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Juan Manuel González

Crítica: 'Creed III', con Michael B. Jordan y Jonathan Majors

Creed III es otro competente combate de la saga Rocky, aunque esta vez sin Stallone de por medio.

Creed III es otro competente combate de la saga Rocky, aunque esta vez sin Stallone de por medio.
Creed 3 | Warner

Afectada ahora mismo por una competición de autoría similar (pero más desagradable) a la de sus protagonistas en el Ring, Creed III es la primera pelicula de la saga Rocky que no cuenta con la presencia de Sylvester Stallone ni delante ni detrás de las cámaras. Divorciada la franquicia de su creador y en manos de su productor Irwin Winkler, la tercera secuela centrada en el hijo del legendario oponente de Rocky Balboa es, sin embargo, hija de su padre y ahora también del "hijo" espiritual de aquel: Michael B. Jordan, su protagonista, debuta en la dirección y se hace con el timón de película y personaje como en su momento hizo el propio Stallone delante y detrás de las cámaras de su alter ego.

El resultado es un filme más que digno, como los dos anteriores, aunque la ausencia de Stallone, o de su personaje, se nota. Quizá es mejor, pues no parece haber demasiado lugar para él en un filme que no ahonda exactamente en las brechas del pasado (que lo hace) como en la cuenta bancaria emocional de Adonis Creed, creando un nuevo enemigo que -paradojas de la vida- parece en sí mismo una versión inversa de lo que en su momento fue Apollo para Rocky: una sombra, una némesis venida de lo más bajo que oculta bajo su capa de amistad un profundo resentimiento.


Jordan no convierte la película en un alegato de clases sociales sino en uno sobre el control emocional del hombre, con mayúsculas. El director/actor comprende muy bien que eso está ahí, al igual que la violencia y la faceta de drama de acción propia de un drama de boxeo. Pero el foco en Creed III está donde debe, en el (convencional) folletín familiar convenientemente espectacularizado pero, sobre todo, en que el boxeo es aquí no tanto un elemento de violencia sino la expresión netamente masculina de un sentimiento oculto. Creed III es, como las anteriores, una película sobre gestión de sentimientos, lo que automáticamente la convierte en una típica y sólida película de la saga Rocky.

Una vez reformulada la marginalidad del primer Rocky con el primer Creed, la película tiene que apuntar en su particular "debe" la profunda falta de originalidad que va asociado al esquema Rocky. Un factor que Jordan no obstante consigue matizar añadiendo toques irreales al combate final, situándolo en una esfera mental sin tampoco romper con las coordenadas de la saga. Creed III es un filme competente que se beneficia, además, de un buen villano como Jonathan Majors (haciendo doblete en cines con Quantumania), un buen uso de la banda sonora y una solvente factura cinematográfica que anuncian que todavía hay tiempo para que Creed madure, su mitología aumente e incluso que Rocky vuelva.

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