Tuve la fortuna de conocerlo en varios viajes que hizo a España, también tuve ocasión de estar en su casa en México, y me sorprendió por la capacidad que tenía de aunar conocimientos de muy diferente nivel y procedencia.
Octavio Paz era un grandísimo poeta, pero al margen de esto también fue un ensayista muy brillante -fue incluso mejor ensayista que poeta-, y un traductor espectacular, como queda de manifiesto en sus traducciones de Gérard de Nerval o Basho.
Siempre estuvo muy relacionado con España, pero especialmente durante la Guerra Civil, en la que apoyó al bando republicano y tomó parte del congreso de intelectuales antifascistas de Valencia junto con su mujer de entonces, Elena Garro, que era una grandísima dramaturga.
Octavio Paz es un maestro indiscutible, y tiene una labor ejemplar a sus espaldas. Cómo no mencionar en este punto la revista Vuelta, una de las grandes revistas de la literatura española.
Es bueno rendirle homenaje. Comunicarle, a través de las ondas que le llegarán al otro lado del espejo, que lo seguimos leyendo, admirando, y que su obra sigue viva entre nosotros.

