Desconozco si la intención de Ryan Murphy y su equipo era hacer de Grotesquerie, su nueva serie policiaca y de terror, una parodia de la legendaria True Detective y otros derivados. Pero Grotesquerie, que sigue los pasos de una policía y una monja que unen sus fuerzas para detener a un psicópata que dispone a sus víctimas en grotescos escenarios religiosos, nunca acaba de cuajar al margen de la fórmula.
Como siempre ocurre en las series del creador de American Horror Story o las antologías de psicópatas americanos en Netflix, Grotesquerie está sin embargo trufada de ideas interesantes. Cómo la religión se torna en culto, la mezcla malsana de una atmósfera digna de Seven con el exceso caprichoso de la serie Hannibal… El showrunner americano no parece, sin embargo, darse tiempo a sí mismo para cocinar adecuadamente los elementos (va a razón de dos series al mes), y Grotesquerie nunca acaba de cristalizar en la broma pesada en la que, en ocasiones, parece desear convertirse.
Murphy maneja premeditadamente elementos de mal gusto para ejercitar un músculo kitsch, voluntariamente vulgar, en diálogos expositivos que parecen destinados a enunciar lo obvio con cierto ánimo autoparódico. El plato, sin embargo, nunca logra un tono concreto en esta ocasión como sí. lo hizo en ciertas temporadas de American Horror Story, y el resultado ni siquiera llega a excéntrico dentro de las muchas muestras de serie criminal existentes en la amplia oferta de streaming, la mayoría de ellas, de hecho, ideadas por el propio Murphy.
Hay una cierta voluntad humorística en este ejercicio de puro "camp" que, en efecto, alimenta la curiosidad, elemento éste que el autor sabe manejar muy bien. Existe en Grotesquerie cierta ligereza a la hora de abordar la iconografía cristiana y la violencia (cabezas y bebés cocinados, asesinatos en masa de mendigos…) que impulsa al espectador a ver más, a averiguar qué es lo siguiente. Pero la mercancía barata es, en este caso, mercancía barata, y todas las disquisiciones de Murphy se van disolviendo en el aire por mucho que el tono grotesco, caprichoso, incite a cierta diversión.
Grotesquerie no parece desear más que convertirse en un carrusel de géneros populares para a ese nicho comercial que aplaude el componente hortera del director. Pero traer la nunsploitation y otros géneros de derribo a la televisión de masas, o disfrazar un mal producto de un mal producto, no lo convierte en bueno, y ésta no ofrece interpretaciones interesantes ni novedades que otras series menos conscientes y más honestas nos han ofrecido por el mismo precio.