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José Blanco y la modernización de España

El sr. José Blanco dice que oponerse a la subida de impuestos es ir en contra de la modernización de España. Otra variante del "antipatriotismo". Aunque parezca increíble tratándose de la rama autodidacta del socialismo, la doctrina tiene pasado. Se trata, en realidad, de una vieja losa. La historia que va de Cánovas al sr. Blanco puede contarse como la del aplastante consenso de la modernización nacional.

El profesor Juan Velarde ha datado para el gran público el nacimiento de esta basura ideológica, en su muy recomendable Cien años de Economía española (Ediciones Encuentro, 2009). Vemos a Cánovas, el antepasado del sr. Fraga, el sr. Aznar, el sr. Rajoy y del Partido Popular, publicando en 1888 su célebre folleto De cómo he venido a ser doctrinalmente proteccionista. Para llegar a su ideal de una "protección integral" de la producción nacional, Cánovas hace un potaje castizo con discursos de Bismark, al que admira, y también con recortes de los socialistas de cátedra, los krausistas y hasta de la Institución Libre de Enseñanza.

El socialismo prágmático, el Estado del Bienestar, el intervencionismo estatal en la Economía y el paternalismo con los trabajadores no son un invento del sr. Blanco ni del sr. Zapatero, sino de los conservadores de hace 120 años, tan parecidos a los socialistas de todos los partidos y de todas las épocas.

El anatema "antipatriótico" ha sido una constante en la historia de España para definir a cualquiera que se aparte del consenso de que hay que modernizar a España a toda costa; aunque sea a costa de la clase media, que es la que ha pagado todos los desastres causados por arbitrismos como el de Cánovas, con los concienzudos planes gubernamentales de favores y prohibiciones que se han sucedido durante la Restauración, la Dictadura, la II República, el franquismo y la democracia, con paréntesis de lucidez y libertad como el segundo Plan de Estabilización de 1959, o las reformas fiscales de los Gobiernos del sr. Aznar.

El profesor Pedro Fraile, en su igualmente recomendable Industrialización y grupos de presión. La economía política de la protección en España 1900-1960 (Alianza Universidad, 1991) ha demostrado que la política de sustitución de importaciones, la industrialización inducida y la protección de unos sectores a costa de otros no es, ni mucho menos, un acervo franquista, sino que tiene raices en el régimen de la Restauración canovista y se revigoriza durante la Dictadura y, particularmente, durante la República.

Hace poco ––se recordará–– un diario pro-gubernamental muy socialista (pero no de cátedra) delató con gran escándalo el "antipatriotismo" de un grupo de economistas españoles que ha refutado en medios académicos y de masas de los Estados Unidos la política de protección del sector de las energías renovables, emprendida por el Gobierno del sr. Rodríguez Zapatero. Esa política causará paro y atraso, han advertido, y no solucionará el grave problema de dependencia energética de España.

Es curioso, pero la respuesta del diario pro-gubernamental se parece como una gota de agua a otra, a la que Antonio Robert, uno de los popes de la autarquía, la industrialización forzosa y el proteccionismo, tanto en la II República como en el franquismo, da en 1943 a los pocos que osan advertir sobre las fatales consecuencias de seguir una política autofágica como la que Robert postula en su arbitrio Un problema nacional, la industrialización necesaria. El profesor Velarde resume con bastante detalle las tesis de Robert, así que lo más práctico es consultarle en el precioso librito de divulgación que he citado un poco más arriba. Para conocer más a fondo las ideas del grupo de los "ingenieros", que dominaron la política autárquica y de industrialización protegida, entre 1939 y 1953, es muy útil, además, la consulta de la Historia económica de España, dirigida por Enrique Fuentes Quintana (Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores, 2000), y de la monografía del profesor Fraile, que también se ha citado en esta entrada.

Antonio Robert desdeña las críticas a su programa porque, según dice, provienen de unos lobbies minoritarios y lógicamente interesados en obstaculizar el avance de España. Por un lado, afirma, están los exportadores de vino, aceite, cítricos y plátanos, a los que el cierre de fronteras deja a dos velas, expuestos a las represalias de otros países, en forma de aranceles contra sus productos; en segundo lugar, se oponen al benefactor intervencionismo estatal los importadores, esos aguafiestas que abastecen al consumidor nacional y amenazan con productos mejores y más baratos; en tercer lugar, se cierne sobre España la sombra de las "potencias extranjeras interesadas en estorbar nuestro resurgimiento"; por último, están esos intelectuales "embabiecados (...) por las doctrinas de Adam Smith y los discursos propaganidstas de Cobden ––quien visitó la Península enviado por los fabricantes británicos––".

¿Les suena? De los críticos con el plan de energías renovables del Gobierno, el diario propagandista dijo que están pagados por una empresa petrolera norteamericana. Por supuesto, el PP y la FAES callaron como troncos ante estas invectivas de casposo nacionalismo, no fuera a caer sobre ellos el estigma del antipatriotismo. La derecha y la izquierda españolas comparten desde hace más de un siglo la idea de que cualquier política económica es buena, a condición de que sea, ante todo, una política patriótica.

Para ser un autodidacta, el sr. Blanco viene de una larga tradición.

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