
Coincidiendo con la retirada de la estatua de Thomas Jefferson en Washington y las acusaciones de genocidio a Cristóbal Colón, la extrema izquierda académica norteamericana la ha emprendido contra Albert Camus, al que un profesor universitario, Oliver Gloag, tacha de colonialista y racista en un pequeño libro, apenas 140 páginas, titulado Olvidar a Camus, donde por "olvidar" quiere decir manipular, calumniar, cancelar, censurar, y sacar del espacio público.

Nada nuevo bajo el sol de la izquierda, siempre especialmente furiosa contra sus propios heterodoxos, sus más brillantes disidentes, sus más famosos revisionistas, de Orwell a Russell pasando por Koestler. Gloag había publicado en Jacobin un artículo que resume sus tesis sobre Camus: colonialista y machista. En realidad, Gloag usa académicamente a Camus como una excusa para atacar políticamente a quienes, de la derecha culta a la izquierda civilizada, lo reivindican. Algo muy habitual en la universidad norteamericana, en la que gente como Gloag paga sus frustraciones electorales, la extrema izquierda no gana muchas elecciones más allá de Venezuela y Nicaragua, con venganzas ensayísticas.
La acusación de Gloag a Camus es que pretendía mantener el orden colonial. Este es absolutamente falso. Lo que rechazaba tajantemente Camus es que sea legítimo usar la violencia, el asesinato ideológico y el terrorismo para cambiar cualquier sistema político. Es comprensible que no caiga simpático entre los académicos simpatizantes hoy de Hamás como antes lo eran de los Panteras Negras, las Brigadas Rojas y ETA. Gloag, por el contrario, al respaldar el totalitarismo de Sartre, así como su defensa del terrorismo, no hace sino revelar el "compromiso" de la extrema izquierda estadounidense con la violencia "política y progresistamente correcta".
Camus, anticomunista
Lo que le molesta a Gloag es que Camus ha sido convertido, sostiene, en un "santo". Así que se propone "des-santificarlo" usando el terrorismo académico para desprestigiarlo. ¿Cómo hundir a un santo? Convirtiéndolo en un demonio. Además de colonialista y machista resulta que Camus era ‘anticomunista’ y ‘reaccionario’. Cabe matizar, y no es baladí, que Camus era anticomunista porque se negaba a escupir sobre la tumba de los asesinados por los marxistas de todos los gobiernos totalitarios y bandas terroristas de izquierda. A diferencia de Sartre. Y que si era calificado de "reaccionario" es porque defendía la democracia liberal (era más bien un libertario de izquierdas) cuando la mayor parte de la progresfera de los 50 y 60 se hacían fotos con Che Guevara, no sabemos si antes o después de fusilar a un par de homosexuales y otro par de "anticomunistas".

En su texto sobre Sartre, Gloag cita de pasada a Tocqueville insinuando que también él era un colonialista genocida despiadado. Pero también ocurre en el caso del liberal francés del siglo XIX, un crítico de la situación de los indios y los negros en EE. UU., que sus palabras sobre Argelia han sido distorsionadas y manipuladas. Nada nuevo bajo el sol de la academia de izquierdas norteamericana. A Camus lo acusa de "redactar un humanitarismo al rescate del colonialismo" por pretender extender la democracia y la república laica francesa a los argelinos amparados por los derechos humanos y el Estado de Derecho. Pero para Gloag, como sucedía con Sartre, los no occidentales no tienen derechos humanos, esa invención burguesa, y solo los cabe estar sometidos a las castas extractivas de sus muy nativas y originarias etnias explotadoras. Con perspectiva deconstruccionista, por supuesto.
Los ejemplos de la manipulación
Cabe sospechar que Gloag no es malvado, sino simplemente idiota, la manera más fácil de sobresalir en la banalidad del mal de los comandantes de campos de exterminio nazis, comisarios de cheka soviética y jefes de departamentos norteamericanos de humanidades (el modo de premiar en una universidad que ha sustituido la meritocracia por la idiocracia). Un ejemplo de esa idiocia académica de la que hace gala Gloag: Camus escribió que el abuelo de una niña cabileña le dijo que
Si pudiera mantenerla limpia y alimentada, ¿no sería tan hermosa como cualquier chica francesa?
lo que Gloag manipula para hacer creer que Camus pretendía convertir a la argelina en una especie de Brigitte Bardot pero en morena.
