La figura del zorro que regresa en el peor momento posible sirve al británico James Watkins, responsable de Eden Lake y La mujer de negro, para formular una ejemplar variación de la película danesa Speak no evil. A No hables con extraños se le puede reprochar "americanizar" la desencantada obra original, pero no carecer de calidad intrínseca o hacerlo solo por el vil metal: apoyado en un impresionante James McAvoy, la película de Watkins inyecta dosis de comedia negra y un último tramo arrollador que no ocultan la mala leche de una fábula sobre la descomposición de la familia occidental quizá más suave que el original, pero desde luego mucho más lúdico.
Lo que tiene de especial la película de Watkins es que el matrimonio en crisis interpretado por Scoot McNairy y Mackenzie Davis parece rechazar todas y cada una de las ocasiones que les ofrece el guion para salvar su relación y a ellos mismos de la trampa mortal diseñada por McAvoy y su pareja Clara (Aisling Franciosi). En la verdadera naturaleza de esa trampa no abundaremos, pero sí podemos desovillarla un poco sin necesidad de referirnos a la película danesa original, que Watkins cita de manera malvada en la nacionalidad de algún personaje secundario, en una película de digna artesanía que sabe dialogar con el espectador.
Sin convertir el show en un espectáculo tonto -al contrario, su dominio del suspense psicológico y el "tempo" del film es casi ejemplar- Watkins construye un thriller que sabe aguantar tensión todo lo posible, pero que concede al público la oportunidad de liberarla gracias a un soterrado humor y un tercer acto que causa emociones liberadoras similares a las de otro remake memorable (de esos de, supuestamente, solo hacer caja) como fue Las colinas tienen ojos de Alexandre Aja. Se trata de una impresión superficial, porque no hace falta sacar la lupa para dilucidar todo lo que Watkins incluye en ese desenlace "americanizado" está lejos de ser un triunfo, con una sombría reflexión sobre la condición masculina y las verdades que nos negamos a afrontar como causa de la desorganización familiar. Cuando Louise (Mckenzie Davis) se ve obligada a mentir a Paddy (McAvoy) para salvar su vida, no puede evitar hacerlo contando una verdad latente sobre su matrimonio.
En todo caso, el viaje merece la pena, y mucho: al contrario que la original, No hables con extraños es una película perfectamente defendible para el espectador de cine comercial y también una permite a James McAvoy pasárselo bomba con una nueva variación de psicópata similar a la de Múltiple. Tiene buenas actuaciones de Scoot McNairy y Mackenzie Davis, un último tramo capaz de hacer romper aplausos en un par de ocasiones (una reacción real en el cine donde este cronista vio el film) y, sobre todo, una noción de montaña rusa de suspense y horror hitchockiano que algunos trabajos recientes de Shyamalan, por ejemplo, no han alcanzado a desarrollar enteramente. Todo ello son elementos suficientes para alejar la sensación de rutina y aupar No hables con extraños como uno de los mejores títulos del género para este año.