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El penúltimo raulista vivo

Estupefactos

Como la Cabrera tira al monte y la vez que más interesada se mostró por el deporte nuestra ministra fue un día que pasó por delante de un cine en el que reponían Once pares de botas, magnífica película de Francisco Rovira Beleta, doña Mercedes acaba de ratificar en su puesto de presidente del Consejo Superior de Deportes con rango de secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte, al químico Jaime Lissavetzky Díez, tal y como adelantara la semana pasada en rigurosa primicia mundial el director de El Larguero, programa deportivo de la Cadena Ser a cuya sección de El Sanedrín desea asistir como tertuliano el presidente del Gobierno, que es quien nombra a la ministra que ratifica en su puesto al químico. Es lo que se suele conocer como círculo vicioso: el presidente sueña con debatir del Barça en el programa de De la Morena, y la ministra ratifica en su cargo al amigo del periodista de Brunete, quien, a su vez, adelanta la noticia en la emisora del grupo PRISA.

Estupefacción sigue pareciéndome la palabra que mejor define la gestión de Lissavetzky al frente del deporte español. Estupefacto se ha quedado don Jaime ante el avance, lento pero seguro, del independentismo catalán y vasco. Estupefacto debió quedarse su amigo José Ramón cuando, no hace demasiado tiempo, el secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte ahora ratificado por la ministra, le traicionó, amilanado ante la posibilidad de que Joseph Blatter cumpliera sus amenazas y la selección española de fútbol se quedara realmente fuera de la Eurocopa: ese día, por si quedaba alguna duda, dejamos de ser iguales ante la ley. Estupefacción generó, y aún genera, entre muchos deportistas profesionales y sus familias, la Operación Puerto, un bodrio del que, tarde o temprano, deberemos dar cuenta todos con cargo al erario público.

Lissavetzky, dicen sus acólitos, tiene ahora el reto de conseguir cuantas más medallas mejor en Pekín, como si él compitiera, y la obtención para Madrid de los Juegos de 2016, como si no nos hubieran burlado ya anteriormente por ir con el lirio en la mano. Yo, por mi parte, soy bastante más modesto que todo eso y me conformo sólo con que el jefe de nuestro deporte, o su ministra, dejen clara de una vez la postura del Reino de España en cuanto al comportamiento del Gobierno chino con los derechos humanos, y con que, cuando el químico se vaya, bien por aburrimiento o bien por un exceso de estupefacción en el ejercicio de su cargo, sigan sin verse partidos oficiales entre una selección española y otra de cualquier comunidad del territorio nacional. No creo que sea mucho pedir que no lo deje todo como un erial, con eso basta. Por lo demás, vaya desde aquí mi más sincera felicitación por su confirmación en el puesto.

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