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El penúltimo raulista vivo

Florentino ingresa en la caverna

Mal Florentino Pérez, muy mal, rematadamente mal. De él se esperaba otra cosa distinta. De él se esperaba que fuera original, que fuera estrafalario, que fuera creativo y que, en plena comida navideña con los medios de comunicación, reconociera sin tapujos que la contratación de José Mourinho fue un inmenso error, que nunca debió venir a entrenar al Real Madrid, que suficiente hacen ellos con intentar competir con el mejor equipo de fútbol de la historia, que a él quien le gusta de verdad es Pep Guardiola y que la cosa iba mucho mejor con el tándem oratorio-filosófico compuesto por Valdanágoras y Pellegrini, el del puntaje. Pero Florentino, que es un hombre de empresa y por ende poco dado a las originalidades, un hombre que no lee a Martí i Pol, creyó oportuno apoyar sin fisuras a su entrenador, al que él mismo eligió, al que él trajo aquí, por el que él optó.

No me digan ustedes a mí que no habría sido mucho más "diver" que el presidente del Real Madrid renegara de Mourinho, pero, con el consiguiente disgusto que supuso para la tranquila ciudad de Lugano y muy concretamente para el ex director de su colegio, hoy rebajado como saben al puesto de profesor de manualidades tras haber jurado y perjurado que allí se inscribirían los hijos del técnico luso, F.P. dejó entrever que el portugués agotará de momento su contrato y que éste podría alargarse más aún en el tiempo puesto que su fichaje ha sido una de las mejores decisiones que ha tomado como presidente madridista. Cristobal Soria comentó anoche en Futboleros que eso era "poner todos los huevos en la misma cesta" y "sacar la bandera por el entrenador", como si Rosell tuviera otros huevos distintos a los de Guardiola y no hubiera sido mil veces heraldo del de Sampedor.

Es curioso, o quizás no, pero los mismos que acusaban a Florentino de ningunear a los entrenadores, de no confiar en ellos, de considerarles un mal menor, le atacan ahora por salir en defensa de José Mourinho. Lo único que esto indica es que los críticos de antaño querían hogaño un técnico hecho a su medida, alguien con el que poder ir a tomar café a la esquina del Bernabéu y que le filtrara cositas guapas. Ahora que el modelo es firme (respaldo a la labor de un técnico y defensa de su proyecto independientemente de las victorias o las derrotas) lo que no convence es la persona elegida para liderarlo. Siempre habrá un alma caritativa que, tras desempolvar las estadísticas de los goles que Cristiano marró ante el Wigan Athletic en la temporada 2003-2004, haga lo propio con los desastres de un hombre que ha ganado 19 títulos en 9 años. ¿Para qué vamos a quedarnos con lo bueno si lo malo está ahí, tan cerquita, y nos da gustirrinín?

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