
Una de las portadas más divertidas de libros sobre la Utopía, que los hay a cientos, es la que muestra el libro de Ernst Bloch sobre el tema Despedida de la Utopía, de A. Machado Libros. En ella se expone un cartel de carreteras que informa: "Utopía, 3.000 kilómetros". Podría haber dicho: "Utopía, 3.000 años-luz" u otras distancias, que cualquiera es demasiada para lo que no existe ni existirá en parte alguna del Universo.
En nuestra cultura occidental y cristiana, la campeona de las utopías es el Paraíso, edén maravilloso donde parece que podía serse feliz a cambio de no pensar ni ser libre, si es que aquello era felicidad. Luego vino lo que vino y comimos del árbol de la ciencia del bien y del mal, que preferimos al árbol de la inmortalidad, y nos sumimos de por vida en el valle de lágrimas que es la vida humana sobre la tierra.
La Iglesia, gran doctora en salvación, nos puso el Reino de los Cielos delante de la muerte, algo que aprovechó cínicamente Karl Marx para hacer del comunismo disciplinario y tiránico por esencia un hito del futuro utópico de la humanidad. En realidad, aprovechó la rendija del Padrenuestro en el que se apela a que se haga la voluntad de Dios "así en la Tierra como en el Cielo". Y esa voluntad divina es, naturalmente y sin discusión, el mayor bien para cada cual y para la especie en su conjunto.
Lewis Munford, que compone un libro sobre su historia, declara que Platón ya era un utopista político infectado por su mítica Atlántida, manía que no contagió a las generaciones siguientes (se hablaba de Edad de Oro, de Ciudad de Dios, de felicidad celestial) hasta Santo Tomás Moro.
Este, nada menos que una especie de primer ministro del brutal Enrique VIII, tomando como referencia el descubrimiento español de América, retomó la afición aunque hizo que el náufrago que llegó a su isla fuese portugués. Platón había vuelto con el Renacimiento y la Utopía regresaba desde las ideas a la esperanza real. No era imposible porque era concebible. ¿Hay quien dé más idealismo a las multitudes irredentas?
Luego vinieron muchos relatos descriptores de la Utopía en los que la injusticia, el delito, el mal o el pecado eran combatidos con proyectos civilizadores maravillosos, habitualmente obligatorios e ingenuos, que intentaban organizar la vida de todo el mundo independientemente de la voluntad de los agraciados, suponiendo que era seguro que de ella surgiera la ansiada felicidad general.

Desde La Ciudad del Sol o La Nueva Atlántida (ojo al nombre), de Tommaso Campanella o Francis Bacon a las muchas de los siglos XIX y XX, la utopía de puso de moda entre todos los que querían cambiarle el mundo a los demás a la fuerza porque se creían en posesión de una verdad científica y social indudable. En casi todas ellas, el comunismo, de un modo u otro, libertario o autoritario, herencia de la interpretación triunfante del cristianismo, estaba presente.
Pero dejemos aquí la historia de las utopías para apuntar por qué viene a cuento John Lennon. Nadie puede ignorar que en la España franquista pero ya no pobre ni tan aislada, The Beatles fueron un revulsivo de gustos, de modas, de música y de creencias. Según ellos, fueron más famosos que Jesucristo, lo que da una idea.
Por aquel entonces el She loves you, yeah, yeah, yeah y las bienaventuranzas musicales que manaron de la escarabajera de Liverpool, al principio Johnny and the Moondogs, se unieron al deseo de cambio de una sociedad española. Luego nos contagiamos poco a poco, nunca del todo, del impulso utópico del neosocialismo cristiano impulsado desde la Iglesia posconciliar y el social-comunismo/separatismo de toda la vida escondido en las alcantarillas del exilio, la inoperancia o en las pistolas de ETA y Terra Lliure sobre todo. La relación entre el terror y la utopía ya fue descrita por Karl Schlógel, entre otros. La muerte del adversario era bien vista y, al parecer, lo sigue siendo.

Por tanto, John Lennon forma parte del entramado utópico de nuestro universo mental y no sólo por su Imagine. Por eso tiene tanto interés el hecho insólito de que alguien impulsara la confección de una encuesta sobre qué pensaban sobre la utopía socio-política-económica una serie de personas entre las que se hallaba el ex Beatle. Fue publicado en el número 1 de The People’s Almanac, traducido por la editorial Grijalbo como Almanaque de lo Insólito, en 1977, año de su retirada de la música y poco antes del asesinato del músico inglés.
