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La vida perra de María Schneider, "violada" por Marlon Brando en "El último tango en París"

La actriz Maria Schneider tuvo que aguantar durante mucho tiempo que casi todos los periodistas que la entrevistaban le preguntaran siempre lo mismo.

La actriz Maria Schneider tuvo que aguantar durante mucho tiempo que casi todos los periodistas que la entrevistaban le preguntaran siempre lo mismo.
Cordon Press

María Schneider protagonizó un escándalo cuando se estrenó El último tango en París. Una secuencia en la que tendida en el suelo de un piso el personaje encarnado por Marlon Brando le introducía en las partes íntimas de la joven sus manos untadas de mantequilla, lo que para ella consistió en una "violación" no aceptada antes de rodar tan erótica escena.

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Adujo siempre que el director, con el que nunca se llevaría bien, Bernardo Bertolucci la engañó: jamás la habló de que tuviera que consentir semejante acto sexual. Marlon Brando estaba de acuerdo con el consagrado realizador de Novecento, al aceptar sodomizarla. Para María Schneider ello la llevó a un estado depresivo, que duró toda su vida hasta que víctima de las drogas y un galopante cáncer se fue de este mundo el 3 de febrero de 2011 en París, donde había nacido en 1952. Contaba cincuenta y ocho años. Muchos de ellos un absoluto infierno. Se lamentaba que ella, en principio, no quería ser donde luego el destino la llevó. Una pariente suya, Vanessa, con el mismo apellido, acaba de publicar en España su libro Mi prima María Schneider.

Era hija de un galán francés de dudosa vida, Daniel Gélin, que nunca quiso reconocerla, se vieron en sólo tres ocasiones, y de la bailarina rumana Marie-Christine Schneider. Este Délin tenía fama de ser bisexual y en algunas biografías precisamente de Marlon Brando, se insinúa que entre ellos existieron contactos físicos

"El último tango en París"

Diecinueve años contaba María Schneider cuando rodó El último tango en París. Quedó absolutamente traumatizada, insistimos, por aquella violenta acción que le infirió Marlon Brando. Bertolucci deseaba que con aquella mantequilla a modo de lubricante la entonces inexperta actriz gozase, sintiese la "violación". Por supuesto fue fingida, lo que no significa que psicológica, más que físicamente. Aunque pudiera dolerle, no le hiciera mella. Algo vergonzante.

Esta biografía que ha llegado a las librerías españolas con ostensible retraso ya sirvió para que se rodara tiempo atrás un biopic donde se recordaba la tan traída y llevada secuencia, titulado María. La actriz tuvo que aguantar durante mucho tiempo que casi todos los periodistas que la entrevistaban le preguntaran siempre lo mismo: qué sintió cuando Brando con su abultada barriga se subió encima de ella. Por tanto, en general, la prensa francesa la trató muy mal. El mismo día que murió, el diario Liberation, que por cierto era el que leía su familia, publicó una fotografía suya con el pecho desnudo, detalle incongruente y de mal gusto sabiendo que era un periódico de izquierdas que se ufanaba de pregonar y defender los derechos de la mujer.

El último tango en París fue prohibida en varios países, entre ellos España e Italia. En aquellos primeros años 70, grupos de españoles iban en excursión en autobuses, aparte los que por su cuenta lo hacían personalmente en coche, para extasiarse con aquella película. Empresarios dueños de salas de cine de la frontera hispano-francesa, como Biarritz, programaban lotes de películas eróticas. Espectadores que se metían en los cines a temprana hora y salían al anochecer hartos de contemplar aquellos filmes calificados de X, repletos de obscenidades. Emmanuelle tuvo el dudoso honor también de responder a esos gustos cinéfilos de esos compatriotas hambrientos de sexo. Hasta vísperas de la democracia, nuestras salas cinematográficas no pudieron exhibir aquellos productos. José Sacristán fue uno de los actores junto a López Vázquez en protagonizar luego una comedieta vodevilesca acerca de aquellos viajes.

Una actriz discutida

Retornando al hilo biográfico de María Schneider, rodó otras películas de interés, aunque imaginamos que era contratada por su apellido asociado a la que supuso para ella su triunfo y el escándalo. Así, El reportero, con Jack Nicholson, Just a gigoló, al lado de Marlene Dietrich y David Bowie, Violante, emparejada con Gérard Depardieu… Abandonó el rodaje de Calígula para ingresar en una clínica psiquiátrica. En esa filmografía no podía faltar otro papel que "le iba como anillo al dedo", y que aceptó porque necesitaba dinero: el de prostituta en 1980 en Memorias de una puta francesa, con Miou-Miou. Su última aparición en la pantalla sería La cliente, que dirigió Josiane Balasko. Al final, llegó a rodar veintinueve títulos.

Entre película y película María Schneider fue una actriz discutida en la cinematografía francesa, donde por su historial no era precisamente del agrado de sus compañeros de rodaje y del público. Las drogas hicieron mella en ella. Una existencia disipada, sin ningún amor verdadero y estable, para acabar con una fotógrafa lesbiana, que interna en un establecimiento psiquiátrico, la siguió por compasión hasta su lecho.

Sólo me encontré una vez con ella. Era ya avanzada la noche cuando yo salía de Bocaccio, sala de encuentros entre periodistas y actores en la primera planta. Los camareros se disponían a cerrar el establecimiento. Fue entonces cuando me crucé con María Schneider, acompañada de una joven; iba notoriamente en mal estado, bebida o con efectos de haber tomado alguna droga. Volví la cabeza cuando en la barra ella insistía en que la atendieran. Francamente, me dio pena. Uno más de esos juguetes rotos del cine.

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