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'The Boys' se empieza a repetir en su temporada 4 (pero sigue divirtiendo)

The Boys temporada 4 desembarca ya en Prime Video. Tres capítulos de estreno -valorados aquí- y luego a razón de uno por semana.

The Boys temporada 4 desembarca ya en Prime Video. Tres capítulos de estreno -valorados aquí- y luego a razón de uno por semana.
Karl Urban en The Boys | Amazon

Hay algo en The Boys que merece todos los elogios. Pese a la impresión de cierto enfangamiento argumental desde la pasada temporada -impresión que permanece durante gran parte de esta cuarta- la serie basada en el cómic de Garth Ennis y Darick Robertson nunca se ha acomodado en la parodia del cine de superhéroes. Esta vía acomodaticia, que ciertamente sirve en todo caso de excusa para algunos gags, es solo una faceta de lo que ha venido a ser el reflejo grotesco de una sociedad mediática que nunca da la impresión de alejarse más de cinco años de nuestra realidad tangible.

La cuarta temporada de la serie de Eric Kripke ha estrenado sus tres primeros episodios este 13 de junio en Prime Video. Sólida y el ritmo cogido, sin embargo no da la impresión de avanzar demasiado. La serie da la impresión de haberse acomodado un tanto en determinados tics, como los momentos introspectivos de Patriota (Antony Starr), las ocasionales matanzas de civiles (por aquello de animar la función) y, lo mejor, las misiones de equipo del grupo de Billy Butcher, interpretado por un Karl Urban que vuelve a erigirse como lo mejor de la función (imprescindible escuchar su acento en la versión original).

Pese a esa sensación de estancamiento, que pervive en los primeros capítulos de la cuarta temporada (pese a que Kripke ya ha anunciado el final de la serie con la siguiente, la quinta) The Boys convive con momentos de genio cómico políticamente incorrecto, como esa serpiente humana de la que nos ahorramos comentarios o ciertos instantes de interacción cómica entre los protagonistas. Cunde la impresión, sin embargo, de que The Boys lleva ya algunos capítulos, demasiados, viviendo un tanto de las rentas y perdiendo tensión a pasos forzados, aunque la buena construcción de las primeras temporadas todavía lo sostiene sin problemas.

Queda eso sí lo mejor de la serie: la sátira política, de cierto narcisismo asociado a la cultura de la fama y las redes sociales, de las grandes corporaciones y, cada vez más, de esas etiquetas culturales y de género que parecen invertir más en cierta estupidez moderna que en tolerancia. Factores todos ellos que animan una función que necesita -se hace evidente- de un verdadero empuje que tiene que llegar ya, aunque sea en los últimos episodios, si es que la ya insistente metáfora del trumpismo se lo permite.

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