Los que respondieron a requerimiento fueron:
Buckminster Fuller, jr., diseñador, inventor, filósofo, inventor de la cúpula geodésica y autor de Spaceship Earth (La tierra de la nave espacial) y otros libros.
Monty Hall, productor de televisión y conductor de Let’s Make a Deal (Hagamos un trato).
Jill Johnston, autor de Lesbian Nation (La nación lesbiana) y miembro del personal de Village Voice (La voz del pueblo).
Eartha Kitt, cantante y actriz.
John Lennon, cantante, compositor y antiguo miembro de Los Beatles.
Desmond Morris, zoólogo y pintor surrealista , autor de The Naked Ape (El mono desnudo) y otros libros muy de moda por entonces
Dr. Benjamín Spock, autor del best-seller de todos los tiempos The Common Sense Book of Baby and Child Care (Libro del sentido común en el cuidado de los bebés y los niños).
Irwin Wallace, autor de The Word (La palabra) y otros libros.
David Wallechinsky, autor de Chico´s Organic Gardening and Natural Living (La jardinería orgánica y vida natural de Chico) y otros libros.
Las preguntas fueron nueve y así las respondió Lennon, en negritas, con tan pocas palabras, una casi siempre, que dan idea de su escepticismo, de su cómico esfuerzo inútil por no desacreditar preguntas poco realistas, por idealistas sin medida o por cumplir con quien podría haber acordado un precio. Ni idea.
1. ¿Cómo sería el trabado físico de su utopía? Típico.
2. ¿Qué estructura familiar existiría? Ninguna.
3. ¿Cómo estaría organizado el gobierno? Tire una moneda.
4. ¿Cómo se dividirían el trabajo y los bienes? Por el color de los ojos.
5. ¿Cómo sería la educación? Lenta.
6. ¿Qué crímenes podría haber y cómo serían castigados? Muchos. De algún modo.
7. ¿Cuál sería su rol en esta sociedad? Estupendo.
8. ¿Por qué no es la vida así ahora? ¿No es así?
9. ¿Algún otro comentario? No.
Otra de las respuestas que resultan interesantes son las de Desmond Morris, que sólo respondió a tres de las cuestiones.
A la número 1, contestó que "En utopía no habría encuestas". A la número 2, sobre la estructura familiar, respondía: "Es imposible detallar las características de utopía como se pide porque la cualidad esencial de utopía es la diversidad, la variabilidad y la impredictibilidad. Si yo puedo decirle qué clase de tiempo, familia, crímenes, gobierno, etc., habría, ésa es una utopía de la que yo querría escapar."
Finalmente Morris, autor de ventas millonarias por sus libros zoológicos sobre los seres humanos que no tenían otros referentes para explicar el comportamiento que el puramente, y desacralizador, animal, respondió al último comentario solicitado:
"El mundo real en el cual vivo es ya suficientemente curioso, rebelde, excéntrico y cambiante como para darme mi utopía aquí y ahora. Pasando la mitad de mi tiempo en un adormecido pueblo mediterráneo y la otra mitad en una viva ciudad británica, yo obtengo lo mejor de ambos mundos. Mi crimen sería no reconocer que yo ya vivo en un estado utópico; y mi mayor castigo sería ser confinado a una utopía de concepción clásica, donde nada nunca anda mal y donde todos sean permanente y aburridamente felices".
Los demás participantes desarrollaban sus ideas personales sobre una sociedad utópica, en la que establecían, como ya era costumbre desde el siglo XV, un modo ideal de relaciones sociales, económicas y de comportamiento listas para ser impuestas a los demás. Es lo mismo que quieren todas las utopías que se dicen siempre "progresistas", incluso las reaccionarias, que las hay.
Los que nos criamos entre jergas utópicas para forjar una sociedad feliz, esto es, obligar a todos a vivirla sí o sí por lo que pedimos sinceramente perdón, – recuerden el mundo feliz de Huxley, e incluso el Walden Dos de Skinner, o si quieren La conquista del pan de Kropotkin o el reverso 1984 de George Orwell, entre otras – sepan que en bien pocas de ellas es la libertad personal la principal protagonista de la trama. Claro que entonces no se podría predecir nada, como agudamente señala el astuto Desmond Morris y sibilinamente no dice, pero apunta, John Lennon.
Lo que tiene mandanga, eso sí, es que tras haberse vivido lo que se ha vivido en la URSS, China, Corea del Norte, España en 1931-39 y se vive ahora en otros muchos países iberoamericanos, el social-comunismo-separatismo siga apareciendo ante los ojos de tantos como un horizonte utópico deseable. Dios no lo quiera.
