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Juan Manuel González

Crítica: 'Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia', con Henry Cavill y Ben Affleck

Densa y oscura (también un tanto fallida), 'Batman v Superman' es de todo menos una película jovial de aventuras.

Densa y oscura (también un tanto fallida), 'Batman v Superman' es de todo menos una película jovial de aventuras.
Batman v Superman | Warner Bros
Póster Batman vs Superman: El amanecer de la Justicia
Puntuación: 6 / 10

En uno de los múltiples momentos introspectivos de esta Batman v Superman, el Hombre de Acero charla con una visión del pasado que le alecciona sobre el constante equilibrio de fuerzas del mundo, una balanza sádica en la que -al igual que ocurre con los dos superhéroes que dan título al filme- la suerte de uno parece repercutir en la desgracia del otro. Nunca un filme de este género ha sido tan intenso, recargado y oscuro como el presente, nueva incursión de Zack Snyder (Man of Steel) en el universo DC y película destinada a cimentar, tras demasiados intentos fallidos, la confección de un universo cinematográfico que compita con la distinguida competencia de Marvel Studios. Tampoco tan entregado a transmitir los ideales, conceptos y simbolismo de sus personajes, pagando por ello un precio quizá demasiado alto, a lo que se suma el requerido por su naturaleza industrial, esa finalidad de plantear las mil secuelas planeadas mencionada arriba. En otras palabras, si les molestó la seriedad de El Hombre de Acero y piensan que un filme de aventuras debe ser ante todo ligero y jovial, Batman v Superman va a lograr que se retuerzan en la butaca, y no precisamente de gusto.

Y todo ello pese a un comienzo absolutamente maravilloso, en el que somos testigos de la destrucción de Metrópolis que ponía punto final a la anterior película desde un punto de vista humano, el de Bruce Wayne, presenciando la masacre de sus empleados y jurando venganza eterna a Superman. Batman v. Superman resuelve de un plumazo y muy bien uno de sus principales desafíos, el de (re)presentar al Caballero Oscuro interpretado por primera vez por Ben Affleck, optando por privilegiar su naturaleza de hombre común y eligiendo a Frank Miller como principal referente ético y estético para este agotado y maduro Hombre Murciélago. La película, después, retrata después una sociedad dividida ante la revelación del supuesto salvador, incapaz de asumir una presencia que toma tintes de amenaza y en la que las altas instancias políticas y grandes corporaciones se preguntan, con mejores o peores intenciones, cómo gestionar el miedo o sacar tajada de él. Y es entonces cuando se sume en un cierto barullo argumental una vez sigue las trayectorias de sus cuatro principales protagonistas, tres o cuatro intrigas con un tono de relato de detectives (al menos, en lo referido a Bruce Wayne) que naturalmente confluirán en un prolongado desenlace de acción digital que, en realidad, no es lo mejor del filme.

Una estructura que, y esto se esperaba, ha enervado a gran parte de crítica y público, deseoso de una cinta de aventuras de tono más jovial que enmendase la dirección tomada por Snyder en la, creo yo, infravalorada El Hombre de Acero. Y va a ser que no: si aquella se preguntaba fundamentalmente si estamos preparados para la llegada del inmigrante definitivo, Batman v. Superman es un filme sobre cómo preservar el idealismo en tiempos de crisis, quizá algo más lineal en su desarrollo, pero también de trama más embrollada. También un filme crítico y desencantado con sus personajes, dos héroes cansados, impotentes y heridos que se preguntan si su poder puede ser ingenuo, en el que Batman asegura taxativamente que todos los héroes -incluido él- "son criminales"; pero también algo antipático con ese público que la va a consumir, a quien le dice poco más o menos que su ignorancia o desconocimiento de lo que ocurre en otras partes del mundo quizá no implique su completa inocencia. Un filme promocionado en las cajas de cereales infantiles y destinado a vender muñecos en jugueterías, que, en realidad, ya en su comienzo nos lleva directos a una matanza tribal en Nairomi; en el que Lex Luthor adquiere pintas de un youtuber empastillado víctima de abusos infantiles, gerente de una de esas compañías eco-friendly, decidido a negar la bondad humana y de paso, matar a Dios (perfecto para Jesse Eisenberg, que caricaturiza su propio papel en La Red Social); que basa casi todo su precepto en el martirio al héroe que precisamente representa la pureza (la pulla de Wayne a Kent en la fiesta, que le deja verdaderamente herido, es sólo la más sutil de las crueldades que Superman soporta en la película) hasta un desenlace lógico que redondea las resonancias cristianas que tanto irritaron en El Hombre de Acero. A Snyder le han acusado de no ser fiel al espíritu del cómic, pero toda Batman v. Superman bebe de él, al tiempo que se pregunta si el modo de vida americano, ese sueño de un granjero de Kansas llamado Jonathan Kent, es todavía un ideal asumible.

Pero como decimos, la película paga el precio por ello, al igual que sus héroes. No faltan en el filme momentos emotivos que sin embargo quedan ocultos en parte por el proceder de Snyder y el recargado guión. Tanto narrativa como visual como conceptualmente, Batman v Superman es un filme tan intenso que nos impide conectar con nuestros sentimientos, saturados tanto por la cantidad de ideas del guión como la abrumadora información visual que nos llega. Mientras en las apabullantes películas de Christopher Nolan todo resultaba claro y diáfano, en la de Snyder -que además osa apelar al sentimiento en numerosas ocasiones- son conceptos inconclusos que de alguna manera no llegan a materializarse hasta un segundo visionado que, me temo, sólo algunos insensatos hemos abordado de momento.

Porque, en efecto, estamos ante uno de esos filmes que necesitan un esfuerzo adicional, por mucho que sus errores estén ahí y sean de bulto. Batman v Superman abunda en secuencias oníricas, en ocasiones metidas con calzador, así como en momentos diseñados expresamente para anunciar la futura Liga de la Justicia que reunirá a los personajes de la factoría DC que el estudio quiere plasmar en largometraje. Elementos intrusivos que alargan todavía más su duración e incluso osan detener literalmente una película no particularmente ágil, incluso cuando ésta, tras más de una hora de razonamientos no particularmente divertidos, por fin parece lanzada a toda velocidad. La carrera de obstáculos de Snyder no termina ahí, con la introducción de la rotunda Wonder Woman de cara a, de nuevo, presentar su futura película, y un largo desenlace de efectos visuales destinado a demostrar que, en efecto, estamos ante una de las producciones más ambiciosas jamás ejecutadas por un estudio.

Demasiados peajes, demasiadas obligaciones, para un filme que peca de denso, barroco y en última instancia, previsible (nadie duda que al final, el caos y el horror en forma de brutal criatura forzará a la unión de ambos, como debe ser) pero que osa desafiar su naturaleza de filme de consumo para formular grandes preguntas y, además, hacerlo con un tono serio que, al margen de los (de nuevo discutibles) resultados, le granjeará un odio un tanto automático, legítimo sin duda en la mayoría de los casos, pero sobre el cual creo que subyace una idea diabólica: la de todos aquellos que creen que el cine de consumo y evasión sólo puede significar un trayecto confortable que reporte satisfacción inmediata. Por eso, Batman v Superman, al igual que El Hombre de Acero, va a envejecer algo mejor de lo que sus detractores de ahora aseguran.

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