
El cine, que poco antes del cambio de siglo cumplió sus propios cien años de historia, va pegado a lo que sucede fuera de las salas. Y el primer cuarto del siglo XXI ha estado más bien repleto de peripecias. El 11-S, la salvaje crisis económica que mermó las salas, el advenimiento del 3D que trató de recuperarlas, el salto al streaming que obligó a reposicionarse a la industria del entretenimiento, y el colapso del modelo de Hollywood del que nos advirtió Spielberg son solo algunos de los acontecimientos que han marcado el primer cuarto del siglo XXI cinematográfico.
El streaming y los taquillazos: salvando las salas
Por el camino, muchas y buenas películas han amenizado el trayecto de los espectadores. Mejores o peores que en el pasado, más o menos variadas, el cine ha seguido siendo la principal fuente de entretenimiento a pesar de la denominada Edad de Oro de las series televisivas, cuya producción se multiplicó durante los ya finiquitados años de las guerras del streaming. Y es que, en el otro lado del espectro, la película más taquillera de la historia sigue siendo Avatar (2009), mastodóntica producción de ciencia ficción de James Cameron llamada a traer a los espectadores a las salas en los peores coletazos de la crisis mundial mediante la reinvención del legendario dispositivo de las tres dimensiones. Recaudó casi 3.000 millones de dólares solo en cines y sin contar su reciente secuela, El sentido del agua (2023). La cuarta se estrenará en los últimos compases de 2025.
La obsesión por el blockbuster
Si algo ha dominado la búsqueda de Hollywood las últimas dos décadas y media ha sido la búsqueda del perfecto blockbuster o taquillazo. Y aquí dos estudios, Marvel y Walt Disney, han tenido mucho que decir. Los primeros con su incesante Universo Cinemático, que ha logrado colocar a los personajes de la veterana editorial como los favoritos de todo el público en la mayor saga de la historia, culminada con las dos entregas finales de Vengadores, Infinity War (2018) y Endgame (2019). Los segundos apareándose con marcas consagradas como la propia Marvel o Star Wars, reiniciando con El despertar de la Fuerza una nueva saga bajo los mandos de Kathleen Kennedy, así como Pixar (su secuela Inside Out 2 de este mismo año ha sacado del hoyo al estudio). Naturalmente, la saga Harry Potter de Warner y los superhéroes DC del mismo estudio han estado ahí persiguiendo muy de cerca a la casa del ratón.
Ha habido cineastas que han logrado prevalecer contra viento y marea, convirtiendo su nombre en sinónimo no solo de taquilla sino de autoría. De entre ellos podríamos destacar a Christopher Nolan, que incluso cuando ha manejado franquicias y propiedades ajenas como Batman en su trilogía de El Caballero Oscuro ha logrado estampar su marca personal por encima del género de superhéroes. Otros films como Origen (2010), Interstellar (2014) o su galardonada Oppenheimer (2023) han acabado de consagrar a un cineasta polémico pero siempre comercial (y personal) cuya trayectoria en la industria ha sido en cierto modo imitada por otros como Denis Villeneuve y sus complicadas odiseas como La Llegada (2016) o las dos entregas de Dune (2021 y 2024), o Alfonso Cuarón con Hijos de los hombres (2006), Gravity (2013) o la mejor entrada de la serie Harry Potter, El Prisionero de Azkaban (2004).
Naturalmente, viejos zorros de esos por encima del bien y del mal han seguido haciendo de las suyas en Hollywood, quizá con un creciente desinterés en los resultados de taquilla de sus films. Steven Spielberg ha podido generar así algunas de sus mejores películas adultas, como Munich (2005) o El Puente de los Espías (2015), entre otros proyectos personales. Otro veterano como Ridley Scott ha firmado asimismo una de las mejores etapas de su carrera, empezando con Gladiator (2000) y siguiendo con Hannibal o Black Hawk Derribado (ambas rematando un increíble 2001).
La vertiente independiente y "artie" dentro de la propia industria, tras alcanzar su cénit en Miramax, vendría representada por cineastas como Sofia Coppola y Spike Jonze, antaño pareja sentimental que estableció vasos comunicantes entre Lost in Translation (2003) y Her (2013), ambos desencantados cuentos románticos para las nuevas generaciones. Otros cineastas provenientes del videoclip como Spike Jonze firmaron en Olvídate de mí (2004) fugas fantásticas recorridas por ese mismo sentimiento de pérdida romántica... todo ello mientras cineastas consagrados como Tarantino entraban en su fase de puro homenaje al cine de género con Kill Bill y su secuela (2003), Malditos Bastardos (2009), Érase una vez en Hollywood (2019).
Grandes maestros de ayer y de hoy firmaron algunas (varias) de sus obras cumbre. Es el caso indiscutible del productivo Woody Allen con Match Point (2005) y Midnight in Paris (2011), o Clint Eastwood con Mystic River (2003) y Million Dollar Baby (2004). Otros grandes veteranos como Scorsese lograron por fin su Oscar al Mejor Director con Infiltrados (2006) y una indiscutible y enérgica sátira como El Lobo de Wall Street (2013). Llega 2025 y todos ellos siguen vivos y coleando, por mucho que la edad u otros factores hayan forzado el comprensible retiro de algunos.
Films como los citados Memento o La Llegada han fracturado la narrativa con el objetivo de desafiar la mente de los espectadores. Nada que otros cineastas como David Lynch no lograsen con creces con algunos de sus mejores largometrajes, pergeñados también en este siglo: Mulholland Drive (2001) o Inland Empire (2006) pusieron la guinda a una carrera que culminó en la pequeña pantalla con la secuela Twin Peaks. El Retorno (2017). El fenómeno de la nostalgia caló después del éxito de Stranger Things, provocando la recuperación de éxitos de los ochenta y noventa y el inesperado exitazo de Top Gun: Maverick (2022), prueba de fuego para las salas de cine después de la trágica pandemia que se prolongó varios años. Pasó el examen con nota, y Tom Cruise también.
El cine europeo ha tenido una excelente proyección, y España no ha sido en absoluto ajena a ello. Autores como Michael Haneke (La cinta blanca, 2009), Paolo Sorrentino (La gran belleza, 2013) o Luca Guadagnino (Call Me by Your Name, 2017) han logrado trascendencia mundial y en los Oscar. Lo mismo que autores latinoamericanos como Alfonso Cuarón o Guillermo del Toro, que logró el Oscar para una película de fantasía con La forma del agua (2017), han logrado hacerse un sitio en la industria. Movimientos raciales y feministas han propiciado el surgimiento de otras voces con especial repercusión dentro de la temporada de premios.
En cuanto a la industria nacional, destaca cómo el año 2002 perteneció a Almodóvar con Hable con ellas, quizá una de sus mejores películas, y cómo el streaming ha internacionalizado obras de algunos cineastas que de otra manera hubieran tenido algo más difícil lograr el éxito en el extranjero. El manchego lo volvió a repetir en 2006 con Volver, reforzando una carrera con altibajos pero siempre abanderando el cine de autor español, mientras firmas como Juan Antonio Bayona preferían dar el salto al otro lado del charco con Lo Imposible (2012), Un monstruo viene a verme (2016) o Jurassic World: El Reino Caído (2018).