
Además del pase de muleta, que no inventó Manolete, se llamaron de ese modo a unas gafas oscuras y a las zapatillas, bailarinas o alpargatas hasta entonces, que el torero rediseñó. Con ambas prendas, imaginarias en nuestro caso, puede verse mejor al Monstruo de Córdoba en el 75 aniversario de la estocada de Islero en Linares y pisotear sin miramiento algunas obsesiones ideológicas sin fundamento.
Empecemos por Indalecio Prieto, esta vez para bien. En su libro de recuerdos titulado De mi vida (1965) desmonta la visión del diestro como franquista empedernido. Al contrario que Juan Goytisolo, al que hasta Max Aub señala su demasía ojituerta ("pisotea a Unamuno, a Ortega, a García Lorca, a Manolete…pero no dice palabra contra Maragall, Cambó, Sagarra o Dalí"), el socialista proclama su admiración por el nuevo Califa de los ruedos, no sólo por los toros de lidia sino por la lidia del toro franquista. [I]
"El torero Manolete, con más altos valedores que ellos, fue severamente amonestado en la Dirección General de Seguridad porque, sin recatarse, estuvo tres o cuatro veces en mi casa de México. Mi gratitud la empañaron temores de que el matrimonioii fuese objeto de alguna represalia. Mas nada desagradable ocurrió, sin duda por haber pasado inadvertida su hazaña".
Prieto asistió al debut de Manolete en México en 1945 con otro "gordo", el ex alcalde de Madrid, Pedro Rico, que obtuvo un "boleto" por medio de El Pimpi, sobrino suyo y picador de Manolete. Y tras describir los mordiscos de Rico al puro habano y su nerviosismo, escribe: "En verdad, amigo, que la cosa no era para menos. Porque ni usted, ni yo, ni nadie había visto nunca torear cual Manolete torea". Y según Emilio Romero (La paz empieza nunca) añadió: "De todos los españoles que hemos venido a Méjico, el único que no ha hecho el ridículo ha sido éste". [II]
Otra manoletina para destacarse es la que anota Pilar Urbano, antes que otros que la recogieron, de la relación de Manolete con las armas nucleares españolas, que pudo haberlas aunque no haylas. Se refiere en su libro El precio del trono (2011 al Proyecto I, que tenía por finalidad dotar a España de un arma atómica nada menos que desde 1955. La I no era un símbolo cuántico sino la inicial de "Islero", el nombre del toro que mató a Manolete.
El proyecto quería fabricar, bajo la dirección del ingeniero y físico Guillermo Velarde, la bomba de plutonio a partir del uranio, cuyo estudio de viabilidad se terminó en 1965. El valedor del proyecto era el general Agustín Muñoz Grandes, pero el accidente de Palomares en 1966 y el miedo de Franco a la reacción de Francia y a la sospecha de Estados Unidos, hicieron desaparecer el proyecto.
Uno de los testimonios más increíbles sobre Manolete es el de Woody Allen quien, en su libro Cómo acabar de una vez por todas con la cultura se esmera en desmerecer, primero, los libros de recuerdos y en esos libros estaban Ernest Hemingway, Picasso, Scott y Zelda, Salvador Dalí, incluso Igor Stravinski. Precisamente en 1929 (¿?) fueron a España, donde Hemingway les presentó a Manolete, que "era tan sensible que parecía una loca". "Hemingway no vio jamás al mayor torero de derechas de todos los tiempos", precisó Paco Umbral.
Y sigue Allen:
"Llevaba ajustados pantalones de torero o, a veces, de ciclista. Manolete era un gran, gran artista. Su gracia era tal que de no haberse convertido en matador de toros, podría haber llegado a ser un contable mundialmente famoso".
Allen, como es sabido, nació en 1935. O sea. Al parecer no supo que el torero preferido de Hemingway (y de Mario Vargas Llosa) fue Antonio Ordóñez que floreció tras la muerte del Monstruo. El de Sánchez Ferlosio se cree que fue Belmonte.
