Pablo Victoria Wilches, memoria de la Hispanidad
Este jueves fue presentada en el Real Casino de Madrid su obra póstuma: De la Reconquista de América al derrumbe del Imperio.
Sucedió en un momento aparentemente intrascendente de la presentación, pero, como suele ocurrir en estos casos —sobre todo cuando "estos casos" terminan y los plumillas nos tenemos que poner a encontrarles algún sentido narrativo—, fue un momento que lo resumió todo. Pasó cuando Cristina Grueso De Victoria, viuda del homenajeado, se giró hacia Pilar de Arístegui y José Ignacio Rodríguez y, en un tono ambiguo que lo mismo iba dirigido sólo a ellos que al resto del auditorio, exclamó: "Estamos respondiendo a un compromiso". El compromiso era recordar a Pablo Victoria Wilches presentando póstumamente la última de sus obras —"la virtud", había dicho antes ella, "hace las cosas memorables"—. De modo que lo que se reunió en el Real Casino de Madrid en la tarde de este jueves fue un numerosísimo grupo de personas queriendo conservar viva la verdad de lo que fue su amigo, recordándolo. Y, para conseguirlo, lo que hicieron fue charlar sobre aquella otra verdad que él mismo se afanó tanto por rescatar del olvido.
Porque, más allá de economista y político, de filósofo y de historiador, de figura intelectual y de "bastión moral" para todos aquellos que, tanto en Colombia como en España, no han querido dejar de plantarle cara al populismo socialista casi perenne en Hispanoamérica, Pablo Victoria Wilches terminó siendo un recordador. Alguien que, desde la escritura, quiso recuperar lo que casi nadie conserva de la Hispanidad, para, según Manuel Lucena, "hacernos libres" a base de "hacernos históricos". "El territorio de Pablo no es el de la Leyenda Rosa", añadió después, "pero tampoco el de la Negra". Es el de "la Historia patria". Es decir, "aquello que necesitamos saber acerca de quiénes somos, porque pertenecemos a una nación histórica y a una comunidad sentimental".
Pablo Victoria Wilches murió el 24 de julio de 2024. No pudo presentar él mismo su última gran obra, continuadora de otras dos que enmarcan el cometido de su contribución histórica. "Con El día que España derrotó a Inglaterra recuperó la memoria de Blas de Lezo; y con España contraataca la de Bernardo de Gálvez", explicó su viuda. Lo que pretendía con De la Reconquista de América al derrumbe del Imperio (Homo Legens) era "añadirle piezas a un puzle que nos han escamoteado y que no concuerda con el que maneja la religión política del bolivarianismo actual".
El libro comprende la vida de Simón Bolívar, su psicología, sus contradicciones, su ambición política, sus crímenes y sus falsedades entre 1816 y 1824. Con eso retrata no sólo los puntos ciegos que más parecen desconocer quienes más ensalzan la obra del personaje, sino las mentiras acerca de las provincias españolas de ultramar en las que se asienta gran parte de la "memoria histórica" hispánica en la actualidad. "Se trata de un libro de consulta", explicó José Ignacio Ruiz Rodríguez, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Alcalá de Henares. "Es un libro de historia, rigurosísimamente documentado", que se apoya en las fuentes más variopintas para dejar constancia de cómo era la vida en "la parte del mundo más próspera y pacífica del mundo en aquella época". Y cómo, debido a diversas circunstancias, "a la debilidad mostrada por Carlos IV durante la conquista napoleónica de la península", a la intervención del propio Bolívar —"al que retrata en profundidad como un hombre desvanecido, un viudo, un acomodado, un trepa, un espía y un traidor"—, etcétera, "en dos siglos ha pasado a ser campo abonado para los populismos más ineptos y empobrecedores del planeta".
Al final de sus días, Bolívar vivió sitiado por la desesperanza. Varios de los ponentes citaron una frase suya —"el que sirve a una revolución, ara en el mar"— para describir el estado de desolación con el que se dejó abrazar por la muerte, "sabiendo que le había salido todo mal", y que el legado de lo que había sido la mitad del Imperio español, la mitad de España, iba a ser a partir de entonces desgajado y repartido como un botín entre la masa embrutecida. "Y sin embargo", concluyó Manuel Lucena, "el acercamiento a la verdadera historia es también un acercamiento a la esperanza, pues nos permite pensarnos en el pasado, en el presente y, de aquí en adelante, también en el futuro".
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