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El penúltimo raulista vivo

El mundo al revés

A Alfonso García, presidente del Almería, le llovieron un montón de palos por decir que él sabía que su equipo no era competitivo, que no se entrenaba bien, que lo venía advirtiendo desde hacía mucho tiempo, que había que tomar medidas de inmediato y que habían hecho el más espantoso de los ridículos ante el Barcelona. Es verdad que se me hacía extraño que un directivo hablara tan alto y tan claro, pero es que la ocasión era absolutamente excepcional puesto que no se veía un 0-8 por estos lares desde mucho antes de que Canon pusiera de moda a los gorditos. A Lillo, claro, como en todos los trabajos del mundo cuando no das la talla, le pusieron de patitas en la calle, y entonces lo que se alabó por parte de algunos periodistas fue que el guipuzcoano no fuera tan "maleducado" como su ex jefe. ¿Maleducado?...

¿Se pretendía acaso que bajara del palco cantando Carnavalito? ¿Se imaginan?... Después de un 0-8, García se planta delante de los micrófonos y explota: "Llegando está el carnaval, quebradeño mi cholitay"... Y eso que el presidente del Almería no vio el compadreo previo de Lillo con Guardiola ni escuchó tampoco lo que Alves le comentó a Villa en plena debacle: "Villa, mete tu gol". Todas estas circunstancias, unidas por supuesto a la alineación de rendición propuesta en su día por Preciado, me llevan a deducir que lo que realmente molesta no es que haya tanta diferencia entre Barcelona, Real Madrid y el resto sino que el Madrid sea el único capaz de plantarle cara al equipo catalán. Nadie se llevaría las manos a la cabeza si el Barça saliera disparado y aventajara en seis puntos al Real, doce al Valencia y dieciocho al Sevilla; lo que inquieta es que el líder de la Liga en la que participa el autodenominado mejor equipo del mundo sea el Real Madrid porque eso demuestra que sí hay una forma de hacerle frente. Claro que es más cómodo sestear y decir que los de Guardiola juegan como una orquesta.

El otro día hablaba de la posibilidad de incluir, a cambio de más dinero y de algún otro tipo de ventaja competitiva, el handicap en la Liga española. Mourinho comentaba hace quince días que la actitud de Preciado rindiendo sus naves antes de salir del puerto sería castigada en la Premier; yo voy más allá: hay que castigar de algún modo la falta de combatividad, como ya sucede en otros deportes. En el balonmano, por ejemplo, se conoce como pasividad. En el baloncesto tampoco te puedes tirar un minuto botando la pelota. En el tenis, ya juegues contra Nadal o contra el número mil del mundo, o sacas rápido o sacas rápido, no te dan otra opción. Aquí hay dieciocho equipos que le tienen pánico al Barcelona y uno, el líder, que compite. Y, paradójicamente, algunos de los que se rinden antes incluso de saltar al césped quieren tanto dinero como el que lucha hasta el final. El mundo al revés.

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