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Currículo de la ESO: "Se ha interpretado muy mal eso de la igualdad de oportunidades"

Gabriel Albiac, Jon Juaristi y Jorge Freire aportan su opinión sobre el nuevo currículo para los alumnos de la ESO.

Gabriel Albiac, Jon Juaristi y Jorge Freire aportan su opinión sobre el nuevo currículo para los alumnos de la ESO.
La ministra de Educación y Formación Profesional, Pilar Alegría. | EFE

"Me da la sensación de que existe un falso debate con el tema de la educación. Se ha establecido una falsa dicotomía. Si defiendes, por ejemplo, la utilidad del aprendizaje memorístico, eres rápidamente catalogado de rancio nacionalcatólico obsesionado con la lista de los reyes godos; y si defiendes la adquisición de competencias, eres uno de estos pedagogos tontos que pretenden que los niños aprendan con abrazos, maquinitas y sin esfuerzos". El que habla es el filósofo Jorge Freire, consultado a raíz de la aprobación esta semana del nuevo currículo de la ESO. "Yo no creo que ambas cosas sean incompatibles. De hecho, me parece evidente que las dos tienen cosas valiosas que ofrecer".

La conversación, de momento, gira en torno a uno de los muchos debates que se han abierto con la aprobación del Real decreto que establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). En concreto, del intento que, según han escrito sus redactores, se está llevando a cabo para superar el academicismo que estaría anquilosando la enseñanza en España. Jon Juaristi, docente durante más de cuatro décadas y gran conocedor del asunto, se muestra de acuerdo con Freire, aunque añadiendo una crítica a la falta de concreción del nuevo plan. "Mi impresión después de leer los decretos es que los planificadores no saben a lo que se refieren exactamente", comenta. "Teniendo en cuenta el vastísimo volumen de información que existe actualmente, me parece de cajón que los alumnos necesitan aprender a utilizar las herramientas tecnológicas que les ayuden a moverse con soltura en ese stock. Lo que pasa es que, antes de eso, deben saber qué buscar. Y eso, los redactores de la ley, no lo especifican. En la base de toda educación siempre hacen falta una serie de conocimientos cualitativos. Conocimientos que sólo pueden obtenerse a través de la memoria. Porque el conocimiento no es sólo saber buscar información. El conocimiento es comprenderla y relacionarla".

Freire pone un ejemplo más concreto, para ilustrar su posición. "Es evidente que si vas a un taller, esperas que el mecánico sepa lo que es un cigüeñal, y que no tenga que buscarlo en Google antes de ponerse a arreglar tu coche". En ese sentido, argumenta, "los detractores de la memoria parecen pecar de una cierta simpleza. La memoria es necesaria. Sin ella, no podríamos hacer nada". Sin embargo, y como había perfilado en su primera respuesta, no considera que todo deba quedarse ahí. "El problema de la noción contraria de la enseñanza es que quienes la defienden pueden perder de vista que la función de la educación también es la de formar a los alumnos para que algún día tengan oficio y beneficio. No podemos pretender enfocar la educación exclusivamente a través de materias que no tienen aplicación. Lo que pasa siempre con esto es que como la balanza se está moviendo constantemente y el péndulo gira con intereses partidistas, lo que no se hace nunca es pensar en el estudiante".

¿Qué es la educación?

Precisamente de eso, de no pensar en el estudiante, es de lo que muchos llevan acusando a las sucesivas reformas educativas implementadas por gobiernos de todo signo desde hace décadas. En esta última, la supresión del número de suspensos como criterio objetivo a la hora de decidir quién pasa de curso y quién no, ha generado revuelo. "Es la cosa más reaccionaria que hay", dice Gabriel Albiac. "Lo que busca es eliminar la selección". "Es decir, regresar al Antiguo Régimen, en el que no existía ningún mecanismo para seleccionar a los mejores porque venían determinados por la sangre". Juaristi está de acuerdo con él. "Creo que debería haberse consolidado el criterio del mérito, pero lo que se ha consolidado ha sido todo lo contrario. El criterio actual es el que aboga por que ningún estudiante se quede atrás. En mi opinión, se ha interpretado muy mal eso de la igualdad de oportunidades. El problema de la izquierda en este país es que cree que la igualdad de oportunidades pasa por una especie de actitud procustiana: todos deben medir lo mismo. Pero las cosas no son así. Evidentemente, hay que ayudar a los alumnos más débiles, pero buscando siempre la justicia. Lo que no se puede hacer es premiar la vagancia".

