el 7 de octubre. ¿Cómo podemos contar esa historia del 7 de octubre?
R.: Una de las cosas que la gente tiene que entender sobre el 7 de octubre es que, cuando creciste en Israel, creciste con una idea fija: no importa lo que suceda, como israelí, como judío, el gobierno israelí y las FDI estarán allí para protegerte. Y en realidad es así, ya sabes, en muchas ocasiones están salvando a mucha gente en todo el mundo.
Pero el 7 de octubre nadie estaba allí para salvar a la gente. Y estamos hablando de una distancia de una hora u hora y media desde Tel Aviv, dependiendo del tráfico, o desde Jerusalén.
Así que el 7 de octubre se rompió en 1.000.000 de pedazos esa sensación de seguridad, esa sensación sobre lo que es ser israelí. Y va a ser muy, muy difícil recuperar esa confianza. Eso es lo que sentí durante el 7 de octubre.
P.: Además de eso, ha habido un trauma muy grande por los secuestrados.
R.: La gente dice que somos una nación en estrés postraumático, pero la realidad es que no hemos pasado del trauma, todavía estamos en el trauma.
La guerra aún continúa, no todos los rehenes han vuelto y creo que, si realmente queremos reconstruir nuestro país y reconstruir nuestra sociedad, tienen que volver. Esa es una de las cosas más cruciales que tenemos que hacer para que sepan que vamos a ser capaces de reconstruir nuestro país y nuestra sociedad y seguir adelante.
Un lugar en el que se ve eso es la Plaza de los Rehenes de Tel Aviv –una plaza en el centro de la ciudad que se ha rebautizado así y en la que hay demostraciones reivindicando a los rehenes las 24 horas del día–, en las últimas liberaciones de secuestrados fue a tomar fotos e historia y parecía que estuviésemos dentro de un reality show, la montaña rusa de emociones allí es una locura. Es un buen termómetro de lo que suponen los rehenes para Israel.

P.: ¿Crees que esa herida se puede curar?
R.: Para preparar esta exposición recorrí Israel de norte a sur, hasta la frontera con Gaza y conocí a gente increíble como Natalia Casarotti y Haim Jelin –el hombre de la foto de las rosas– y todos ellos, creo que la mayoría del pueblo israelí es así y que con ese pueblo tendremos un futuro mejor y más brillante. Pero realmente espero que seamos capaces de hacerlo, de unirnos otra vez, de tener toda nuestra energía y todo el foco en reconstruir este país. Y este es mi nuevo proyecto llamado Reconstruyendo Israel.
Y si depende de la gente, y creo que es la mayoría del pueblo israelí, gente como Luis Har y todas las otras personas increíbles que conocí durante este proyecto, puedo decir que tendremos ese futuro. Por esa razón estoy desarrollando mi nuevo proyecto, Reconstruyendo Israel, viajando por Israel y estoy tratando de encontrar esas historias de esperanza y resiliencia porque la gente necesita eso, ya sabes, nosotros, nosotros necesitamos eso como nación.
P.: Pasar página pero sin olvidar.
R.: No, no se puede olvidar lo que pasó el 7 de octubre, la gente va a conmemorar este día siempre.
P.: Y lo que ha significado.
R.: No creo que la gente realmente entienda lo que es vivir en Israel después del 7 de octubre, con la guerra, con Hezbolá en el norte, con los ataques iraníes. Recuerdo que un día creo que fue el primer ataque iraní, hubo también un atentado terrorista en Jaffa. Yo vivo a un kilómetro y medio de la estación donde ocurrió y hubo 7 israelíes fallecidos, entre ellos una madre que salvó a su bebé protegiéndolo con su propio cuerpo.
Y cuando sólo habían pasado unos 40 minutos de eso, del peor atentado en Tel Aviv durante muchos años, empezó a sonarme el móvil como loco y el mensaje era que tenía que irme a un refugio porque el ataque con misiles iraníes acaba de empezar. A ese ritmo no tienes tiempo para ti mismo, para respirar, para interiorizar lo que realmente está sucediendo, porque el ciclo de eventos es una locura.

