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Black Sabbath: la niebla cubrió el escenario

Se cumplen 47 años de la primera actuación de la banda británica de heavy metal.

Por aquel entonces, ni siquiera se llaman Black Sabbath. Llevan unos meses decidiendo el nombre de la banda, y habían pasado de Polka Tulk a Earth, el nombre que figura en la puerta del pequeño club de blues-rock de Birmingham aquella noche del 13 de julio de 1968. Junto al escenario, los cuatro chicos que forman el grupo por aquel entonces (empezaron siendo seis, pero ahora ha quedado conformado el núcleo duro del proyecto) repasan mentalmente el setlist de un pequeño show en el que aún no tenían muy claro el futuro inmediato de la formación. Por supuesto, tampoco sabían la importancia que su música iba a cobrar en las décadas siguientes.

Los cuatro angelitos, de edades comprendidas entre los dieciocho y los veinte años, responden a los nombres de Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Terry Geezer Butler y Bill Ward. Voz, guitarra, bajo y batería. El rock and roll no necesita mucho más para ser contundente, pesado, impactante: y lo que estos cuatro estaban planeando para el futuro requiere una gran cantidad de estas tres cualidades. Porque de lo que hablamos aquí es de sentar las bases del futuro heavy metal, facturando un rock inusitadamente pesado y oscuro para la época, y alejado por completo del flower power, las melodías pop y el espíritu dominante en los sesenta. La grandeza de la banda se explicará en parte por la imposición de unos gustos musicales que suponían ir a contracorriente, y cuyos referentes más accesibles serían los épicos Jethro Tull (junto a los que el propio Iommi llegará a tocar a finales de aquel 1968), Cream y The Beatles. Sobre el influjo de estos últimos, Ozzy Osbourne llegaría a decir "yo quería ser John Lennon, pero teniendo en cuenta mi propia personalidad…".

El caso es que varios meses después de aquel concierto, la banda decide cambiar su nombre (para alegría de Ozzy) a Black Sabbath, título de una reciente composición propia con letra de Butler, que a su vez habían sacado del film de terror del maestro Mario Bava (en España, con el colorismo habitual de las traducciones se la conoce por Las Tres Caras del Miedo). Un aura de ocultismo y oscuridad en varias de sus letras, secundada por pesados riffs y largos pasajes instrumentales, empiezan a erigirse como los pilares de la música del grupo, al tiempo que editan sus primeros singles, y preparan su desembarco en el mundo del LP. Un disco editado en 1970, y que responde, precisamente, al tenebroso nombre que habían escogido para pasar a la historia. Lo curioso es que, a pesar de haber curtido su sonido en salas de todo el país, gozando ya de una popularidad que metió al álbum entre los diez primeros de Gran Bretaña en su lanzamiento, la formación se llevaba un buen número de palos en aquellos días por parte de la inmensa mayoría de la crítica.

Algunos les acusaron de confeccionar sinsentidos de pesadez sonora, salpicados de letras arquetípicas y con un misticismo algo manido. No ocurrió lo mismo con la mayor parte de sus seguidores, que auparían a la banda a un nivel de aceptación fuera de toda duda. En primer lugar, despacharon el meritorio Paranoid, que contenía tres de los himnos definitivos para los de Birmingham: Iron Man, War Pigs y el homónimo Paranoid. Completarían su década dorada con trabajos tan meritorios como Masters of Reality o Sabbath Bloody Sabbath, superando por el camino una crisis motivada por el engaño de su equipo de management, que plasmarían en Sabotage, y continuarían el cuento (obviamente, no de hadas) a lo largo de los setenta con la formación clásica de los cuatro músicos con la que habían debutado.

Tras la salida de Ozzy, la banda buscaría un recambio de garantías con Ronnie James Dio, junto al que facturaban discos tan competentes como Heaven and Hell en los ochenta, y con el que recuperaban la grandeza por unos años. A partir de ahí, la formación sufriría múltiples cambios, y cuando parecía imposible una reunión definitiva, la pasada década nos trajo a los cuatro de gira otra vez. Una lástima que no consiguieran esta unión en su último trabajo de estudio, 13, en el que las diferencias con Bill Ward frustraron un disco con aquellos cuatro que esperaban a tocar aquel 13 de julio de 1968 en aquel club de Birmingham. Aunque nunca se sabe qué puede deparar el futuro… si algo hemos aprendido con Black Sabbath, su historia y su sonido, es que nunca se puede descartar qué ocurrirá a continuación. Mientras tanto, seguiremos disfrutando de su obra.

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