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ESTRENOS DE CINE

'A complete unknown': Bob Dylan, el completo desconocido que mostró el fracaso del pacifismo

A complete unknown, nominada a 8 Oscars, cuenta el descubrimiento de Bob Dylan en la Nueva York de los 60.

A complete unknown, nominada a 8 Oscars, cuenta el descubrimiento de Bob Dylan en la Nueva York de los 60.
A complete unknown | 20 Century Films

Igual que el Bob Dylan de Thimotée Chalamet, que se pasa casi toda la pelicula en tránsito del folk hacia el rock, la propia A complete unknown de James Mangold entra y sale del biopic convencional para adentrarse en el género musical… pero musical de autor. En casi todas las escenas del film uno de los protagonistas entona uno de los temas de la discografía del protagonista, una decisión meritoria en tanto la música de Dylan, por muy inclasificable que sea, no llama precisamente al dinamismo cinematográfico.

La melancólica serenidad de Mangold le sienta que ni pintada a A complete unknown, que efectivamente cuenta con una interpretación capital de Thimotée Chalamet como el Premio Nobel de Literatura, del que clava mirada ausente y ocasionalmente depredadora. Menos se ha hablado del resto del elenco, que es precisamente el que convierte a Chalamet en ganador: la presencia de un inesperadamente cordial Edward Norton como el descubridor del fenómeno, Elle Fanning, la viva imagen del desamor en varios momentos de la película, así como un irreconocible Boyd Holbrook, convertido ya en un habitual del cine de Mangold, superan todos el nivel del nominado al Oscar. El reparto, apoyado en la vibrante y decadente fotogenia de la Nueva York de los 60 (la llegada de Dylan a la ciudad al inicio del film insta a tomarse A complete unknown como experiencia sensorial más que narrativa) elevan la película de Mangold por encima de su ausencia de grandes puntos cardinales en su argumentario.

A complete unknown, que comienza con el encuentro Dylan con Woody Guthrie, se esfuerza por retratar al músico como un esquivo intérprete de los nuevos tiempos. Un desentendido en tiempos de compromiso, un fantasma en tiempos convulsos, genio en perpetua transición, la película aborda sin las ínfulas de un biopic cronológico las fracturas de una mente indomable. Lo hace sin abundar en las probables fiestas y borracheras, y pese al evidente triángulo amoroso, tampoco en los elementos románticos que no obstante vertebran las idas y venidas de Dylan. El retrato de los movimientos sociales y civiles importa tanto como le podía importar al propio músico, lo que ayuda enormemente a huir de tópicos históricos y lugares concretos. El centro de la película es la necesidad de éste de reinventarse constantemente, una ambición mostrada de manera serena por la cámara de Mangold, cuyo clasicismo le permite, paradójicamente, observar mejor los rostros y miradas en plena actuación musical.

Efectivamente, la necesidad de Dylan de traicionar a sus miles de hijos y abandonar el folk tiene un cierto significado en clave nacional. Mangold realiza una superproducción de cantautores viviendo en su propio universo y deja jugar a los actores, un excelente diseño de producción y, sobre todo, deja hablar a la propia música. Y al final eso es lo que hace funcionar el film, que prefiere mostrar a hacer sonar la cantinela de la revolución (de la que muestra todas su belleza, sus fracturas, fracasos y contrariedades).

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