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El penúltimo raulista vivo

La cocina del infierno

El otro día dije que el Real Madrid ganaría la Décima desde el respeto a la competición y al rival o simplemente no la ganaría. Y en esas estamos. Sobran sesudos análisis, preguntas retóricas, previsiones a posteriori... El Borussia Dortmund pasó como un Panzer por encima del equipo de Mourinho, que nunca estuvo sobre el campo. El 1-0 era buenísimo, el 1-1 (que yo habría firmado) injustísimo... y el 4-1 final fiel reflejo de lo que ocurrió en el bando alemán y lo que no sucedió en el bando español. Faltó, como dijo Ramos nada más acabar el partido, actitud: unos iban andando y los otros volaban. Literalmente. Cuando un jugador del Madrid recibía el balón ya tenía encima tres Airbus A380. El mejor de largo fue Diego López, que evitó un marcador histórico; y el menos malo de los jugadores de campo fue Coentrao. Significativo.

¿Y ahora qué?... Como bien dice en su informe Laura Galdeano, "el partido de ida de semifinales ya no se puede arreglar". Los madridistas están muy orgullosos de su historia, también de sus remontadas. Ayer, de hecho, nada más acabar el partido con un 4-1 alguien con muy mala baba le preguntó a Mourinho si, antes de irse del club, a Valdano le había dado tiempo a explicarle qué era el "miedo escénico". Su respuesta, como era de prever, fue contundente y sin paliativos. Es de Perogrullo pero si el Real Madrid de Miljan Miljanic tuvo que marcarle cinco goles al Derby Country allá por 1976 fue porque previamente había caído por 4-1, el mismo marcador que ayer. Si, a mediados de los 80, el Real Madrid de Sanchís, Butragueño y el propio Valdano se vio obligado a meterle seis al Anderlecht fue porque en la ida había encajado tres fuera de casa. Y hay varios ejemplos más. Quiero decir que una remontada en el estadio Santiago Bernabéu no resulta milagrosa sino cotidiana, y por supuesto que es posible.

Como no es posible en modo alguno la remontada del próximo martes es echando abajo la casa, pidiendo dos "doses", tres "treses" y cuatro "cuatroses" nuevos, trayendo a Ancelotti, echando a Mourinho, adelantando las elecciones, contratando a Lewandowski, que es el chico de moda en la oficina, y pidiéndole a Florentino que no se presente. Así no se remonta, así no se remontó, así no. Se remonta volviendo loco el partido, muriendo en el campo, tirando del decálogo de Juanito, presionando desde la grada, convirtiendo el estadio Santiago Bernabéu en la "cocina del infierno" y haciendo oídos sordos a todos aquellos que quieren desconocer, por frustración y envidia, la historia del club de fútbol más grande del siglo XX según la FIFA, un club forjado en las malas y en las buenas, curtido en mil batallas, algunas ganadas y otras perdidas. Ése sí que es el ADN madridista, por mucho que a los demás les duela. Dientes, que es lo que les jode. De las caries ya habrá tiempo de hablar... a partir del 1 de mayo.

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