El ya citado y gran Umbral llamaba a los tiempos de Manolete "hambrientos e íntegros", pero su amigo Camilo José Cela distinguía entre dos tipos de toreros que morían en la plaza: los que eran cogidos por el toro como Manolete, el caudillo de los corneados, y los que no morían de cornada de toro, sino de ladrillazo certero de espectador, "que es una variante aunque también mortal." Así, El Picharache II, en Sanlúcar de Barrameda.
Por dar cabida a una manoletina domiciliaria, digamos que fue destacado por EFE hace dos años aunque era sabido desde hacía mucho, que en el número 10 de la avenida de Cervantes, en Córdoba, se levantó a finales del siglo XIX desde la década de los 90 del siglo XIX, una casa en que compró Manolete para su familia.
Lo que no saben tantos es que la casa fue edificada por José Ortega Munilla, padre de José Ortega y Gasset, para aliviar el invierno a su esposa. Luego la vendió a la familia Cruz Conde y, tras servir "de posada" algunas veces al rey Alfonso XIII, fue comprada por Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, Manolete, "que instaló en ella a su madre Angustias y sus hermanas Teresa, Ángela y Soledad".
Dice Ortega Spottorno en su libro Los Ortega y en referencia al filósofo que "allí hicieron sus padres construir un chalet —calle de Moriles 5, luego avenida de Cervantes—, cerca del campo de la Victoria que, cuando vinieron peores tiempos económicos, pasó a propiedad de Cruz Conde, un famoso bodeguero, y de éste, años más tarde, a Manolete".
Una manoletina, menor si se quiere, es que el toro de la alternativa de Manolete se llamaba Comunista, algo que fue posible porque nació durante la existencia de la II República. Pero su lidia tuvo lugar el 2 de julio de 1939 en la Real Maestranza de Sevilla, recién terminada la guerra civil. El toro de la ganadería de Clemente Tassara con el que Manolete recibió la alternativa de Manuel Jiménez Chicuelo en el coso sevillano, ya no se llamaba Comunista sino Mirador.
Uno de los grandes estudiosos del toreo como ritos y juegos, Ángel Álvarez de Miranda, escribe en el tomo I de sus Obras sobre Manolete. Pero antes dice: "En esta España nuestra hay una vieja casta de hombres bravos: se les llama toreros y nacen con una ornamental vocación de morir. Ellos, agonistas de su juego mortal e innecesario, son ya, en este mundo sin religión ni héroes, los únicos que prolongan el sentido del rito bajo el sol, en una auténtica liturgia que tiene como coro al pueblo entero". Federico García Lorca ya lo intuyó. Los toros son el espectáculo más culto de la tierra, dejó caer.
Nuestro torero, de la generación del 36, …"está ahí para atarnos a mil cosas que no son anécdota del tiempo y del espacio, sino esencia y sustancia de nuestro propio ser. Con ese ademán severo que había en Manolete, se puede ser en España torero como él, pintor como el de Altamira o como el del cuadro de las lanzas, e igualmente fraile inquisidor, conquistador de América y tantas otras cosas que sólo en España cabe ser." Por eso Muñoz Seca dejó dicho en vísperas de su asesinato en 1936 que si Allí Arriba no había toros, iba a armar una buena. Con un tal Manolete, 11 años después.
Y justo tras su muerte, el antropólogo prefería ser entusiasta a ser teorizante de las dos liturgias vivas de España, la procesión y la corrida. "En tiempos de filisteísmo hay que pedir al cielo que nos conserve dóciles a la piedad y al entusiasmo, que nos ayude a ser fieles entre el coro de fieles, rezando hasta el llanto con los procesionantes y gritando hasta enronquecer en los tendidos". Hasta Gerald Brenan reconoce que, tras la muerte de Manolete, las corridas empeoraron. [III]
Qué manoletina tan enhiesta. Europa iba a matar al gigante Julio Cortázar, creía él, pero no le importaba si su muerte era como la de Manolete. "¡Qué me importa que al final me meta un cuerno por la panza si yo he podido clavarle el estoque hasta la cruz!." Añadió una vez que hasta los manteles de las mesas podían tirarse al suelo al modo de Manolete. Tan importante fue el torero que en el Diccionario del Español usual en México cuando se trata de la entrada "cúspide", alude a Manolete.
