
Los profanos no nos dábamos cuenta, pero los expertos y los aficionados, como el gran Chapu Apaolaza, lo llevan advirtiendo no poco tiempo: "Los toros son la muralla para que las huestes no entren en la ciudad. Son las Termópilas". Poca tropa como la taurina ondea con tanta nobleza, brío y urgencia la bandera de la "libertad", a la vez que alimenta el significado de un significante prostituido por una legión de opositores a Torquemada. La censura pende como una espada de Damocles, de una manera terrible, sin atisbo para la metáfora, sobre este mundo arcano, riquísimo y español/hispano. Así, en mayo, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, se pasó por su forro woke la ley 18/2013 –cuyo preámbulo reza: "El carácter cultural de la Tauromaquia es indiscutible y merece ser preservado como un tesoro propio de nuestro país, rico en culturas distintas"– y anunció la cancelación del Premio Nacional de Tauromaquia recurriendo al estribillo zafio de la "tortura animal"; en septiembre, la orden fue publicada en el BOE.
La Fundación Toro de Lidia (FTL) se zafó de la tenaza del inquisidor y, junto al Senado y nueve comunidades autónomas, incluida la Castilla-La Mancha de Page –el socialista sabe con quién se juega los cuartos en su tierra–, creó un nuevo galardón que este lunes han recibido ex aequo, en el antiguo Salón de Sesiones de la Cámara Alta, el director de cine Albert Serra y la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia (RUCTL). El acto, al que han acudido toreros, ganaderos, políticos y periodistas, ha sido muy interesante y, como es habitual, la reivindicación de la tauromaquia era indisociable a la de la libertad.
La ceremonia arrancó con la proyección de un vídeo –locutado por el citado Apaolaza, por cierto– en el que se describía la tauromaquia como un "regalo cultural de España a la Humanidad" y, edulcorando una realidad cainita –"Somos un mundo muy endogámico y muy cabrón para con nosotros mismos", me dijo una vez otro grande, Zabala de la Serna–, como "cultura que une a los que piensan diferente". Qué van a decir, a ver. El presidente de la FTL, Victorino Martín, se refirió al "Premio Nacional de la Tauromaquia de la libertad frente a la censura": "Frente a la triste censura de algunos, nosotros estemos aquí celebrando la cultura en libertad". El torero Roca Rey, protagonista de la cinta de Serra, Tardes de soledad, a porta gayola: "Este premio tuvo que ser eliminado por decisión política. Al ministro de Cultura, al señor Urtasun, le digo que aquí estamos". El diestro peruano decretó la victoria del toro "más allá de los premios" y, utópico, aseveró que "la cultura no se impone desde un despacho, se mantiene viva en la sociedad" –los totalitarismos le desmienten, pero bueno–. Albert Serra: "Los artistas tienen la obligación de hacer lo contrario que de ellos se espera". Amén. El ganadero Antonio Bañuelos: "En cualquier punto del planeta, el toro es marca España". Pues por eso, hijo mío, algunos lo persiguen. El presidente del Senado, Pedro Rollán, sembró su intervención con topicazos y errores.
"Cultura en libertad", era el lema del premio. Las Termópilas no han caído aún e, inesperadamente, el mundo libre del toro le ha torcido el brazo al Gobierno. No todo está perdido todavía. O eso parece. Más información, en la noticia de Javier Romero.
