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El penúltimo raulista vivo

Chapeau, Pochettino

Preguntado por su "reunión" con José María Bartomeu y la posibilidad de dirigir en el futuro al Fútbol Club Barcelona, Mauricio Pochettino, que fue futbolista del Espanyol, que es enemigo deportivo irreconciliable de los culés, de 1994 a 2000 y, luego, de 2004 a 2006, dijo que él era fan del equipo blanquiazul y que, por lo tanto, jamás dirigiría al Barça. Luego, por la noche, en El Primer Palo, Pepe Herrero dijo que existía la posibilidad de que Pochettino no estuviera diciendo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad: "¿Y si el Barça le hiciera el ofertón de su vida?"... Efectivamente, para saber si Pochettino dirige o no al Barça habrá que esperar hasta que se jubile, y para eso quedan aún muchos años por delante, pero no estoy del todo de acuerdo con mi amigo Pepe.

Me explico: hoy, mañana, dentro de un año o de dentro de diez, para los responsables del Barcelona será francamente difícil explicar una hipotética oferta a Pochettino por la sencilla razón de que un 30 de marzo de 2017 éste se declaró abiertamente fan del Espanyol y dijo que jamás entrenaría al Barça. Por supuesto que el mundo del fútbol puede dar muchas vueltas, que se lo pregunten si no a Luis Figo, pero Mauricio Pochettino eligió ayer el camino difícil, el más expuesto y el más tortuoso, y sólo por eso se merece todos mis respetos. Pochettino podría haber dicho que sí, que no, que caiga un chaparrón. Pochettino podría haber dicho lo que dijo Raúl, podría haber dicho que nunca se sabe, podría haber dicho que el futuro es algo que cada cual alcanza a un ritmo de sesenta segundos por minuto y sesenta minutos por hora, pero dijo "no". Chapeau, Mauricio Pochettino.

Lo que hizo ayer Pochettino fue inyectar epinefrina directamente en el corazón de todos los aficionados españolistas, que se vinieron inmediatamente arriba. Ninguneados, puenteados por las instituciones, maltratados por la televisión pública catalana, acorralados política y deportivamente hablando, todos los periquitos se sintieron orgullosos cuando uno de los suyos dijo ayer que él jamás en su vida cruzará ese puente de oro. Y no sólo los españolistas se sintieron orgullosos, también el resto. Pochettino es la prueba evidente de que los sentimientos no se pueden comprar con dinero y que no hay billetera en el mundo capaz de comprar el amor a unos colores. Pochettino se dejó de diplomacias y de zarandajas y dijo lo que tenía que decir: al Barça nunca, al Barça no, al Barça jamás. Fue sincero y, siéndolo, respetó de paso a los seguidores del Espanyol, demostrando al mismo tiempo que el fútbol es algo más que una profesión.

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