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La muerte de Silvia Pinal, musa de Luis Buñuel y la actriz que salvó 'Viridiana'

Silvia Pinal se hizo cargo de la única copia sin destruir de Viridiana, y el resto es historia.

Silvia Pinal se hizo cargo de la única copia sin destruir de Viridiana, y el resto es historia.
Silvia Pinal | Cordon Press

A los noventa y tres años ha fallecido Silvia Pinal, la última estrella del cine mexicano. Estuvo muy vinculada a España. Y su amistad con Luis Buñuel, del que fue su musa de la pantalla, posibilitó que protagonizara tres películas que la convirtieron en una estrella mundial: Viridiana (1961), El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965). Casada en cuatro ocasiones, fue madre de cuatro hijos. También mantuvo amores con importantes galanes. Hasta hace pocos años estuvo trabajando en teatro, aunque fuera en silla de ruedas, y en un cortometraje, su despedida del cine hace tan sólo dos años, ya a su provecta edad. Su muerte ha conmocionado el mundo artístico mexicano y el recuerdo que deja es el de una actriz vocacional de gran valía y una mujer de extraordinaria personalidad.

Silvia Pinal Hidalgo nació el 12 de septiembre de 1931 en Gaymas, estado mexicano de Sonora y creció en Ciudad de México, de ahí que en algunas biografías figure, erróneamente, como el lugar de su llegada al mundo. No conoció a su padre biológico hasta que cumplió diez años, porque éste no quiso reconocerla. La madre se casó en segundas nupcias con el militar, político y periodista Luis Pinal Blanco, quien se hizo cargo de la pequeña Silvia, que tenía sólo cinco años, y la reconoció paternalmente, dándole su apellido.

Desde muy jovencita Silvia sintió la atracción artística; aprendió mecanografía, por si le fuera necesario para ganarse entonces su sustento. También, por esa vocación temprana antedicha siguió unos cursos de interpretación y bel canto. Por su indudable atractivo, casi siempre rubia, sensual en su mirada y labios, pero sobre todo con una figura estilizada, se convirtió en modelo y desde sus evoluciones en las pasarelas de grandes modistas saltó al teatro y al cine y posteriormente a la televisión, protagonizando un sinfín de culebrones.

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Silvia Pinal en Viridiana | Cordon Press

Dicho está en nuestro prólogo: Luis Buñuel, que por sus ideales políticos se afincó en México y adquirió esa nacionalidad, sin perder nunca su campechanía aragonesa, la eligió como musa y con el aval económico del productor y empresario Gustavo Alatriste, segundo marido de la estrella, pudo dirigirla en tres filmes fundamentales en las carreras de ambos. Viridiana fue el primero de ellos: la historia de una novicia que visita a su tío, papel encomendado a Fernando Rey, uno de los actores fetiche de Buñuel, que obsesionado por su sobrina dado, según él, al parecido de ésta con su fallecida esposa, no descansa en su afán de poseerla. La narcotiza en ese intento de violarla. Aquellas secuencias se rodaron en una finca cercana al Palacio de El Pardo, ocupado por Franco, con el que nada simpatizaba el cineasta. Viridiana tenía unas escenas que en tono burlesco venían a representar la última cena de Jesucristo, con participación de algo más de una docena de mendigos. Cuando la película compitió en el Festival de Cannes en 1961, obtuvo el gran premio del certamen, la Palma de Oro, que recogió José María García Escudero, Director General de Cinematografía. L´observattore Romano, órgano oficial del Vaticano, criticó duramente la cinta tachándola de blasfema. Se defendió García Escudero en el sentido de que la Junta de Censura española había aprobado el guion. De nada le valió pues las autoridades franquistas fueron inflexibles: destituyeron al mencionado Director General de Cinematografía (pionero en la defensa de un cine sin tanta vigilancia estatal) y además ordenaron que se quemaran todas las copias del filme premiado; era la primera vez, precisamente, que una película española, aún con producción mexicana, triunfaba en Cannes.

Mas ocurrió un milagro: en París apareció una copia de Viridiana, la única. Y Silvia Pinal y su esposo inmediatamente se hicieron cargo de ella, lo que posibilitó que en todo el mundo pudiera visualizarse; no así en España, donde estuvo prohibida hasta que un año y medio después de la muerte del Dictador, en 1977, pudimos verla. Y Viridiana pasó a la mejor historia de nuestro cine.

