
La figura de Dietrich Bonhoeffer da para película, nadie lo duda. La historia del pastor protestante que plantó cara a Hitler es ciertamente una excelente oportunidad para ejercitar cierto músculo narrativo, y la película de Todd Komarnicki, que comienza en 1914 con el niño Bonhoeffer inmerso en su propia fantasia infantil en tiempos de guerra, amaga con ello.
Bonhoeffer, nacido en una familia de aristócratas prusianos, fue el responsable de multitud de escritos de teología de gran impacto. Su trayectoria profesional e intelectual en la ciudad de Berlín, con secciones desarrolladas en el barrio neoyorquino de Harlem, tuvo lugar en paralelo y en contra del ascenso del nazismo y su instrumentalización de la institución religiosa.
Que el film comience con Bonhoeffer de niño, inmerso en su juego infantil, podría establecer un paralelismo inteligente con el encantamiento al que Hitler sometió al pueblo alemán, con una honestidad que nunca se atisbó en otro film reciente que coqueteaba con esos registros, el Jo, Jo Rabbit del casi siempre lamentable Taika Waititi. Lamentablemente y pese a su agradable tono clásico, el film no parece demasiado consciente de ello , como lo demuestra su indecisión entre adoptar la forma de un biopic afectado, un relato de aventuras bélicas o ese componente de thriller que nos anuncia el título.
Bonhoeffer, el espia es por ello una obra de apariencia pulcra que deja ver muy bien cómo el nazismo se infiltró en la Iglesia para convertir a Hitler en el nuevo profeta alemán, pero resulta un tanto discursiva en ciertos anacronismos políticos y demasiado obvia en su sentido del drama. Komarnicki deja atrás por ello un mundo de oportunidades narrativas y suspense en base a una confusa y frustrante estructura en flashback para imitar los modales de un biopic habitual en figuras artísticas, mientras se olvida de mostrar las profundidades de la resistencia, la propia lucha contra el régimen, todo un resorte para generar un cierto suspense a lo Valkiria.
Que Bonhoeffer, el espía sienta cierta vergüenza a la hora de convertirse en un thriller, pero no quiera ser solamente un drama de época, sume al espectador en cierto desconcierto. La reproducción de época es adecuada, el despliegue de medios evidente, pero precisamente su intención de resultar inquietante en términos actuales resta impacto a su moraleja.