El mexicano Carlos Fuentes describe cómo sus compatriotas allegados veían a Manolete, el heterodoxo, en la Monumental de México:
"Invento póstumo de El Greco, flaco, triste, estilizado…era el diestro del hieratismo. Inmutable, toreaba derecho, vertical como una vela…violaba las leyes clásicas y no adelantaba la muleta para templar y mandar… expuesto a que el toro lo toreara a él. Y cuando el toro embestía al torero inmóvil, la plaza entera gritaba de angustia, aguantaba la respiración, y estallaba en un olé de victoria cuando el maravilloso Manolete resolvía la tensión con un volapié lentísimo y hundía el estoque en el cuerpo del toro…" [IV]
Y está la manoletina negra de Jean Cocteau, que aprendió toros de Picasso, Dalí y Buñuel y que los sintió cuando Dámaso González le brindó uno en la Maestranza. Escribió a Manolete un poema negro, negro, negro tras la cita con la dama funeral. "Sol negro", "rayos negros", "seda y caballo negros", "oreja en brazo negro", "tumulto negro" y señora disfrazada con "antifaz negro" con la que se tenía una cita en Linares bajo la forma de "un hocico negro flanqueado por cuernos".
Pocos lo recuerdan porque la memoria se compone de olvidos, pero el presidente de la República de México la mandó una nota de pésame a la madre de Manolete y fue publicada por el Diario Español el 8 de septiembre de 1947. Decía diario del régimen franquista que "esa carta del Primer Magistrado a la señora madre del infortunado Manolete, muerto hace unos días trágicamente en la plaza de toros de Linares, en que envía su pésame como si fuera el más humilde de los aficionados mexicanos, lo acerca tanto a nuestro corazón que su bellísima actitud nos parece arrancada de las páginas de una novela." Diplomacia dulce y fugaz.
El motivo 109 que se ha dado para no viajar a Sevilla es la cabeza disecada de Islera, la madre del toro Islero que corneó al diestro cordobés en Linares, que está colocada en el Museo taurino de la Real Maestranza de Caballería. Gracias a este disgusto, dicen que en las Ferias de Sevilla siempre hay alguien, con copas bien tomadas, que grita: "Me cago en la madre del toro que mató a Manolete" [V]
Orson Welles, en unas páginas de su guión de Don Quijote, le explica a alguien quién es el personaje de una foto y dice: "Era un amigo mío. Se llamaba Manolete... A Don Quijote le llamaban «El Caballero de la Triste Figura». ¿No crees que a éste también le cuadraba ese nombre?... Don Quijote trataba a los molinos de viento como si fuesen gigantes. Manolete trataba a los toros como si fueran molinos.
- ¿Qué le pasó?, le preguntaron.
WELLES: Al fin uno de los molinos acabó con él.
Tres días de luto nacional siguieron a su muerte hace ahora 75 años.
[I]También el número 2 del PCE en el interior se escapó de la cárcel usando, tomen nota, el coche de Manolete. Lo cuenta Gregorio Morán en su famoso Miseria y grandezas del PCE. Se llamaba Jesús Bayón.
[II]¿Se refería así a la pareja formada por Manolete y Lupe Sino?
[III] Brenan, Gerald. Al sur de Granada, 1957
[IV] Fuentes, Carlos, Los años con Laura Díaz, Alfaguara 1999, 5ª edición, XVI, "Chapultepec-Polanco: 1947"
[V]123 motivos para no viajar a Sevilla, de Jorge Molina, 2011, 2ª edición
