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John McTiernan, director de 'Jungla de Cristal', visita Madrid: "Las películas de antes eran mejores"

McTiernan, director de Depredador y Jungla de Cristal, visitó Madrid y Murcia traído por el festival Sombra.

John McTiernan | D. P

"No soy tan viejo, en mis 80 me volveré mi mayor crítico". El director John McTiernan visitó la capital como principal figura de la primera edición del Festival Sombra Madrid, donde se proyectó la mítica Jungla de Cristal y homenajeó la figura de un cineasta que ha conseguido aunar la etiqueta de comercial y maldito. Porque la vida de McTiernan, que no dirige un largometraje desde Basic (2003), ha tenido algún contratiempo digno de los héroes obreros de sus películas, y porque Hollywood ha cambiado mucho. Pero el neoyorquino aún se resiste, como McClane, a darse por vencido y dar por acabada su carrera.

Si eso ha ocurrido durante varios años, según McTiernan, es porque el capitalismo que se mostraba en, precisamente, la película que mejor aunó Navidad y terrorismo, se ha salido de control. "La cultura está determinada por la economía", dijo, cuidándose mucho de no entrometerse en el camino de los grandes estudios y, por eso, trazando paralelismos con la comida basura y los automóviles. "Es una industria haciendo comida basura adictiva", dijo en referencia a los supermercados estadounidenses, que habrían heredado de la industria tabacalera la misión de generar clientes. Lo mismo con los coches, que antes jugaba a identificar con su abuelo desde el porche de su casa: "Ya no puedes distinguirlos. En EEUU son todos idénticos".

Si esa uniformidad y falta de personalidad ocurre es porque quien maneja el asunto no le importa lo que hace, porque "hay gente inmoral y procedente del mundo del dinero" tomando decisiones. Un "determinismo económico" que también rige ya el mundo del entretenimiento y que ha motivado que todo cambie para figuras como McTiernan. Pero el neoyorquino, que por fin maneja la posibilidad de sacar adelante un rodaje, prefiere no soltar prenda por si se gafa el asunto. Pero la industria de la alimentación, del tabaco y la automoción son todas "recreaciones" una de la otra.

McTiernan se revelaba así no como un peligroso comunista como los que combatían John McClane o el Schwarzenegger de Depredador, sino como el perfecto americano clásico y rebelde como John McClane, uno que a sus 74 años contempla lo que viene con desconfianza. Las películas de acción actuales no han aprendido sus lecciones y parecen más ocupadas en compartir ese "odio" de un mundo en el que ya nada parece importar que en divertir al espectador ("lo siento por los que las hacen"). Para los periodistas, ojo, también hubo lecciones: "Sois importantes, vosotros nos enseñáis a los demás", dijo con una sonrisa parsimoniosa que parecía desafiar nuestra nostalgia. Pero insistió en algo con la misma precisión shakespeariana que el neoyorquino, procedente del mundo del teatro, imprimío a su cine de acción ochenta: "Las películas ya no las hace gente del cine, sino representantes del dinero".

El festival de cine fantástico Sombra, habitualmente afincado en Murcia y que este año despega en Madrid sin, según su director Adán Latonda, "una financiación potente" por parte de los representantes de Cultura ("solo hemos contado con la ayuda de amigos como la SGAE", dijo), dio en todo caso una noche por todo lo alto a McTiernan. Una digna del final de Jungla de Cristal o Depredador, sus films más icónicos, que efectivamente navegan a años luz en cuanto a trabajo narrativo con la cámara respecto a los films actuales. Películas como las de Marvel de las que no ha visto apenas nada: "Las de antes eran mejores".

Una de las paradojas de McTiernan, que dio forma al cine de acción de los ochenta y también lo concluyó con la mayúscula Jungla de Cristal. La Venganza y la relectura irónica de El último gran héroe, es no ver sus películas como instrumentos violentos. "Deberíamos cuidar más de los demás. Hay mucha gente ganando dinero con el odio", dijo sin meterse en fregados políticos, simplemente porque "cada uno vive en el ambiente del otro". Y es que McTiernan, expulsado de una industria incapaz de perdonar su tropiezo con la Justicia, lleva más de veinte años sin dirigir. "Los estudios ya no los lleva gente del cine, ya nada es lo mismo".

Una capacidad para no ceder al fan-service, y por tanto no darnos del todo lo que queríamos sino quizá algo distinto, mejor (de eso tuvo bastante la noche anterior, cuando el propio McTiernan, se sorprendió y divirtió con el entusiasmo de la platea ante la proyección de Jungla de Cristal) y que fue llevada a cabo con su habitual verbo afilado pero parsimonioso, y sobre todo, una voz cavernosa que resonaba en la sala cedida por la SGAE en Madrid. Un cineasta comercial y maldito a la vez, único en su clase, que en algún momento pidió disculpas por los pensamientos de un "crazy old man", y cuyas abundantes lecciones, determinantes para un cine de tebeo honesto que marcó varias generaciones, parecen no haber sido tomadas lo bastante en cuenta.

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