¡Las otras dos buñuelescas películas que rodó de protagonista Silvia Pinal también tuvieron críticas de los más fanáticos defensores de la moral, las también antes mentadas El ángel exterminador y Simón del desierto, donde el personaje femenino central era el símbolo de una diabólica tentación.

Silvia Pinal rodó ochenta y cuatro películas, participó en cuarenta y dos obras teatrales y en treinta y tres series televisivas. Sus personajes fueron muy variados, entre el drama la comedia y géneros afines. Montó espectaculares comedias musicales, caso de Hello, Dolly y Mame. En 2022 se subió por última vez a un escenario, en silla de ruedas. Actuación patética ya en Caperucita. ¡Qué onda con tu abuelita!. Para el cine, su adiós fue a través de un cortometraje, filmado también ese mismo año: "El escandaloso encanto de los egos rotos", que parecía un título almodovariano. Para entonces, Silvia Pinal ya era nonagenaria.

¿Y su vida íntima, qué fue de ella? Pues la de una mujer apasionada, que se casó muy joven, a los dieciséis años, con el actor cubano Rafael Banquells, en 1947, con un padrino de lujo, Mario Moreno "Cantinflas". Tuvieron una niña, Sylvia, que para su carrera artística eligió el apellido Pasquel. Se divorciaron en 1952. Ella achacó ese fracaso a la poca edad que tenía, a su ingenuidad, cuando aceptó aquel temprano matrimonio.

Su segunda boda acaeció en 1961, con el empresario Gustavo Alatriste, importante productor cinematográfico que influyó decisivamente en la carrera de Silvia. Al margen de ello, la actriz, haciendo recuento en los años finales de su existencia estaba convencida de que los seis años vividos con él fueron los más felices, y que Gustavo resultó ser el hombre al que más quiso, con quien fue madre de una niña a la que impusieron, cómo no, el nombre de Viridiana. Las razones de este segundo divorcio fueron porque Alatriste, hombre atractivo, no supo resistirse al placer con otras mujeres. Aquella hija tan querida murió en trágico accidente de circulación cuando contaba 19 años. Por desgracia, una nieta de Silvia, también llamada Viridiana, falleció a temprana edad asimismo víctima de otro similar suceso.

El tercero de los enlaces de la diva mexicana fue con un ídolo de la canción, veterano rockero, de los primeros que grabó los éxitos de Elvis Presley en español: Enrique Guzmán. Transcurría 1967, recientemente rota su anterior unión, cuando formaron una atractiva pareja, en la que ella le llevaba once años de diferencia. Estuvieron juntos hasta 1976; se llevaban peor que el perro y el gato. Fueron padres de Alejandra, cantante pop, y Luis Enrique, compositor.

Siguió una época en la que alternó el cine con la política. Vinculada al PRI, fue diputada y senadora por el Partido Revolucionario Institucional, sigla que nos parece un oxímoron. En esos días se enamoró de un político, gobernador por más señas, Tulio Hernández Gómez, que resultó ser su cuarto marido, a partir de 1982 hasta 1995. En esos años Silvia Pinal fue víctima de unos tejemanejes de su propio partido, a punto estuvo de ir injustamente a la cárcel y hubo de exiliarse a Miami durante once meses, en casa de su hija Alejandra Guzmán. De los cargos de fraude de los que había sido acusada en vísperas del siglo XXI, siendo responsable de la Asociación de Actores de Teatro, fue finalmente absuelta. Silvia, además de primerísima figura de la escena mexicana fue propietaria de varios teatros.

Aquel último enlace de la actriz no fue tampoco un modelo de equilibrio sentimental para ella. Encontró a lo largo de su larga vida otros amores que, aun fuera del matrimonio, significaron para Silvia momentos de pasión. Uno de ellos fue con Arturo de Córdova, a raíz de protagonizar juntos la película Un extraño en mi escalera, de los galanes más notables del cine mexicano, quien todavía en su época otoñal conquistaba a más de una dama. Con Omar Sharif también mantuvo un romance. Y con el italiano Renato Salvatori, que fuera esposo de Annie Girardot. El potente empresario de televisión Emilio Azcárraga Milmo se convirtió en su compañero de cama a lo largo de varias temporadas. Y también se ilusionó con otro empresario hotelero, el norteamericano Conrad "Nicky" Hilton. En resumidas cuentas, Silvia Pinal amó, la amaron hombres importantes. Y queda para el recuerdo de cinéfilos su legado como la última gran diva del cine mexicano.

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