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Juan Manuel González

'Oppenheimer', o Christopher Nolan rozando de nuevo la grandeza

'Oppenheimer', ya en cines españoles, es un denso pero brillante thriller dramático sobre la confección de la bomba nuclear.

'Oppenheimer', ya en cines españoles, es un denso pero brillante thriller dramático sobre la confección de la bomba nuclear.
Oppenheimer. | Universal

Oppenheimer, el personaje interpretado por Cillian Murphy, menciona en algún momento del film que ese proyecto científico que cristalizará en la bomba atómica se basa en paradojas, pero en paradojas que funcionan. Son las mismas que parecen sostener esta mezcla de biopic, película histórica y suspense de la Guerra Fria de Christopher Nolan, una obra creada para ser el gran espectáculo adulto de la temporada en Hollywood (y no habrá muchos más) que se sostiene equilibrando la fascinación por un invento mortal, la habitual mezcla entre lo emocional y lo cerebral de las películas del director, y el equilibrio entre bloques políticos de todo relato de la Guerra Fría.

Un conjunto de intereses aparentemente contrapuestos que Nolan pone en escena con su habitual y avasalladora manera: Oppenheimer, película de tres horas que no se sienten como tal, va a tal velocidad deglutiendo la vida y obra de su protagonista que casi parece un recorrido soñado por una época en la que América encontró su ansiado Prometeo. Y, también, una verdadera apisonadora capaz de avasallar al espectador con medio centenar de personajes secundarios, cada uno con su correspondiente nombre y apellido, así como equivos conceptos morales que Nolan aborda con su particular lente.

Evidentemente, con el sentido de la urgencia que Nolan imprime al filme desde el primer fotograma (Oppenheimer parece un montaje paralelo sobre otro, encabalgando secuencias y con una omnipresente y fascinante banda sonora), la obra puede agotar y agota. Es, sin embargo, una lección narrativa de inapelable eficacia. Uno puede criticar la loa al mártir en la que Oppenheimer se transforma en su última hora (a tenor de quien esto escribe, la mejor), la indulgencia de Nolan con un fulano conflictivo, el trazo grueso con sus historias sentimentales así como el frío pragmatismo con el que aborda la caída de la bomba en Hiroshima y Nagasaki, que el realizador resuelve con una notoria elipsis para no caer en las imágenes comunes. Pero el filme es un tour de force consigo mismo en el que su director, verdadero protagonista del invento por encima incluso de su excelso reparto (uno pierde la cuenta del número de rostros conocidos, incluso para papeles anecdóticos, a la media hora de metraje) amplía si cabe su capacidad para convertir un relato de tres horas, denso y complejo, en una espiral en constante crescendo narrativo, compactada y editada de manera absolutamente incendiaria.

Por encima de Cillian Murphy, el Oppenheimer del título, destaca un Robert Downey Jr. reclamando para sí ese trono de mejor actor de su generación que se le escapó en el pasado. Su personaje añade coletazos adicionales para una intriga de película de suspense clásica adornada por sombrías reflexiones sobre el pacifismo, comunismo y el equilibrio entre bloques y, en última instancia, la necesidad humana de morder la manzana envenenada. No está mal para una película de verano que presenta la ciencia como puerta a nuevas realidades (esos insertos cuánticos a modo de visiones de Oppenheimer) y a la política como corruptora de esas inquietudes. De las mejores de Nolan, y eso es decir bastante.

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