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Juan Manuel González

Crítica: 'Le Mans '66', con Matt Damon y Christian Bale

Hollywood debería hacer diez películas cada año como esta Le Mans '66.

Hollywood debería hacer diez películas cada año como esta Le Mans '66.

Atención a la paradoja de Le Mans '66, una película producida por Fox que, sin embargo, llega a las carteleras estrenada por Disney después de haberse consumado la histórica compra del estudio de Murdoch a manos de la casa del ratón. Le Mans '66 es la historia de dos pilotos visionarios, Carroll Shelby (Matt Damon) y Ken Miles (Christian Bale), a quienes Ford encarga la construcción de un automóvil que derrote a Ferrari en Le Mans y que acaban luchando más contra la misma corporación que les contrata que contra la escudería italiana. La idealista, y a la vez amarga, oda al sueño americano de la película parece repetirse en las circunstancias que han rodeado su recepción... y que sería una pena que perjudicasen una película casi excelente, cuyos últimos cuarenta minutos (los correspondientes a la carrera de Le Mans) recuperar el arte del cine de espectáculo elaborado al margen de franquicias, propiedades intelectuales y marcas registradas que ahora definen la oferta de los grandes estudios.

Lo mejor que puede decirse del trabajo del director James Mangold es que Le Mans '66 es la típica película americana. Eso quiere decir una cosa: la historia prevalece por encima de las interesantes nociones que desliza, contraponiendo el arte (si es que así puede definirse la producción de un coche) con el negocio; la producción manual de Ferrari o la empresa de Shelby con la seriada de Ford; y en otro registro más patriótico, la noción de si la identidad americana está ligada de manera inamobible a vender y expandirse o si su filosofía individualista, visionaria, representada por sus dos protagonistas puede sobrevivir en un mundo repleto de depredadores. En otras palabras, en qué condiciones el capitalismo y el sueño americano pueden convivir siquiera arañándose la cara y los compromisos que uno y otro deberían adoptar para hacerlo. Sin ánimo de extender la comparación más allá de lo necesario, suponemos que les suena el nombre de otro Ford, John Ford...

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Damon y Bale en Le Mans '66 | Fox

Mangold expresa todo esto a través de la relación no tanto de Shelby (excelente Damon, en su habitual porte heroico) con Miles (histriónico Bale, que acaba robando la película) sino con el pulso que mantiene con el frustrante personaje de Henry Ford II. El centro del largometraje, por supuesto, es el pulso de dos profesionales, un americano y un inglés, condenados a entenderse a más de 7.000 revoluciones por minuto, ese momento en el que como reza la voz en off de Shelby, un hombre por fin se conoce a sí mismo. El tono amable y juguetón que Mangold imprime al relato carece de una gran personalidad, pero colabora a que las dos horas y media de Le Mans '66 se pasen en un suspiro a poco que a uno le interese el proceso. El director, con toda la experiencia de mil géneros acumulada (es un artesano, que dirían los cursis) se muestra contundente cada vez que toca dar espectáculo: ya lo hemos dicho, pero la carrera final es estupenda, los actores también y todo en la película funciona con la precisión (perdonen el chiste) de un bólido. Fox, Disney o quien sea deberían hacer diez películas como esta cada año.

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