"A mí la palabra educación me da bastante miedo", comenta Albiac, por otro lado. "Preferiría hablar de leyes de instrucción. Y una ley de instrucción tiene dos objetivos: enseñar a todos y seleccionar a los mejores". A ese respecto, considera que estamos viviendo una deriva "muy preocupante" en la manera de enfocar la educación en España. "La gran perversión de la pedagogía de los últimos treinta años es que pretende educar los afectos y los sentimientos. Algo que corresponde a los padres, no a los profesores. Un profesor debería enseñar disciplinas concretas. Nada más".

Hablando de ese mismo asunto, Jorge Freire menciona La transformación de la mente moderna, el "libro profético" en el que Jonathan Haidt y Greg Lukianoff introdujeron el concepto de la cultura de la ultraseguridad. "Se identifica por una especie de determinación por mantener a los copitos de nieve postmillennial entre algodones, no vaya a ser que se hagan pupa", explica. "Es algo que no sólo se ve en la izquierda, además. Cuando se dio el debate del pin parental me dio la sensación de que subyacía la misma tentativa. La de proteger a los niños de cualquier estímulo que tenga la potencialidad dañarles. Sin embargo, lo que es evidente es que todos los mamíferos se fortalecen a base de chocar con las aristas de la realidad. Es muy difícil aprender algo verdaderamente valioso desde la sobreprotección".

"Lo que está pasando es la sustitución de la enseñanza por el cariño", confirma Juaristi. "Si obligas al profesor a ponerse al mismo nivel que el alumno, nunca podrás enseñarle nada". Freire coincide con él. "Detrás de todo esto, quizá, lo que prevalece es la demolición de la autoridad". "Sin embargo, la autoridad del maestro es necesaria". Juaristi añade una reflexión: "El problema es creer que el niño es una especie de ovillo desordenado de intuiciones y conocimientos. Y que lo único que tiene que hacer el profesor es enseñarle a buscarlos dentro de sí mismo. Si apelas únicamente a las simpatías del chaval, será muy difícil que puedas inculcarle el valor del esfuerzo, por ejemplo, porque a los niños, por lo general, trabajar no les gusta. Una cosa básica, que parece haberse olvidado, es que la escuela nos enseña a ser libres a base de privarnos de libertad. El profesor es una persona que coge a alguien mucho más jóven y le dice: ‘Te voy a enseñar a utilizar tu libertad, pero para hacerlo voy a retenerte aquí durante un tiempo en contra de tu voluntad’".

Filosofía

Otro de los titulares de la semana ha tenido que ver con la supresión de la asignatura de Filosofía del temario de los alumnos de 4º de la ESO. Freire, sin embargo, cree que la polémica se debe a un error de comunicación del Gobierno. "Creo que es necesario decir que ningún gobierno, no importa el signo, se ha cargado la filosofía. Lo que se ha hecho ha sido quitar una asignatura que en buena medida ya no se daba. Además, hay que tener en cuenta que la filosofía requiere de una serie de conocimientos previos. Lo único que han hecho ahora es cambiar la asignatura de filosofía por una serie de enseñanzas éticas. En bachillerato, sin embargo, todo continúa igual".

Albiac coincide con Freire en una cosa: "La filosofía es un saber de segundo grado. Exige una serie de conocimientos previos". Y añade: "Yo no tendría ningún problema en que la denominación de la asignatura de filosofía desapareciese del bachillerato, siempre y cuando la totalidad de su horario fuese destinada a conocer aquello sobre lo que la filosofía nació. Si tú quitas la asignatura de filosofía y dedicas todo su horario a un estudio monográfico de los textos de Sófocles y de Homero, estaría feliz. Porque sé perfectamente que aquel que haya leído Antígona o la Odisea podrá hacer esa segunda navegación a la que Platón llama filosofía. Ahora, que la eliminen para sustituirla por disciplinas para el aprendizaje afectivo de los géneros y cosas por el estilo, me parece una perversidad".

Freire, por su parte, aboga por hacerla más próxima a la gente. "A mí, esta forma de defender la filosofía como si fuera una reliquia, o un fetichismo, me parece absurda. ‘Estudiar a Platón te hace mejor persona’, dicen algunos. Pues mire, no. Eso es beatería cultural. Por el contrario, creo que la filosofía nos obliga a imitar a Sócrates. Él lo que hacía era ir al mercado, hablar con la gente, descender al mundo y mezclarse estrechamente con la vida. No se recluía en el pináculo de la torre de marfil como en ocasiones parece hacer la filosofía. Creo que eso es lo que hay que hacer. No disecar a Platón. Porque a los niños Platón no les importa nada. Y explicarle de una forma arqueológica no le interesa a nadie. Los clásicos son aquellos que mejor nos permiten conocernos porque la naturaleza humana nunca cambia. Y si todavía nos pueden parecer interesantes es porque se les puede seguir trayendo al momento actual".

Historia

La última gran polémica sacada a la palestra ha tenido que ver con la asignatura de historia. El nuevo currículo para los alumnos de la ESO ha sido bastante revolucionario, ya que, por primera vez, no especifica una enseñanza cronológica de la historia, dividida en épocas y grandes acontecimientos remarcables. En su lugar, se han desarrollado una serie de bloques temáticos basados en criterios contemporáneos, como la "desigualdad social y la disputa por el poder", entre otros muchos. Jon Juaristi lo considera "una gamberrada". "Hay que entender que la ideología de la izquierda tiene una visión de la historia muy concreta. Para ellos, la historia durará mientras dure la opresión del hombre por el hombre. Viven instalados en una visión maniquea que lo divide todo en oprimidos y opresores. Y no son capaces de acercarse al pasado sin juzgarlo desde ahí".

Gabriel Albiac lamenta un modelo de enseñanza "presentista y anacrónico". "Me he pasado toda mi vida docente tratando de explicar a mis alumnos que jamás se debe tratar de entender la significación de una palabra sin colocarla específicamente en el ámbito semántico que define su tiempo", explica. "Esta nueva forma de enseñar historia es perfecta para no entender nada de historia, porque cuando se habla de otro siglo desde las categorías actuales sólo se consigue hablar de uno mismo. De nada más". Freire señala el problema. "Empezar por la conclusión antes de ir al dato que la hace posible, al hecho acontecido, en el caso de la historia, lo único que consigue es colocarles las gafas de la ideología a los alumnos", explica.

Juaristi coincide con él. "Los grandes maestros de historia en España, que ya no los hay, enseñaban eso: historia. Te remitían a los archivos y a los documentos que daban constancia de una serie de acontecimientos. Ahora lo que se enseña es Juego de Tronos. Todo sigue las pautas de una ficción ideológica. De la utopía de la igualdad general, o nivelación general, a la que se abrazó la izquierda hace tantísimo. Por ahí es por donde van los tiros". Pese a todo, Freire tampoco cree que este nuevo método pueda llegar a implementarse, debido a su indefinición. "La práctica siempre corrige lo que implantan los teóricos. Los profesores, que son los que se ven obligados a aplicar los cambios establecidos por los pedagogos, siempre tienen margen de maniobra", comenta. "Al final, lo que suele suceder con estas reformas tan adanistas es que nada cambia para que nada cambie, por variar ligeramente el dicho lampedusiano. Son medidas muy ambiciosas que no tienen ninguna concreción. Agua de borrajas, en definitiva".

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