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'Peligro de derrumbe', de Pedro Simón: una novela sobre los hijos bastardos de la crisis

El periodista ha publicado una novela que escuece y emociona, que nos recuerda al vecino, al primo parado o al nigeriano que reparte La Farola.

Pedro Simón | La Esfera de los Libros

Pedro Simón escribe en El Mundo. Los protagonistas de sus reportajes duermen en albergues, apuran los cigarros que se encuentran en el suelo, se prostituyen para poder dar de comer a hijos enfermos, depositan en el mar a sus hijos muertos en una travesía mentirosa e imposible. Con el "barro" de ese trabajo, el periodista ha publicado Peligro de derrumbe (La Esfera de los Libros, 2015), una novela que escuece y emociona, que nos recuerda al vecino, al primo parado o al nigeriano que reparte La Farola en la puerta del Día.

Simón escribe Peligro de derrumbe porque, por un lado, le "apetecía salir de las dos baldosas -del reportaje- e ir campo a través"; por otro, "trabajamos -los periodistas- con la materia prima de la gente, con sus dudas, sus anhelos. Con ese barro me apetecía construir algo. Evidentemente, es ficción, pero sí tiene ese barro periodístico de la crisis y la realidad".

¿Fue fácil la transición del reportaje a la novela? "No, es tremendamente complicado. Creo que los periodistas tenemos un problema cuando escribimos: tendemos a ejercer de periodistas y contamos demasiado. Chirbes, que tuvo la gentileza de leerse el libro antes de que saliera, me decía que, a veces, menos es más, que contaba demasiado. Eso es un tic periodístico".

Era inevitable que se colara algún guiño de realidad. En el capítulo dedicado a Babacar -el spoiler será mínimo, no teman-, un personaje nacido de la "mezcla de cuatro o cinco historias migratorias duras", el novelista menciona a Emmanuella, una madre -real- a la que se le murió la niña en una patera: "Tienes a alguien delante y te está contando que, durante siete días, le ha estado dando de beber orina a su hija en la patera, que al séptimo día se le muere, que deposita a la niña en el mar, con dulzura, como si la metiera en una cuna... Eso no puede quedar en un reportaje".

A los nueve personajes del libro los une una oferta de trabajo infame y el riesgo cotidiano y alarmante de la caída definitiva, del derrumbe. Dice Simón: "Todos los personajes están llenos de miedo, no tanto ya a perder cosas, sino el miedo a no encontrar. Y el miedo a no encontrar es un miedo muy del año 2015. Y más allá de los apologetas de la recuperación, está ahí: miedo a no encontrar un rumbo, un sentido a las 24 horas que tiene tu día, a no encontrar algo que te guste, y el miedo a no encontrar un salario con el que llegar a fin de mes".

La convocatoria laboral integra, entre otros, a una pitonisa con el ceño fruncido, a un exconstructor putero, o a un encofrador que, por la noche, llora su desesperación en programas de radio. Frente a ellos, un director de Recursos Humanos sádico, psicópata, infame. Los entrevistados tienen nexos translúcidos en común, se suenan y, conforme va transcurriendo la novela, se van (re)conociendo. Ojo, con los demandantes de empleo, el autor huye de las heroicidades y de la pena. Algunos tienen fogonazos de mezquindad: "Cuando hay un trasfondo de desesperación, genera que los ventajistas, los sacacuartos, los rompepiernas afloren, se pongan por delante, y lleven a la hoguera ya no diría que a la misma gente, pero sí a las bajas pasiones que a todos nos mueven en un momento así".

"Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza", se leía a la entrada del infierno de Dante. ¿Cómo se combate esa idea? Responde Simón: "Con entusiasmo. Creo en el entusiasmo y en esa red muy, muy, muy personal en la que te sientes a gusto. Alguien decía que la patria es ese lugar en el que eres feliz. Al final, eso es lo que nos va a salvar".

En definitiva, aconsejamos al usuario la lectura de Peligro de derrumbe. En el prólogo, Enric González afirma, con razón, que "es una gran novela. Una de las más importantes del año, o de la década, o, tirando de largo, de la crisis". Es un libro implacable, pero, como dice Simón: "Tras superar un inmenso dolor de muelas, lo que dices es: 'ay, qué a gusto estoy yo'".

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