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Polémica en Argentina por la financiación privada de 'El Eternauta', fenómeno mundial de Netflix

El éxito de El eternauta, ambiciósa producción de Netflix, saca a colación la financiación pública o privada en medio de las políticas de Milei.

El éxito de El eternauta, ambiciósa producción de Netflix, saca a colación la financiación pública o privada en medio de las políticas de Milei.
El eternauta | Netflix

La serie de ciencia ficción de Netflix, El Eternauta, saca pecho sno solo en visionados sino en términos puramente económicos. Basada en la novela gráfica de Héctor G. Oesterfeld y Ricardo Solano López publicada en 1957, todo un icono en el género y su país, la producción argentina ha levantado polvareda en Argentina... precisamente debido a su éxito.

Producida por Netflix sin intervención del gobierno argentino con un presupuesto de unos 15 millones de dólares, la ambiciosa producción, casi inédita en la cinematografía argentina, ha generado ya 41 mil millones de pesos a la economía del país, según un estudio de Empiria Consultores y Netflix.

Un dato relevante en medio de una lucha dentro del país debido a los sustanciales recortes en ayudas públicas del gobierno de Javier Milei, que ha despertado las previsiles críticas en el sector cultural del país.

Hasta el punto El eternauta, éxito de crítica y público, está en boca de todos en su país de origen que el propio Milei ha participado en la conversación de redes, aunque sea con la captura de una imagen donde se pide su reelección en un grafitti. Un fotograma que se presenta como una manipulación de internet pero da fe del impacto del fenómeno.

El dato de los 41 millones, descubierto por la propia Netflix a modo de respeusta en un comunicado tras el intenso debate en redes, es una medida del impacto en el PIB, que incluye tanto el impacto del gasto directo en la producción, como el que se produce en la cadena de suministros. No obstante, la reivindicacion de la cultura argentina a nivel internacional que ha propuesto la serie es un intangible a valorar.

Porque El eternauta -un relato apocalíptico en el que Ricardo Darín interpreta al veterano de la guerra de las Malvinas Juan Salvo, enfrentado con sus amigos a una invasión alienígena-, sigue acaparando orgullo en los espectadores argentinos, seducidos por el realismo en el retrato geográfico de Buenos Aires, el elogio de la resistencia del pueblo argentino y las muchas referencias a la cultura del país que adornan la serie.

Un fenómeno cultural que, además, rinde homenaje a los caídos durante la dictadura: Oesterheld, autor del cómic, desapareció junto a sus cuatro hijas -dos de ellas embarazadas- y dos yernos en el denominado Proceso de Reorganización Nacional, y se le da por muerto. La razón, la evidente metáfora política de El eternauta y otras de sus obras de ciencia ficción, que le obligaron a vivir en la clandestinidad antes de ser presuntamente asesinado por la dictadura de Videla.

La serie ocupa ahora el puesto #1 de series de habla no inglesa, con 10.8 millones de visualizaciones en todo el mundo, pero también está en el Top 10 semanal de series en 87 países como Brasil, Francia, India, Estados Unidos, Italia, México, Alemania y España, entre otros. Un éxito que refuerza la tesis de Milei, que ve cómo el sect argentino consigue un éxito determinante sin ayudas públicas tras haber redefinido totalmente el rol estatal en estos casos. Es decir, disminuido o retirado las subvenciones.

Incluso al margen del debate sobre la financiación de la serie y la intervencion limitada o no del sector público, los datos desvelaos por la compañía privada Netflix hablan por sí solos y benefician a la industria argentina: 400 personas en el equipo de producción, 50 localizaciones dentro de Buenos Aires, 2.900 personas partícipes del elenco incluyendo extras y dobles de acción, y 25 artistas digitales para la creacion sus escenarios nevados virtuales (se generódigitalmente una extensa porción de Buenos Aires).

En conjunto, la serie de la compañía norteamericana abrió, reza la nota, "un nuevo paradigma para la industria audiovisual argentina, al facilitar un control creativo total y permitir ajustes en tiempo real durante la filmación". El trabajo de adaptación de esta icónica obra tomó dos años de desarrollo y escritura de los guiones, cuatro meses y medio de preproducción, 148 jornadas de rodaje en Buenos Aires y más de un año y medio de post producción.

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