P.: Usted hablaba del crecimiento del antisemitismo hace cuatro o cinco años, ¿cómo lo ve ahora?
R.: Este es uno de los asuntos más difíciles. En mi trabajo sobre el 7 de octubre tomé fotos de dos supervivientes de la Shoá que también sobrevivieron a la masacre y lo describieron como un segundo Holocausto.
Y tras lo que se ha visto en tantos sitios, al igual que los israelíes ya no se sienten seguros en Israel, después del 7 de octubre siento que como judío no tengo un lugar seguro en el mundo. Israel es peligroso y si enciendes la tele y ves lo que está pasando en Londres, en Barcelona, en París… ¿Vio usted todas esas manifestaciones en las universidades de los Estados Unidos? Sientes que realmente no tienes un lugar seguro en la Tierra, y eso es alarmante, es aterrador.
Recuerdo que mi estado de ánimo en el primer mes tras el 7 de octubre era que, como israelí y como judío, estaba bajo asedio. Y hay que recordar que el 7 de octubre fue el día más mortífero para los judíos desde el Holocausto.
P.: Cuyo olvido está muy relacionado con lo que está pasando, ¿no?
R.: Comencé el proyecto llamado Humans of the Holocaust en 2019, porque me topé con una encuesta que decía que el 66% de los jóvenes milenials nunca habían oído hablar del Holocausto y el 50% ni siquiera podía nombrar un campo de concentración o un gueto.
Como fotógrafo y narrador pensaba en cómo hacer que esos jóvenes de todo el mundo se involucren realmente con lo que sucedió en el Holocausto, porque fue hace solo 80 u 85 años, no estamos hablando de cinco siglos, no es la Edad Media.
Y cuando estaba pensando en esos jóvenes me di cuenta de que cuando yo tenía su edad no quería tener ninguna conexión con el Holocausto. Y crecí en Israel y mi propio abuelo fue un superviviente. No quería ver los cadáveres, no quería ver las atrocidades. Si yo, con todos mis antecedentes, no quería tener una conexión con el Holocausto, como alguien de Madrid, de Barcelona o Lexington, Kentucky, querría comprometerse con eso. Y entonces me di cuenta de que tenemos que contar la historia de una manera diferente, que tiene que ser optimista, estar llena de vida, ser atractiva para que la gente deje de hacer scroll, que te haga hacer una pausa y decir, esto es interesante.
Y lo que suelo hacer es que si tengo una imagen de un superviviente del Holocausto que habla de Auschwitz, por ejemplo, pongo enlaces con los que aquellos que se han interesado por la foto podrán estar mejor informados y mejor educados sobre lo que sucedió.

Porque creo que si no contamos la historia de una manera diferente, ese 66% de gente que no sabe lo que es el Holocausto será mucho más alto y eso es letal, porque si no eres consciente de los peligros del antisemitismo, de lo que sucedió en Auschwitz, no te vas a alarmar cuando veas el aumento del antisemitismo que hay ahora, que es muchísimo, después del 7 de octubre por primera vez hay miedo en las comunidades judías de todo el mundo. Depende de dónde vivas, pero aun así hay mucho miedo.
P.: En este sentido, ¿qué se sabe en Israel sobre el Gobierno español y su posición sobre la guerra?
R.: Es complicado. Entiendo que el Gobierno que tenéis actualmente en España tienen una retórica diferente y una forma diferente de acercarse a Oriente Medio y a Israel. Y creo que el Gobierno y la administración en España son mucho más críticos con Israel que los españoles.
P.: Cuéntanos qué es Del dolor a la esperanza.
R.: La idea de la exposición era que en Israel tenemos muchas personas que han venido de España o de países en los que se habla español. Es algo de lo que me di cuenta viajando por el país y vi que son un grupo con su propia perspectiva, con su propio punto de vista. Y yo quería contar su historia y contar la historia del 7 de octubre a través de los ojos de esa gente.
Cuando estás contando una historia humana, cuando cuentas lo que hay detrás de los titulares la gente realmente puede interactuar. Y creo que tenemos que contar esas historias en España y en América Latina, porque la gente tiene que estar al tanto de lo que pasó.
Así que la exposición muestra a unas 20 personas que tienen una conexión con España y con el mundo latino, tratando de que fuera lo más diverso posible. Queríamos contar el 7 de octubre a través de sus propios ojos. Y no se trataba solo de los que estaban en la primera ola de ayuda o de los que se vieron gravemente afectados a partir del 7 de octubre.
Tienes historias como la de Luis Har, que era un rehén, fue liberado y me encanta su historia, es una persona increíble; o a la madre de Keshet Casalotti, que fue asesinado en el Festival Nova. Pero hay también muchas otras personas que no lo vivieron así, no se vieron afectados igual. Con ese conjunto, creo que da una visión mucho más amplia de la sociedad israelí y también de los españoles y latinoamericanos que viven en Israel.

P.: Finalmente, creo que esta es la pregunta más difícil, aunque imagino que me dirá que sí; ¿es posible que la fotografía marque la diferencia?
R.: Cuando me haces esa pregunta pienso que probablemente recuerdes la foto de la primera ola de inmigrantes por la Guerra de Siria, aquella con el cadáver de un niño que estaba en la orilla.
Pues justo fue ese el momento crucial en el que Merkel decidió abrir las puertas y traer a todos los refugiados. Así que sí, las imágenes tienen el poder de tener un impacto, de relacionarse con la gente, tienen la capacidad de abrir su corazón, de contar una historia, de informar mejor, de educar mejor.
Pero lo que me encanta de la fotografía, y especialmente de mi fotografía, es que no estoy tratando de imponer mis propias ideas o mi propio pensamiento: muestro una foto, cuento una historia y ya dejo que otras personas conecten los puntos por sí mismos.
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