El deseo de sacar a esta niña cabila de su abyecta pobreza para que pudiera ser «como cualquier niña francesa» refleja tanto la recompensa como el objetivo de la caridad: la inclusión en el orden colonial y la pertenencia a la familia francesa.
¿Es tonto Gloag o se lo hace? ¿O decididamente es tan racista que cree que la limpieza es un atributo de gentes nacidas entre Roma, París y Nueva York? Por supuesto, cabe objetar la propuesta de la autonomía para Argelia y para el resto de colonias, aunque, como veremos, en la Martinica es a lo que aspiraban. Y cabe objetarla no porque la autonomía en sí sea una mala idea, sino porque los franceses no son precisamente los sujetos ideales para concederla dadas sus características ridículas de narcisismo a la grandeur y sus delirios napoleónicos de invadir Rusia en invierno. Algo que aprendió en sus propias carnes el argelino Camus al tratar con los mandarines galos en las terrazas de los cafés a la izquierda del Sena.
Gloag pasa por ser un especialista en Camus. Pero repite como cualquier tertuliano la célebre pero falsa historia sobre la madre de Camus
Tras recibir el Premio Nobel en Estocolmo, un estudiante argelino interrogó a Camus sobre su línea antiindependentista. La respuesta fue sintomática: aunque creía en la justicia, Camus dijo: «Defendería a mi madre antes que a la justicia». Con ello reconocía implícitamente la injusticia del sistema colonial.
Se suele aducir que Camus dijo que si tenía que elegir entre la Justicia y su madre, se quedaba con su madre. Pero es falso. Lo que dijo Camus, a propósito de Argelia, es que si la Justicia consiste en poner una bomba que podría matar a su madre, se quedaba con su madre. ¿Y si fuese su madre la que pusiese la bomba? Creo que Camus la entregaría a la Justicia. Lo que no sería óbice para que luego la visitase en la cárcel. No hay peor justificación para los delitos que el humanitarismo. No hay peor forma de ayudar a los delincuentes que indultarlos.
Sin duda, Camus no era un santo, y él no pretendía serlo, pero mucho menos es ese diablo colonialista y machista al que calumnia Gloag (sí que era anticomunista, y a mucha honra, ya que era antitotalitario). Imaginen el resentimiento que debe cultivar el que escribe algo como
En Francia, la historia se enseña a menudo como una fábula en la que la patria aparece como un conquistador benévolo, con Camus como héroe emblemático y Jean-Paul Sartre como su nefasto enemigo.
y describe a Camus como
un pupilo del Estado francés, dividido entre el igualitarismo de la República y su apego visceral a la Argelia francesa.
Incluso Sartre abominaría de un discípulo tan sectario y, lo que es peor, superficial cuando a continuación escribe "brutal ocupación francesa de Argelia durante casi ciento cincuenta años" intentando relacionar a Camus con "brutal ocupación francesa". En realidad, la solución de Camus tenía la virtud intelectual de indignar tanto al reaccionario francés como al terrorista argelino, porque lo que proponía era una autonomía para Argelia dentro del Estado francés. Vaya por dios, lo mismo que, por ejemplo, defendía el poeta, político y filósofo de la "negritud" Aimé Césaire para su Martinica.
A esto lo denomina Gloag "colonialismo de rostro humano". Lo del profesor norteamericano es más bien totalitarismo de rostro de cemento armado. Dado que la calumnia académica se premia en los círculos woke que dominan la universidad norteamericana, Gloag vomita que Camus "Adopta veladamente el antisemitismo y el racismo anti musulmán, que son la marca de los partidarios militares de la Argelia francesa". En realidad, lo que hace Gloag es adoptar la defensa del terrorismo que hizo Sartre. No es de extrañar que sea en los campuses norteamericanos donde es más probable que se defienda el terrorismo de Hamás. Camus era tan enemigo de Stalin como del FLN de Argelia, un partido que pretendía ser el único y hegemónico además de terrorista. No es de extrañar que Camus, como Orwell, siga sin caer simpático a los que se niegan a llamar "terroristas" a los terroristas y prefieren usar "luchadores por la libertad", "héroes descolonizadores" o vete tú a saber (podríamos preguntarle a Gloag si tampoco considera terroristas a los de Hamás…).
