Menú
Amando de Miguel

Artículos literarios

Al final, la intuición literaria equivale al ojo clínico de los médicos: es algo que no se puede enseñar; y menos si el curso es 'on line'.

Al final, la intuición literaria equivale al ojo clínico de los médicos: es algo que no se puede enseñar; y menos si el curso es 'on line'.
Camilo José Cela en una pose elgante, muy 'inglesa' | Fundación Cela

El artículo político es el más llamativo, pero no se puede ocultar la especie más duradera, la que marca el tono del género: el artículo literario. En la España contemporánea, el universo de autores es tan ingente, que resulta imposible establecer una selección. A título de ejemplo, ofrezco el recordatorio de los textos periodísticos de Carlos Barral, un gigante de los empresarios de la cultura de la anterior generación.

Carlos Barral es, ante todo, un dandy de Barcelona, que escribe como los ángeles, pensando en los lectores de su tribu literaria, muy cosmopolita. Es una persona culta y culterana. En sus artículos, de factura literaria, abusa de las frases sesquipedálicas, seguramente, porque sus textos los iba dictando desde su poltrona empresarial. No pudo superar una radical ambivalencia en su biografía y en su estilo. Tenía que haber sido un poeta, escribiendo en catalán, pero se quedó en una prosa memorialística en lengua castellana, siguiendo la pauta de Josep Pla o de su coetáneo Joan Fuster. Son, sobre todo, escritores de magníficos "dietarios", un género, esencialmente, catalán. La contradicción de Barral se revela al tener que oponerse, ferozmente, a la enseñanza en castellano para los escolares de Cataluña. Su verdadera significación fue la de editar libros influyentes en la lengua de Cervantes. Quede para la historia su valiosa prosa. En política, no tuvo más remedio que pertenecer a la congregación de los Socialistas Catalanes, algo diferentes de su aliado, el PSOE, que nunca entró en Cataluña.

Otra figura de la misma generación es la de Camilo José Cela. Su estilo desenfadado goza de recrear el habla popular, recreándose en las ocasionales referencias escatológicas o sexuales. Era así porque le daba la gana. Está, también, el académico Cela, cuando se dedica a sesudos análisis léxicos. Se muestra, siempre, como un orfebre del idioma, con un dominio fantástico de coloquialismos y con la gracia de introducir personajes con nombres y apellidos sorprendentes. Me consta que llevaba una libretita, donde iba apuntando ese repertorio onomástico con casos reales. Sus artículos semejan trozos o anticipos de sus novelas. Le gusta la escritura en primera persona, transmite una filosofía desengañada y un cierto humor inglés, perfectamente cultivado. Fue premio Nobel, que no es manco. A partir de ahí, todo fueron envidias.

Otro celebérrimo articulista de la misma generación es Miguel Delibes, el señor del habla de Castilla la Vieja. Sabe utilizar frases breves, que requiere mucha maestría (él la llama "economía literaria"). De profesión periodística, los artículos de Delibes son, más bien, reportajes de sucesos menudos, vistos en primera persona. Uno de sus trucos profesionales es presentarse como una persona corriente, un hombre de la calle, un provinciano, nada menos que de Valladolid. Su prosa es tan plástica que ha llevado a que algunas de sus novelas hayan constituido exitosos argumentos de películas.

La ventaja de leer a los buenos columnistas es que se puede extraer de sus textos una especie de vademécum de cómo deben escribirse los artículos de opinión, un género menor y difícil. Tiene que parecer que cualquiera puede redactarlos. Un artículo no debe ser largo; tampoco, los párrafos o las frases deben exceder ciertas dimensiones. Se debe huir de la pedantería, por ejemplo, la de citar nombres poco conocidos. A diferencia de las novelas policíacas, en este caso, el "asesino" debe constar desde el principio del texto. El autor debe presumir, con humildad, que pocos lectores llegarán hasta el final del artículo. Por eso mismo, debe guardarse para las últimas frases una especie de redoble o de sorpresa; mejor, todavía, si se deja traslucir en el título. Lo más difícil de toda la operación es procurar escribir como se habla, manteniendo las naturales diferencias entre una y otra forma de expresarse. Es fundamental saber, aunque sea de forma aproximada, el tipo del lector medio que se va a embaular el artículo. Hay que pensar en un círculo algo más amplio de lo que representa la pequeña camada del autor y sus conmilitones. En el caso de citar a otros autores, debe procurarse que las frases seleccionadas sean muy breves, que no parezcan fichas de pasadas lecturas.

Un artículo de opinión no debe ser una pieza de investigación, ni siquiera un ensayo. No debe parecer un adelanto de un escrito más amplio con pretensiones académicas. Claro que una cosa es predicar y otra dar trigo. Quiero decir que los artículos imperecederos pueden incumplir algunas de las normas dichas, extraídas de la experiencia. Al final, la intuición literaria equivale al ojo clínico de los médicos: es algo que no se puede enseñar; y menos si el curso es on line.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios