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El penúltimo raulista vivo

Consagración del Getafe

Cuarenta y cinco minutos tardaron los futbolistas del Getafe en darse cuenta de que Augenthaler, Ballack, Brehme, Breitner, Effenberg, Klinsmann, Maier, Matthäus, Müller, Papin, Rummenigge, Scholl, Schumacher y, sobre todo, Beckenbauer, ya no jugaban con el Bayern de Munich, y que ellos sólo tendrían que vérselas con Kahn, Lahm, Jansen, Ribery, Podolski, Van Bommel o Luca Toni, que tampoco son moco de pavo. De los siete jugadores anteriormente mencionados, estoy convencido de que al menos cinco pasarán a engrosar esa inacabable lista de futbolistas míticos de la que los catorce primeros, acaso los más excelsos, suponen sólo una mínima representación. En cuanto se dieron cuenta de que el kaiser andaba por el palco y que no bajaría al césped, y sintieron también que el público del Allianz Arena es muy parecido al del estadio Santiago Bernabéu y sólo anima cuando le animan a él, y hay veces que muerde a los suyos en vez de hacerlo al rival que tiene enfrente, se dedicaron a jugar al fútbol como suelen hacerlo habitualmente.

El otro día le pidieron a Eduardo Punset que definiera la felicidad, y entonces el ex ministro dijo lo siguiente: "la felicidad es la ausencia de miedo". Los clubes más grandes del mundo, y el Bayern se encuentra decididamente entre ellos, suelen negociar con el miedo del rival, apabullándole con la historia, los títulos y los apellidos ilustres de quienes formaron parte una vez de su plantilla. El miedo atenazó al Getafe durante los primeros cuarenta y cinco minutos, pero afortunadamente el equipo de Laudrup salió indemne del bombardeo alemán, sólo con el gol de Toni en contra. Yo, por mi parte, hacía mucho tiempo que no veía disparar tanto a puerta. La escasa efectividad del Bayern despertó al equipo español, consciente al fin de que el torpedo se había retirado hacía más de veinticinco años y que, en su lugar, jugaba un espigado italiano, un buen jugador sin duda, procedente de la Fiorentina, pero nada que ver con el bombardero de la nación.

El partido contra el Bayern, un equipo que estaría ahora mismo entre los ocho mejores de la Champions, es uno de esos encuentros que consagran a la gente. Laudrup salió bendecido de Munich, ciudad en la que nunca fue capaz de ganar como jugador. Ayer tampoco lo hizo pero su forma decidida y valiente de interpretar el fútbol colocarán tarde o temprano al presidente del club en la amarga tesitura de buscarle recambio al sustituto del sustituto de Quique Sánchez Flores. Y en cuanto a Rubén de la Red, (Granero estuvo ayer más apagado) otro de los consagrados, sólo cabe desear que cuando lo recompre el Madrid, que será dentro de tres meses, sea para jugar y no para enfriar el botijo en el banquillo. ¿Treinta millones por De Rossi?... Teniendo ahí a Rubén, y también a Esteban, el Real se garantiza años de buen fútbol. Ahora sólo hace falta que Schuster lo vea y se atreva. Sucederá en cuanto el alemán pierda el miedo y vuelva a ser feliz entrenando al Madrid.

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