"Más vale equivocarse con Sartre que tener razón con Aron" es la falacia que resume la maldad intrínseca y la estupidez congénita de la progresfera. En este caso, Aron ha sido sustituido por Camus. En los años 60 se habrían sorprendido muchísimo de que en el siglo XXI nadie leyese a Sartre pero, al contrario, Aron y Camus son dos referentes indiscutibles del panorama intelectual. Incluso en la extrema izquierda académica, Sartre ha cedido el paso al mucho más claro Foucault y al mucho más oscuro Derrida. Lo que cotizaba mucho en aquella época, el "compromiso" con Stalin, Mao y Fidel Castro, ha perjudicado su obra, pero a Heidegger no le ha pesado su admiración por la, decía, belleza de las manos de Hitler o a Foucault su fascinación por los ayatolás.
Gloag defiende el filoterrorismo de Sartre
Hace un par de años, Gloag ya mostró sus intenciones: sacar a Sartre del agujero del olvido y el abismo de la ilegitimidad a los que le había conducido su inanidad filosófica (dado que la corona del existencialismo era indiscutiblemente para Heidegger) y su compromiso totalitario. En Jean-Paul Sartre Took a Stand Against Empire (Jean-Paul Sartre se posicionó contra el imperio), Gloag defiende la posición de Sartre a favor del terrorismo cuando este es "revolucionario", algo a lo que se oponía Camus frontalmente, alguien que se había declarado en contra de las "ideologías homicidas", principalmente el comunismo. La cuestión no es, como plantea Gloag, ser anticolonialista o procolonialista, sino defender como herramienta política los atentados o el diálogo. De hecho, situándose a favor del independentismo en Argelia, Sartre no solo legitimaba el asesinato político, sino a las castas ideológicas que solo pueden conseguir el poder a través de la violencia porque son incapaces de triunfar con el método de Camus, el diálogo y la votación (vulgo: democracia).
La defensa por parte de Gloag del filoterrorismo de Sartre en 2021 se ha continuado en 2023 con la crítica al humanismo democrático de Camus. Gloag, un posmoderno típico de lo que Jonathan Haidt denomina "la mimada mente americana" (The Coddling of the American Mind), usa la polémica Sartre - Camus del siglo XX para la cruzada contemporánea de la izquierda woke en EEUU contra la Ilustración, la racionalidad crítica y el Estado de Derecho para sustituirlo por una versión neomarxista de lucha entre colectivos, solo que sustituyendo la clase social por la intersección del resentimiento racial, el acomplejamiento de género y el parasitado de los mediocres. Lo que sus defensores llaman "política de la identidad" y que, en realidad, trata de eliminar cualquier atisbo de pensamiento independiente y expresión crítica respecto a los dogmas de la izquierda hegemónica. Vaya, justo lo que Albert Camus hacía junto a otros heterodoxos de la izquierda en el siglo XX, de Bertrand Russell a George Orwell, otras bestias negras de la casta académica "progre".
Otra diferencia entre Sartre y Camus es que mientras que el primero lo enfocaba todo desde una perspectiva colectivista, fundamentalmente la raza y la clase social, Camus como un verdadero humanista se centraba en el ser humano de carne y hueso, sin duda influenciado por su clase, raza, sexo y demás condicionantes de grupo, pero no reducible a los mismos, en contra del pensamiento historicista hegeliano-marxista habitual en la izquierda hegemónica. Gloag lleva las aguas sartrianas a su molino woke haciendo al pensador francés filocomunista en alguien que pensaba en términos tales como "cultura blanca" (como si un francés aceptara ser algo tan genérico como "blanco" y no orgullosa y únicamente francés, galo, parisino si me apura).
Pero no hay mal que por bien no venga. Gracias al intento de olvidar a Camus, lo único que ha conseguido que el franco-argelino vuelve a estar en primera fila del candelero político y filosófico. Larga vida a los que muestran ideas tan cortas como las de Gloag.
