L D (EFE)
El triunfo no sólo permitió a Argentina confirmar su supremacía en categoría juvenil al aunar el cetro mundial y el sudamericano sino que le sirvió para darse el gusto de dar la vuelta olímpica en el estadio Centenario de Montevideo por primera vez en toda su historia.
Colombia planteó un partido serio, pero el miedo a perder y la falta de codicia le llevaron a renunciar a la posesión de la pelota, su mejor arma, y a buscar su segundo título con una herramienta que no sabe manejar: la mezquindad. Con mucha precaución y respeto se presentaron argentinos y colombianos sobre la cancha, dos recetas que administradas en exceso abocan irremisiblemente un partido a un letargo mortecino que no ayuda precisamente al espectáculo.
Argentina no encontró la velocidad en la circulación del balón que produjo el cambio en su juego en las últimas jornadas, en gran parte debido a la carencia de profundidad por banda que la ausencia de Carrusca generó. Colombia buscaba la posesión de la pelota pero se perdía en el juego corto, sin embargo, con el ritmo de juego a punto de siesta consiguió adormecer la presión "albiceleste" y poco a poco generar espacios para las penetraciones de la segunda línea de ataque. Anchico se proyectaba con peligro y Eberto tuvo que emplearse a fondo para resolver un mano a mano con el volante colombiano a los 20 minutos.
Ocho después, de nuevo Anchico, le recordó al arquero las dimensiones del arco con un tiro que se fue cerca del palo, y Colombia se dio cuenta de que las espaldas de la defensa era un buen emplazamiento para buscar la velocidad de Ruiz, pero Argentina resolvió bien todos los intentos. Los de Tocalli no pasaron agobios en defensa pero tampoco generaron inquietud en las filas andinas y ambos dejaron que el primer tiempo se marchara sin pena ni gloria.
La segunda mitad no trajo nuevos bríos al partido, pero Argentina puso un punto de riesgo a su juego que casi encuentra el premio a los 60 minutos, en un uno contra uno que Tévez, gris como en todo el torneo, no pudo resolver. La réplica la puso Acosta dos minutos después con un golpe franco que exigió a fondo a Eberto, en una de las mejores oportunidades para el cuadro cafetero, que ya para ese momento había decidido aguantar atrás las embestidas albicelestes y buscar a Ruiz a la contra.
La táctica tenía sus riesgos y Fernando Cavenaghi estaba dispuesto a dejarlo patente. El delantero de River Plate, sin duda el mejor jugador del torneo, pidió lanzar un golpe franco en la frontal del área colombiana a los 74 minutos y tan pronto como el árbitro pidió el lanzamiento puso el balón en el fondo del arco de Landazuri. A Colombia le llegaron las prisas, pero no la rapidez para jugar la pelota y mucho menos para asumir el papel protagonista al que había renunciado al comienzo del periodo. Argentina pudo lograr el segundo tanto a la contra, pero fue Jaime Ruiz el que rondó el gol en el minuto 88 al no enganchar un balón que se marchó fuera ante la impotencia y frustración de un cuadro cafetero que no se llevó lo que no arriesgó.
Colombia planteó un partido serio, pero el miedo a perder y la falta de codicia le llevaron a renunciar a la posesión de la pelota, su mejor arma, y a buscar su segundo título con una herramienta que no sabe manejar: la mezquindad. Con mucha precaución y respeto se presentaron argentinos y colombianos sobre la cancha, dos recetas que administradas en exceso abocan irremisiblemente un partido a un letargo mortecino que no ayuda precisamente al espectáculo.
Argentina no encontró la velocidad en la circulación del balón que produjo el cambio en su juego en las últimas jornadas, en gran parte debido a la carencia de profundidad por banda que la ausencia de Carrusca generó. Colombia buscaba la posesión de la pelota pero se perdía en el juego corto, sin embargo, con el ritmo de juego a punto de siesta consiguió adormecer la presión "albiceleste" y poco a poco generar espacios para las penetraciones de la segunda línea de ataque. Anchico se proyectaba con peligro y Eberto tuvo que emplearse a fondo para resolver un mano a mano con el volante colombiano a los 20 minutos.
Ocho después, de nuevo Anchico, le recordó al arquero las dimensiones del arco con un tiro que se fue cerca del palo, y Colombia se dio cuenta de que las espaldas de la defensa era un buen emplazamiento para buscar la velocidad de Ruiz, pero Argentina resolvió bien todos los intentos. Los de Tocalli no pasaron agobios en defensa pero tampoco generaron inquietud en las filas andinas y ambos dejaron que el primer tiempo se marchara sin pena ni gloria.
La segunda mitad no trajo nuevos bríos al partido, pero Argentina puso un punto de riesgo a su juego que casi encuentra el premio a los 60 minutos, en un uno contra uno que Tévez, gris como en todo el torneo, no pudo resolver. La réplica la puso Acosta dos minutos después con un golpe franco que exigió a fondo a Eberto, en una de las mejores oportunidades para el cuadro cafetero, que ya para ese momento había decidido aguantar atrás las embestidas albicelestes y buscar a Ruiz a la contra.
La táctica tenía sus riesgos y Fernando Cavenaghi estaba dispuesto a dejarlo patente. El delantero de River Plate, sin duda el mejor jugador del torneo, pidió lanzar un golpe franco en la frontal del área colombiana a los 74 minutos y tan pronto como el árbitro pidió el lanzamiento puso el balón en el fondo del arco de Landazuri. A Colombia le llegaron las prisas, pero no la rapidez para jugar la pelota y mucho menos para asumir el papel protagonista al que había renunciado al comienzo del periodo. Argentina pudo lograr el segundo tanto a la contra, pero fue Jaime Ruiz el que rondó el gol en el minuto 88 al no enganchar un balón que se marchó fuera ante la impotencia y frustración de un cuadro cafetero que no se llevó lo que no arriesgó.
