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Confesiones de un cinépata

‘127 horas’: el escalador que se cortó su propio brazo

127 horas, nominada a seis Oscars, es una dramática aventura de rabiosa simplicidad y basada en hechos reales, aquellos acaecidos al joven escalador Aron Ralston, que quedó atrapado en una sima de un paraje natural de Utah con su brazo derecho atrapado entre una roca y la pared. Durante los cinco días siguientes, Ralston, de 27 años, consiguió sobrevivir a duras penas hasta tomar una trascendental decisión...cortarse su propio brazo.

Danny Boyle soluciona la papeleta que le propone 127 horas con admirable seguridad y sólo aparente facilidad. Basándose en la interpretación de un extraordinario James Franco -quién diría que el mediocre secundario de Spider-Man iba a progresar de esta manera-, así como en pequeñas anécdotas que motivan un repaso a hechos trascendentales de la vida del protagonista, Boyle hace funcionar la historia alternando breves flashbacks, sueños o recuerdos obsesivos del héroe de una forma extraordinariamente entretenida y sólida. Boyle aprovecha cada uno de ellos para elaborar emotivas set-pieces que nunca caen en lo patético gracias al sentido del humor que Franco aporta a la historia, y que gracias al adrenalínico estilo visual del director -y la ajustada labor de todo su equipo técnico, desde el guionista Simon Beaufoy hasta el músico A.R. Rahman, todos ellos habituales del director- convierten la película en un espectáculo soberbio.

Boyle utiliza durante la breve hora y media de la cinta todas las soluciones visuales y sonoras a su disposición para convertir la odisea en un viaje épico y a la vez intimista, pero siempre exuberante. Mediante recursos como la pantalla partida, increíbles tomas aéreas y continuos cambios de punto de vista, el filme funciona como un virtuoso crescendo hasta la esperadísima escena de la automutilación, presentada por Boyle con todo lujo de detalles sangrientos, pero a la vez como si de un acto de liberación se tratase. Todo ello tiene una razón de ser: al igual que su atrevido protagonista, 127 horas es un filme que nunca cede a la llamada de la oscuridad.

Si el resultado final no alcanza el nivel de Náufrago, esa arriesgada propuesta de Robert Zemeckis que algún día será apreciada como se merece, no es culpa de nadie. Boyle convierte la película en una odisea sensorial que apela a nuestros sentimientos y que consigue conmovernos sin resultar sensacionalista. Ya es más que en su multipremiada Slumdog Millionaire.

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